YO SOY LO QUE DIGO
Por Éric Zuliani
2022-04-01
Recientemente, una persona que acababa de iniciar una transición de género declaró en las redes sociales: «Me trataron como si estuviera loca, como si no supiera lo que estaba diciendo. Mi derecho a la autodeterminación fue violado de inmediato». Estos términos son paradigmáticos. En este discurso se entrelazan la cuestión de la locura y su rechazo, la brecha entre lo que se dice y lo que se escucha, y una fuerte referencia al derecho a la autodeterminación.
Ser y decir
Jacques-Alain Miller, explorando recientemente lo que Lacan llama la «anarquía democrática de las pasiones»[1] que hoy se ocupa especialmente de la raza y el sexo, ha sacado a la luz un equivalente del cogito en el nivel del decir: «Yo soy lo que digo.[2] Bajo el acento de una voluntad identitaria, el llamado discurso woke produce nuevas palabras amo y una nueva moral. Así, esta afirmación se convierte en un valioso operador para cuestionar muchos otros registros de la existencia humana. ¿Cómo se acomoda el sujeto, un ser vivo y hablante, atrapado en las relaciones sociales, atravesado por los callejones sin salida de la civilización, a este nuevo cogito? ¿Cómo llega a encontrarse con un analista y cómo, entonces, se establece la conexión con el inconsciente?
Autodeterminación
No cabe duda de que es necesario mirar estas nuevas formas de yo autónomo que llevan el nombre de autodeterminación y que forman parte de la locura que es la creencia en el yo. A principios de los años cincuenta, Lacan contrastó el «soy yo» del hombre moderno con el «eso soy yo» de François Villon[3]. Sin embargo, este «soy yo» se entiende como una posible respuesta a una pregunta que se le hace al sujeto sobre su identidad. El «yo soy lo que digo» de hoy va más allá, en la medida en que es una afirmación con acentos imperativos que borra cualquier interlocución. Reduce el ser al enunciado, confundiéndolo y eclipsando la enunciación: el sujeto es entonces hablado más de lo que habla. Del lado del Otro, se rechazan estas incidencias del saber, del deseo, incluso del goce: la autodeterminación sustituye a la interlocución, de la que los resortes de la palabra están cada vez más ausentes, como lo demuestran sus usos en las redes sociales. El Otro se reduce a la escucha y se le devuelve al semejante, de ahí a las opciones relacionales basadas en el criterio del mismo.
Sin este Otro, nos gusta reducir al sujeto a sus comportamientos, a su cognición, incluso a sus neuronas, especialmente a su cuerpo.
El derecho del sujeto y la libertad del Otro
“Yo soy lo que digo” da testimonio de un empuje hacia el Uno, de una identidad que especula sobre el hecho de que la condición humana está precisamente especificada por un defecto estructural de identidad. Este movimiento va acompañado de un desacato, incluso un rechazo, de las asignaciones del Otro, que son demasiado universalizantes, sofocando la singularidad de cada Uno. Indexa en este movimiento las formas contemporáneas de negación del inconsciente, de negación del Otro que se formulan en nombre de la ley. Pero ¿derecho a qué? El derecho al goce, replica Lacan, que revela su verdadera fuente: detrás de la negación del Otro se revela de hecho que «es la libertad del Otro, la que el discurso del derecho al goce plantea como sujeto de su enunciación, y no de un modo que difiera del Tú Eres que evoca la sustancia asesina de todo imperativo «.[4] Por lo tanto, la aparente libertad del sujeto tiene su reverso: un Otro que adopta los rasgos de un superyó feroz.
Escucha e interpretación
Ahora bien, como señala la distinción que Lacan ha hecho desde el comienzo de su enseñanza entre el yo y el sujeto, «no se trata de saber si hablo de mí mismo de una manera que se ajuste a lo que soy, sino si, cuando hablo de ello, soy el mismo de aquel del que estoy hablando».[5] Al introducir la función del habla, de la palabra, demuestra que opera una división y, por consiguiente, un fenómeno que consiste en no saber lo que se está diciendo, como lo demuestra cualquier sujeto hablante. En cierto modo, lo que digo no es más que una desconfianza hacia el lenguaje, su poder, su valor interpretativo y sus efectos. El inconsciente, del que no queremos oír hablar, está tanto más presente: las modalidades de su negación son otras tantas modalidades de su retorno al sujeto. Pero para que esta palabra funcione, la escucha debe añadirse a la interpretación. Se trata, por tanto, de retomar la función de la palabra en la experiencia analítica y lo que distribuye en términos de deseo, exigencia y goce con respecto a este nuevo cogito; para explicar clínicamente la distinción entre el yo y el sujeto, pero también para explorar las negaciones contemporáneas del inconsciente en lo que hay de real en él. ¿Cómo se manifiestan, en la experiencia analítica, estas negaciones y cuáles son las repercusiones en la dirección de la cura?
*Zuliani É., J52-argument-EZ.pdf (causefreudienne.org)
[1] Lacan J., “La agresividad en psicoanálisis”, Escritos, tomo 1, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2018, p. 125.
[2] Miller J.-A., “Intervención en Question d’École”, París, 2022-01-22. Intervención de Miller – PSICOANÁLISIS LACANIANO (psicoanalisislacaniano.com)
[3] Lacan J., “Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis”, Escritos, tomo 1, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2018, p. 272.
[4] Lacan J., “Kant con Sade”, Escritos, tomo 2, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2018, p. 732.
[5] Lacan J., “La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud”, Escritos, tomo 1, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2018, p. 484.
Replica a Una Lengua Muy Seria – por Pénélope Fay – 2022/10/21 – PSICOANÁLISIS LACANIANO Cancelar la respuesta