Borde y Neoborde – por Marcela Piaggi – 2021/05/19

Bueno, muchas gracias, Mauricio por la exposición. Muchas gracias, Nora, Silvia y todo el equipo por convocarnos una vez más. Para mí es un gusto compartir este espacio con Mauricio. Siempre agrego la presentación que hizo Nora, exconcurrente del Hospital del Día Álvarez. Para mí hay ahí un punto importante, volver una vez más.

Bueno, estoy pensando en un montón de cosas que trabajó Mauricio porque no sabíamos qué íbamos a decir cada uno. Estaría buenísimo a lo mejor tomarlas en la clase que vienes. Hay una definición que me pareció interesante para pensar las resonancias, Lacan en Radiofonía define al lenguaje como el efecto del cristal de la lengua. A mí siempre me pareció una definición hermosa porque además el corte del cristal es bastante poética y romántica. Me parece que el cristal denota esa resonancia sobre el cuerpo. Bueno, montón de cosas más para charlar cuando nos juntemos.

Hoy voy a retomar el tema del borde y el neoborde en el autismo. Es el título que hoy nos convoca. El problema del borde nos conduce a plantear en la clínica del autismo el pensarla en términos topológicos, tal como lo fue trabajando Mauricio. Es en esta orientación que toma Éric Laurent desde el inicio de sus investigaciones dado que el criterio de espacialidad es un criterio clínico. Es decir, la topología responde 100 por 100 a la clínica. Y el sujeto con autismo nos da a ver ese no-lugar. La forclusión del agujero es un no-lugar, es la imposibilidad misma de un no-lugar simbólico, imposibilidad misma de agujerear lo real por lo simbólico; este intento continuo, este no cesar de no producir un agujero. Hay una necesidad simbólica -dice Miller- de que eso se produzca, por eso está ese no cesa de no querer producirse y en cada agujerito que encuentran van a rellenarlo, o a perforarlo, etc.

La primera pregunta que surge es: ¿por qué sería necesario pensar en un borde, un neoborde en el autismo? Elijo dos respuestas para empezar. Una, es para construir un lugar donde el sujeto pueda ubicarse como un cuerpo hablante, es decir, entre el goce de la lengua y el borde del agujero que no se inscribe. Y otro motivo, es para poder considerar un tratamiento posible.

Éric Laurent va a proponer de esta manera una clínica que va a llamar clínica de los bordes. O sea que la cuestión de los bordes es esencial en el tema del autismo. Laurent ubican entonces para el caso del autismo una topología de lo real donde el espacio no está construido. Sabemos que el espacio que nosotros conocemos es un espacio euclidiano que se organiza en un sistema de oposiciones: cerca-lejos, adentro-afuera; pero en el caso del autismo no está constituido por estas coordenadas temporo-espaciales. Igualmente, construyen otro espacio, un espacio donde las medidas no responden a la lógica métrica común. Inventan cada uno a su modo una delimitación en la continuidad del espacio sirviéndose de una elasticidad que permita costuras más allá del espacio métrico común. Es interesante esta idea de las costuras. Yo siempre lo pienso, más bien, como un hilván a esas costuras, con esa fragilidad, no una costura que se le pasa la máquina, sino un hilván, esas costuras frágiles.

El espacio que habita es más bien -podemos pensarlo- el de la banda de Möbius que propone Lacan en el S. IX, donde exterior e interior no se diferencian, donde incluso los tres registros no se encuentran diferenciados entre sí o bien no los podemos diferenciar, no los podemos considerar como tales.

