ESTRUCTURAS DEL NUEVO MUNDO: LIBERALISMO PARANOICO Y LENGUAJES DE CONTROL[1]
Por Charles Melman y Alfredo Jerusalinsky
2020-09-19
Alfredo Jerusalinsky:
Bueno. Estamos en una situación, digo la humanidad cuando me refiero a “estamos”, me refiero al conjunto de las sociedades humanas, que yo llamaría “experimentalmente nueva”. Esto recibe varios nombres, por ejemplo, globalización; otro nombre es neoliberalismo; otros nombres demuestran una cierta voluntad de entendimiento internacional. En verdad, durante el siglo XX nacieron sociedades internacionales así preocupadas, por ejemplo, las Naciones Unidas o el Fondo Monetario Internacional. Digamos que sus focos no son el mismo, pero ambas son internacionales. No son las únicas, también están las sociedades de derecho internacional, los tribunales internacionales, y también los sistemas financieros internacionales como los clubes bancarios. Así, innúmeras sociedades como, por ejemplo, Organización Internacional del Trabajo o la Organización Mundial de la Salud. Todas estas lo que tienen en común es su intención internacionalista como si fuese posible crear un discurso común a todas las naciones. Digamos que esto está en la contrapartida, la contracara del nacionalismo. Es curioso porque todas las naciones que se sustentan como tales a partir de símbolos de totalización de la identidad dentro de la nación reconocen tácitamente, al reconocer a estas organizaciones mundiales, una contradicción en sí mismo. Parece que la identidad no puede abastecerse solo de uno. Por el tema que nos ocupa brevemente voy a citar un texto de Lacan, una frase apenas de De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de las psicosis, año ’56, donde él analiza la dificultad de que entre humanos nos pongamos de acuerdo acerca de aquello que se percibe. Y, sin embargo, también dice que no podemos prescindir de la tentativa de hacerlo porque –dice Lacan- la humanidad parece que no se puede mantener viva sino a partir de montar instancias y organizaciones colectivas. Más allá de los poderes de transformación de la naturaleza que fuimos adquiriendo, parece que hemos avanzado muy poco en este territorio; no en lo que se refiere a constituir burocráticamente estas instituciones internacionales -en eso parece que hemos tenido bastante éxito-, pero en lo que no tuvimos éxito hasta ahora es que ellas funcionen. Esto nos lleva a preguntarnos, ¿qué es lo ellas tienen realmente en común? Porque es evidente que no se trata del mismo objeto. Quiere decir que no hemos logrado superar esa diversidad de percepción.
Por otro lado, en la misma dirección, Laca nos apunta justamente en ese mismo artículo que cité De una cuestión que es muy difícil mantener orden donde falta un padre y justamente él anota, más adelante, que estamos soportante o sufriendo el declive de la función paterna. No es que esté preocupado del papá de cada uno, sino que estaba preocupado, y en su texto está preocupado de la caída de lo que permite articular estas diferencias, o sea que la función paterna. Que esto tenga consecuencias en la caída de la masculinidad y de los papás en la constitución de la familia es un hecho sintomático, un síntoma derivado de lo otro, que es lo principal; o sea, lo fundamental, es decir, la posibilidad de representar simbólicamente las diferencias porque si las diferencias se mantienen en lo real, tendremos la guerra. Entonces, precisamos analizar con cuidado qué quiere decir este declive de la función paterna. Este concepto nace en el psicoanálisis a partir del caso Schreber analizado por Freud, pero sobre todo a partir de la conceptualización de la función paterna que hace Lacan. Él nos apunta fundamentos que nos permiten penetrar en este problema. En primer lugar, debemos señalar que la caída de la función paterna está ligada a la paranoia. O sea que en la medida en que la diferencia que se sostiene con el otro se torna real, la pequeña diferencia se torna peligrosa, agresiva porque no hay cómo conversar acerca de ella, se pasa al acto inmediatamente. O sea, no hay cómo simbolizarla, lo que quiere decir simplemente ponerse a tomar un té con el otro para ver qué es lo que puede hacerse con esa diferencia y qué frutos pueden extraerse de lo que él sabe y yo no sé y la recíproca. Cuando entonces la función simbólica fracasa, el problema que tenemos es que nuestras instituciones internacionales se disuelven. Pero como todo el mundo sabe, “a río revuelto, ganancia de pescadores”. Entonces siempre están en todo el momento al acecho, en la esperanza de poder saltar sobre la presa, precisamente aquellos que se candidatan a sustituir al padre. O sea, es que se candidatan a ser los líderes. O bien, se candidatan a ellos ejercer el poder. No es entonces de extrañar, no es sorprendente que se tenga desconfianza de los políticos porque son candidatos para sustituir el lugar del padre, pero sabemos que no se comportan como padres. En las últimas décadas, los políticos han perdido prestigio vertiginosamente. La principal queja del pueblo es: “Ellos no nos representan. Por lo tanto, sus actos no son a nuestro favor”. La gran esperanza es encontrar una excepción, alguien que por fin logre sustituir al padre.