El autista entonces habita lo real de la lengua. Vive en lo real. Siempre me acuerdo de un niño que entraba a la institución adherido a las paredes o bien cuando cruzaba el patio iba con la cabeza hacia atrás, casi como cayéndose hacia atrás. Y cuando entraba a una sala con techo se adhería al piso. Quedaba adherido al espacio que transitaba. Daba a ver este no-espacio constituido. Entonces, ¿qué quiere decir que el sujeto autista habite lo real? En principio, que el lenguaje no ha operado por la vía de negativizar lo real. En consecuencia, lo que va a haber es un goce excesivo, es decir, un goce en más. Existe entonces una presencia en la sustancia corporal, en la palabra y en las imágenes de algo que no se borra ni se ausenta. Entonces, ¿cómo vérselas cada vez con un exceso que no fue extraído por estructura y que no cesa de buscar maneras de producirse? La imagen es la freudiana, una metáfora económica de algo que excede, de un goce que excede y no tiene donde tomar cauce. Sea que el exceso se presente en el otro masivo o sea que el exceso se presente en el propio cuerpo, hay un demasiado, un demasiado con el que el autista se las tiene que ver y esa masividad es del orden del acontecimiento. La respuesta que el sujeto encuentra entonces es la del trabajo incesante de la defensa para alcanzar a ordenar ese caos de sensaciones, imágenes, de ruidos, de pensamientos que no encuentran ninguna regulación por la vía de un ordenamiento lenguajero, por la vía de un ordenamiento simbólico. Esto sería el de producir cierto vaciamiento de ese exceso, cierto vaciamiento por la vía del sentido. En ese trabajo el rechazo ante cualquier tipo de alteridad o diferencia de una lengua a otra es el modo que tiene de funcionar en tanto mantiene un mundo controlado al costo de vivir desenlazado del Otro, solo -podríamos decir-.

Ahora bien, este trabajo de dominar el goce nos interroga. ¿Con qué cuenta el sujeto para metabolizarlo? Es decir, para no tornarse todo él un objeto condensador de goce, de ese exceso. Y ahí es donde la conceptualización de lo que estamos llamando borde o como bien llamó Tustin también, caparazón autista o como prefiere nombrarlo Éric Laurent, neoborde. El borde es un operador con el que el sujeto se las arreglar para producir una distribución de ese goce en exceso. Es un operador. El borde es una creación -incluso- defensiva del sujeto para situarse, para alojarse y desde allí habitar un mundo. Se trata de un litoral ese borde. Podríamos decir que, a diferencia de una frontera, tomando el término de litoral de Lituraterre que trabaja Lacan: el litoral no tiene límites tan estrictos, la frontera paso de un lado o paso al otro, los límites son más estrictos. El litoral abre cierta posibilidad de un entre el sujeto y el Otro. Ya vamos a ver que cuando Maleval menciona los tipos de borde, es muy claro en el litoral. Es este borde al que él llama dinámico, este entre el sujeto y el Otro. Entonces, les decía que el borde se trata de un litoral conformado por objetos concretos, con maniobras del cuerpo, movimientos rítmicos, estereotipias, balanceos, rituales, imágenes incluso que toma del mundo, sonoridades reiteradas -así como nos hizo los ruiditos Mauricio-, verborrea, con la que también construyen una defensa y una diferenciación entre él y el mundo que lo rodea. El autista -decimos- es un sujeto sobrecargado. Y para aliviarse se le imponen ciertas soluciones que buscan una tramitación de lo que no operó por estructura. La construcción de un borde implica modos de regular esa carga y permite otra manera de distribución y ordenamiento del mundo menos penoso y menos solitario. Laurent lo dice así: “Se trata de sustraer el demasiado lleno.”[1] El sujeto intenta vaciarse de una excitación, producir un agujero que en lo simbólico no se ha originado porque en realidad todo el problema del agujero, todo el problema de la forclusión del agujero implica la no-construcción del borde. Es decir, no hay agujeros. Es una falacia decir un agujero sin borde. Entonces, cuando algo del orden de la sustracción aparece, opera como una pérdida mortífera para el sujeto porque no hay dónde escribirla. Es decir, no se puede escribir como borde ni como texto. Entonces aparece esta pérdida en lo real del cuerpo que a veces lleva a la mutilación, los golpes en la pared, o morderse la mano, etc. En cambio, en el caso de la neurosis, el Otro de lo simbólico sí arma un borde del agujero. El Otro es el tratamiento mismo del borde. Marca una ausencia sobre el fondo de una presencia. Este borde topológico en la neurosis se funda sobre un agujero en el lugar del Otro. Obviamente la extracción del objeto a es lo que permite armar ese agujero y ese borde topológico por donde la pulsión hace su recorrido -como recién hablábamos del Seminario XI-. Entonces, en el caso del autismo se trata de un sin-borde, se trata de un borde real que el sujeto inventa, construye para defenderse, situarse y que de alguna manera viene a taponar cualquier encuentro con la falta, con alguna sustracción. Esa invención de un borde es el modo en que un sujeto se goza sin el trayecto de la pulsión que podría articular su cuerpo por el Otro. En su lugar produce entonces este neoborde a modo de encapsulamiento, lugar donde el analista debe advenir para primero incorporarse a él, ser parte de ese borde, para luego tímidamente estorbarlo o perturbarlo, pero siempre con el consentimiento del sujeto. Es una especie de medida, de tira y afloja, pare ver hasta dónde ese borde puede acompañar a desplazarse en la medida en que se perturba. El analista puede incluirse en ese neoborde, a veces siendo él mismo, o propiciando una cadena singular que enlace objetos, acciones y formas de hacer, pero siempre aparejadas al cuerpo. Eso es lo fundamental del borde. El borde está siempre aparejado a una zona del cuerpo. Los objetos que van amalgamándose a ese borde están enlazados al cuerpo.

Cuando no hay construcción del borde, las mismas sustancias corporales refieren de borde. Se trata de un borde más débil donde el goce invasivo empuja a la automutilación, a los aullidos, a los gritos. Son especies de desprendimientos de pedazos del cuerpo.

Laurent se enriquece de Tustin y toma el concepto de caparazón autista, que es este de la burbuja protectora, pero propone hablar de neoborde porque él ubica que el borde es más flexible que el caparazón. El neoborde tiene esta flexibilidad que nos permite hacer costuras en el espacio más hilvanada, más elástica. Hace que el espacio sea más elástico.

Maleval en su texto El autista y su voz va a situar 3 características principales del borde.

Primero, va a decir que es una defensa ante la invasión que le produce al sujeto el mundo y este exceso del que hablábamos. Dice: “Es la construcción de un cauce real para el exceso”. Es bien freudiano, la metáfora económica que ubica para ese borde. Entonces, es un cauce real a partir del cual se puede separar el goce -y usamos la noción de corte- para construir un cuerpo vía las sensaciones corporales y el contacto con la alteridad.

Otra característica que da es que es un modo de distribución libidinal dada la ausencia del corte o del recorte del circuito pulsional y de los objetos pulsionales, aparece entonces una distribución a partir de cierta invención de este borde. En el caso del autismo sabemos que los objetos pulsionales permanecen reales. Están presentes. No están recortados del cuerpo y el sujeto debe arreglárselas con ellos. Así vemos, por ejemplo, cuando el niño autista se tapa los oídos o cuando esconde la mirada. Son objetos que están presentes como reales de los cuales tiene que defenderse. Esos objetos están reales, no están perdidos y su presencia es más bien angustiante porque despierta cierto riesgo de una pérdida mortal para el sujeto.

Y la tercera característica que sitúa del borde es que es una formación protectora contra el Otro real amenazante. Puede funcionar también como una barrera autosensual generada por estimulaciones corporales como movimientos rítmicos, balanceos, presión en los ojos, mordidas. Es decir, fíjense que siempre están sobre el propio cuerpo. Son lo que Tustin ubicaba como formaciones autoengendradas que separan su realidad perceptiva del exterior cuando se torna insistente.

Maleval además sitúa tres tipos de borde. Esto lo hace en un texto que se llama Clínica del espectro del autismo en donde él va a desplegar una pluralidad de bordes que van a ir desde la ausencia de borde, -al borde aislante-, el borde dinámico hasta llegar al borramiento del borde en algunos casos. Por supuesto que no son absolutamente aislables uno de otro. Uno encuentra una transición de la ausencia de borde a la construcción del borde o del borde aislante al borde dinámico. Son procesos que se van construyendo. No son estáticos. Cuando no hay un borde construido, Maleval va a hablar de estos casos que él llama prekannerianos. Son estos que Tustin ubicó en este fenómeno de sensaciones-formas autoengendradas, fluctuantes, inclasificables y artificialmente creadas a partir de estímulo; formas mágicas que dependen de los propios movimientos otorgándoles -y esto me parece fundamental- sensación de existir. Existen a partir de la sensación de estas formas, por ejemplo, el fluir de la orina en el exterior, del cuerpo, o una burbuja de saliva, del movimiento de sus manos. Muchas veces la retención y la expulsión de las heces. Este tipo de bordes siempre sostenidos en sustancias corporales se convierten en su iteración -que siempre es igual- terminan consolidando un borde aislante: una burbuja autística que contiene la retención del objeto pulsional.