Debemos decir que la historia de los países latinoamericanos hubo varias maneras de crear candidatos a la sustitución del padre. Francisco Pizarro, en la costa del Perú, y bien cerca de la frontera con Ecuador, desembarcó con sus mosquetes, fusiles y sus hombres y el inca Capac lo fue a recibir. Mediante una traductora traída desde México, le dice Pizarro a Capac “Vengo a tomar posesión de estas tierras en nombre del rey”. El inca Capac le pregunta: “¿De qué rey se trata? Porque el rey aquí soy yo”. Y entonces Fray Vicente de Valverde le entrega al inca Capac los Evangelios y le dice: “Aquí dice que el único rey es mi rey”. Y el inca Capac arroja lejos los Evangelios diciendo: “Esto a mí no me dice nada”. Fray Vicente de Valverde: “Degolla a estos infieles”. Cuento esto que muchos ya lo deben conocer porque es la metáfora de la destitución estructural del Nombre-del-Padre en las colonias latinoamericanas. Desde entonces, sea los habitantes aborígenes, sea los inmigrantes que se tornan latinoamericanos -dicho sea de paso, que todo inmigrante ha perdido su padre en alguna proporción importante, claro que me refiero a la función paterna, o sea, la simbolización de la diferencia- y entonces tiene que construir una nueva identidad, su posición en esta nueva identidad. Lo que no siempre es posible. Sabemos que hay muchos inmigrantes que viven la vida toda como extranjeros en el nuevo país, lo que los deja extremamente vulnerables al acto.
Bien, debo decir, para concluir, que inicialmente la sustitución paterna se intentó en estos países con los invasores que tomaron el nombre de: virreyes, capitanes, bandeirantes, etc., según el país y que después fueron los medios de transporte que tomaron esa titularidad de transformación posible. Por ejemplo, las compañías de transportación inglesa se llamaban “Joy naútico”, “Joy brasileiro”, “Joy ecuatoriano”, etc., o se transformaciones en el nombre para legitimar la transformación. Hoy, no es tan necesario sustituir los nombres porque toda la lengua está globalizada. Solamente basta con colonizar a través de la lalengua, lo que implica un control riguroso de los medios de comunicación. Las nuevas tecnologías están justamente en el borde de esta cuestión, ¿para dónde va a inclinarse la sustitución del Nombre-del-Padre? Por ahora, la “solución” más rápidamente encontrada ha sido la del montaje de un estado paranoico. Bueno, hasta aquí lo que yo quería hablar. Su turno, doctor Melman.
Charles Melman:
Gracias Alfredo por esta brillante exposición y gracias a Valeria por la calidad de su traducción. Creo que Alfredo plantea preguntas que corresponden primeramente a América Latina. No estoy seguro de responderle correctamente. Creo que la cuestión del Nombre-del-Padre se trata de una forma en América Latina ya que fue importada por la colonización y vino a sustituirse a patronímicos indígenas que no tenían la misma incidencia ni dimensión. Imagino que el problema es el siguiente: llamamos “padre”, damos el nombre del padre a ese espacio Otro por el cual estamos comandados. Llamar a ese espacio Otro “padre” es una manera de apropiárselo y nacionalizarlo. Pero, este espacio Otro, en el caso de la América Latina, fue borrado por el hecho de que esa alteridad fundamental fue anulada por la llegada de los colonizadores que hicieron del Nombre-del-Padre ya no un nombre simbólico sino el nombre de un poder real. En la familia, ¿el padre tiene un poder simbólico o un poder real? Si es un poder simbólico, habla; si es un poder real, golpea. Y el problema es que va a ser llevado a la vida política donde o bien el poder el democrático y se apoya sobre un discurso, o bien es un poder real que se apoya sobre la policía y la armada. Es un problema tradicional y del cual no hemos salido todavía.
Alfredo evoca muy justamente lo que es hoy en día el declive del Nombre-del-Padre con la pregunta siguiente: “¿Qué nos comanda hoy en día?”. Yo tendría tendencia a decir que el declive del Nombre-del-Padre está provocado por dos fuerzas. Primero, el desarrollo de la economía del mercado que tiene necesidad que los consumidores levanten todas sus inhibiciones en favor de su goce. Imagino que el segundo factor que favorece el declive del Nombre-del-Padre es el desarrollo de la ciencia. La ciencia se muestra todopoderosa por sus realizaciones tecnológicas mientras que forcluye el Nombre-del-Padre. Es la razón por la que digo, como lo decía Freud, si la religión es nuestra neurosis universal, la ciencia es nuestra psicosis universal. De buen grado, plantearía la pregunta a Alfredo de si no tiene la impresión de que el mundo se ha vuelto completamente loco. Y de nosotros también, por ende.
Alfredo Jerusalinsky:
Formamos parte del mundo.
Charles Melman:
Por el momento, por el momento, pero va a arreglarse.
Alfredo Jerusalinsky:
Estoy completamente de acuerdo. Participo de esa impresión de que el mundo está loco. Justamente, el doctor Melman nos trae un punto fundamental que el discurso de la ciencia donde se supone que hay un saber todo, totalizado e incluso, digamos, que la ciencia -no los científicos individualmente porque cuando uno conversa con los científicos, ellos tienen un gran sentido de la realidad-, pero la promesa que la ciencia tiene que hacerles a los dueños del mercado es de tal dimensión y de tal extensión, de que no falte nada. Y esa posición de la ciencia como discurso es la que la hace merecedora de investimento: la promesa del goce total. Es así como vivimos en nuestro tiempo una inversión del tiempo y del saber. Pretendemos que es posible saber antes de tiempo, antes de que el tiempo nos permita vivir la experiencia. Es increíble, el punto de locura está en que armamos certezas antes de vivir la experiencia. Y la experiencia deja de tener valor, por tanto, el Padre deja de tener valor.
Charles Melman:
Alfredo, usted comenzó hace un instante con el problema de la globalización. Le propongo la fórmula siguiente: la globalización responde a una consigna “Capitalistas de todo el mundo, ¡únanse! Y así ganarán más dinero uniéndose que haciendo la guerra”. Y en la medida en que no hay otro sistema económico más que el sistema capitalista, se puede creer efectivamente que va a ser -como lo dijo un historicista japonés- el final de la historia. Pero vemos que no es cierto porque hay un capitalismo en el mundo que se muestra ser un capitalismo nacional. Hemos visto el nacional socialismo con el nazismo y ahora tenemos el nacional capitalismo con China. Esto cambia muchas cosas. La satisfacción, el goce propuesto es muy diferente según domine el nacionalismo o la economía de mercado. El nacionalismo promete un goce esencial que es narcisismo de la virilidad. Y también, hay que decirlo, es lo que promete la referencia al Nombre-del-Padre. El Nombre-del-Padre es el culto del narcisismo de la virilidad. Es por lo que las mujeres no están de acuerdo. Es por eso por lo que han pasado siglos protestando. Dicen: “¿Y yo? ¿Y yo?”. El goce de la economía del mercado es aquel del objeto. Ven la diferencia entre el culto del ideal, I; o bien el culto del objeto a. I es siempre nacional; a es siempre universal. Pero sucede que los chinos quieren dar a su pueblo, que ha sufrido tanto con el colonialismo occidental, una doble satisfacción: narcisista -es decir nacionalista- y objetal -es decir tener acceso a los mejores objetos libremente-.