Estoy trabajando con niño. Estoy haciendo un trayecto desde la retención al soplido. Estoy trabajando con globos, con rosas de viento, donde se sopla. Es apuntar a que salgan. Luego a que salgan las palabras. Y hay una imposibilidad de este niño para soplar. Me mira, pone la boca, así como para soplar y no le sale. Me copia el gesto, pero no sale el aire.

Este borde aislante son a veces cuadros muy difíciles de diferenciar de la esquizofrenia. Por el contrario, cuando el borde se borra también son difíciles de pensar con el Asperger. Esto también me parece fundamental, el pasaje de esta ausencia de borde a lo que Maleval va a llamar borde dinámico requiere de la asunción de pérdidas traumáticas, o de lo que podemos llamar con Laurent acontecimientos de cuerpo. Es decir que para llegar a un borde dinámico tiene que haber un pasaje necesario para que aparezca una pérdida, una sustracción en lo real, una pérdida mínima de este exceso, de este goce para que eso produzca un entre, para llegar a dominar un objeto mediador entre el sujeto y el Otro. Y ahí es donde aparece esta figura del litoral entre este sujeto y el Otro. Ya el borde en este caso no tiene que ver tanto con la auto-sensación, con lo provocado con lo auto, sino que está al servicio de este pasaje hacia el Otro, en ese entre. Esto puede ser a veces personas de la familia, objetos muy concretos o animales domésticos. El borde cuando se transforma en dinámico se hace captador del goce pulsional y permite protegerlo del deseo del Otro. Es decir que la función del borde es esta de captar el goce pulsional y protegerlo del deseo del Otro. Esto es lo que él llama borde dinámico. Y tiene esta doble acción porque permite localizar la pérdida mínima, eso que se cede, y dominarlo. Entonces, el borde dinámico pone en juego una pérdida o una pequeña sustracción y muchas veces -esto es un dato clínico muy importante- resulta ser contemporáneo de los juegos de ocultamiento tipo Fort-Da, de presencia/ausencia. Muchas veces esos juegos con estos niños producen de alguna manera este borde dinámico. Por supuesto no se simboliza esta ausencia, pero hay una pérdida en la repetición.

Entonces cuando el borde se concretiza y se hace más dinámico -dice Maleval- puede agregarse a eso un objeto autista, puede agregarse a eso la imagen de un doble e inclusive un interés específico. Estos elementos pueden volverse incluso independientes del borde o desligarse del borde.

Finalmente, Maleval analiza lo que llama el borramiento del borde. Eso también es muy interesante. Va a decir que el borde dinámico no desaparece, se borra. Y eso implica una operación del sujeto. Entonces implica un poquito más, un pasito más que el borde dinámico. El borde dinámico está entre el sujeto y el Otro; y el borramiento del borde implicaría una acción misma del sujeto sobre ese borramiento. Por ejemplo, Maleval cita a Donna Williams donde ella intentaba separarse en su adolescencia de su doble imaginario. Decía: “Decidí matar a Windy” -que era su doble imaginario, ella misma siempre enojada-, pero dice: “Este homicidio imaginario tardó varios años.” Suele ocurrir que este borde no se borre, sin embargo, el enganche sobre ese borde puede volverse menos permanente o a menudo utilizarse para iniciar otro tipo de nuevo circuito. Por eso pueden ser bordes temporarios, dice. Y finalmente, menciona ese borde temporario, o ese borde que no termina de borrarse, lo llama imaginario de caparazón, al que el sujeto seguir enlazado como un interés específico genuino. Ese imaginario de caparazón nos permite pensar en lo imaginario, para pensar los registros en el autismo.

Caso de J.-C. Maleval

Bueno les cuento un caso muy cortito que está en este libro Una clínica posible del autismo infantil que les mencionaba. Maleval presenta el caso el caso de George. Tiene 10 años y su mamá escribe el testimonio. Ella va a decir que Ben -que es un gatito al que él adopta- le cambió la vida a George. George presentaba un cuadro clínico clásico de autismo: indiferencia al Otro, conductas de inmutabilidad, dificultad de apropiarse de las reglas sociales, y un lenguaje muy particular utilizado solo en algunos momentos. Se veía muy claro cómo la retención del objeto vocal no estaba ausente del cuadro, aunque resultaba discreta. Su madre notaba dificultades a la hora de que George hable en voz alta, que diga lo que pensaba. De hecho, había un proceso inhibitorio bastante fuerte que intervenía cuando Ben hablaba. Utilizaba palabras muy cargadas de afecto y que no las podía terminar de pronunciar. Por ejemplo, George decía: “Quiero mirar, quiero hablar, pero no me sale hacerlo.” O dice una cosa, pero no era lo que él quería decir. Podríamos inferir en que tiene dificultades -siguiendo a Maleval- en soltar el objeto voz y soltar el objeto mirada.

La madre relata un episodio muy importante en su vida por el que él se vio poderosamente afectado. Se trató de la muerte del perro de su asistente escolar. George quedó perturbado con la muerte de este perro y hay algo de este gatito, Ben, que va a remediar esta pérdida. George -cuenta la mamá- vivía en Londres. Antes de sus 10 años pasó por muchos tratamientos, pero ella confirma que el mejor tratamiento fue su gato Ben. Ben fue un gato que encontraron, fue un gato abandonado y enfermo que George que recogió en ese estado penoso. Y este es un dato fundamental porque fue sin duda eso lo que fundó el encuentro entre ambos: este trazo singular de haberlo encontrado abandonado y en condiciones de enfermedad. Esto hizo que Ben pudiera incorporarlo en su mundo. Por eso digo que ahí hay algo de la falta que viene con Ben, viene fallado; trae la falta en sí mismo que podrá llegar a ser un doble. La mamá comenta que antes George había tenido un conejo, pero éste no había resultado igual que Ben. Ben viene a adherirse al borde que se ofrece en George mismo.

Según la madre, el mundo se dividía para George en dos. Por una parte, las personas que reaccionaban de manera extraña y le reclamaban a él haber causado problemas -es decir las personas que en realidad lo rodeaban- y los que realmente necesitaban ayuda, es decir “los fallados” -podríamos decir- entre los que se encontraba Ben y también George. A partir de la presencia de Ben, la mamá constató que George cambiaba su mirada, su atención, su habla e inclusive el registro de su voz.

Voy a destocar entonces de este caso, solo para recortarlo, cómo Ben viene a ocupar el lugar de doble como borde dinámico. Ben era la imagen de George -dice la madre-, lo que lo hizo apto para cumplir la función de doble. Desarrolló una relación perfectamente armoniosa. Ben seguía a George tanto como George seguía a Ben en sus juegos. El niño llegaba a imitar al gato a tal punto que a veces lo era -confiesa la mamá-. George se ponía en cuatro patas y maullaba como Ben o ronroneaba o imitaba su manera de caminar. La asimilación era aún mayor cuando George hacía hablar a Ben a través de su propia boca o de su propia voz, pero además prestándole sus ideas. Es decir que George podía ceder su voz y su mirada haciéndolo hablar a Ben. Por su boca salían, cedían palabras, pero en nombre de Ben. Es decir, él no se implicaba en esa enunciación. Hablaba a través de Ben. Esto es importantísimo para tenerlo en cuenta en la clínica. Nosotros en general trabajamos de dos terapeutas. Uno le habla a la otra terapeuta o al otro analista en vez de dirigirse directamente al niño. Es esta función de doble.

Entonces, el borde dinámico en este caso cumple la función de doble en el gato Ben. Y éste limita el goce -en el caso de George- que no está cifrado por el significante. Entonces, lo localiza. Todo el goce queda -en vez de localizarse sobre su propio cuerpo- sobre el del gato. El doble en el autismo no encarna la pérdida radical del objeto, sin embargo, la capacidad de localización del goce en el borde permite que el sujeto pueda controlar dicha falta y pone en funcionamiento el deseo. Claro que no se trata de un funcionamiento simbólico, sino de la superficie real que el doble le presta como intermediario. Finalmente, es interesante cierta distinción que Laurent realiza entre lo que él llama fenómenos de borde y acontecimientos de cuerpo. En el acontecimiento es donde aparece cierta cesión del goce que se produce a cambio de alguna incorporación de algo nuevo. Algo se pierde y algo nuevo se incorpora a cambio de esa pérdida. En cambio, muchas veces, los primeros tipos de borde que ubicábamos no implican una pérdida. No hay una extracción de goce. Simplemente implican un límite.

Bueno, hasta acá. Ahora podemos conversar lo que vaya surgiendo.


*Intervención en el Curso «Conceptos Fundamentales del Autismo y la Psicosis Infantil» organizado por Hospital del día Mafalda y el Equipo TGI.

[1] É. Laurent. La batalla del autismo, op. cit., p. 56.

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