La globalización que Alfredo evocaba hace un momento está entonces fragmentándose, anunciando guerras nuevas que se preparas. Es por lo que yo creo que, si lo que llamamos pomposamente los intelectuales tienen algo que decir, es interrogar los medios culturales para saber si no hay una mejor solución que la destrucción recíproca de los unos por los otros.
Quisiera nuevamente resaltar antes de terminar esta contribución que la crisis moral e intelectual que conocemos actualmente está ligada al hecho de que Freud y Lacan fueron rechazados por la cultura. Y ese rechazo lo vamos a pagar caro. Entonces, si de algunos de los que aún estamos aún tenemos lo que se llama un deber es favorizar ese progreso intelectual que consiste en un mejor conocimiento de esa alienación que nos hace padecer el lenguaje o decir que de esta alienación podemos dejar de ser las víctimas. Pero, tal vez Alfredo estaría de acuerdo conmigo, en constatar que lamentablemente no somos tan numerosos para continuar interesándonos en ese problema. Entonces, nuevamente gracias a Alfredo, por querer actualizar a la parte que está arriba del Atlántico. ¿Qué puede decir Alfredo?
Alfredo Jerusalinsky:
Hace un par de años, un amigo volvió de China. Y me contó, impresionado, de que el libro rojo de Mao se vendía para turistas como souvenir. Francamente, me dolió en el corazón. Nunca fui muy maoísta, a pesar de sí ser socialista porque hasta que China se decidió en el tiempo actual en hacer un capitalismo socialista hubo varios momentos en que vaciló si iba a ser un capitalismo capitalista. No tengo certeza de cuál es el camino que China ha decidido finalmente tomar. Si es el camino que el Dr. Melman interpreta, diría que me pongo lo más contento que es lo posible ponerse en estas circunstancias. Eso.
Charles Melman:
La cuestión es saber, desde mi punto de vista, Alfredo, si las criaturas que somos pueden soportar la libertad. ¿Tenemos una única experiencia histórica que nos muestre una organización social donde se haya celebrado el culto de la libertad? Evidentemente, es necesario precisa lo que llamamos así, pero podemos pensar que la libertad consistiría en reconocer la ley que viene del lenguaje y, a partir de ese momento, respetarla; no aquella que nos viene de una autoridad política, que nos vendría de un objeto, sino que nos vendría de lo que la lengua en sí misma sitúa como ley. ¿Existe eso o es un fantasma? Creo que, en tanto clínicos, vemos todos los días cómo se manifiesta una moral natural. Fíjese en los niños, que usted conoce bien, Alfredo. Tienen siempre sobres sus padres un juicio moral muy seguro, muy cierto y todavía más cuando los padres no respetan la moral. ¿De dónde les vendría esta moral natural? Nadie se los ha enseñado, y eso no se enseña en ningún catequismo, en ninguna mezquita ni en ningún yeshivá, y sin embargo tienen un juicio exacto de lo que hacen sus padres. Eso va a complicarse para ellos cuando se vuelvan adolescentes y sexuados, porque cuando somos sexuados descubrimos que la moral se ha vuelto en algo muy complejo y que no sabemos si ésta consiste en defenderse contra la sexualidad o en realizarla. ¿En qué momento soy todavía moral? Sabemos que el trabajo de Freud y el de Lacan nos permite no solamente plantear esas preguntas sino darles respuestas. Creo que estas respuestas modifican completamente la cuestión de nuestra relación al Nombre-del-Padre para que no seamos dependientes ni del narcisismo -el narcisismo de la virilidad- y que no nos volvamos adictos, dependientes del objeto. Entonces, tal vez no sea imposible, pero “puntos de suspensión”.
Alfredo Jerusalinsky:
Si me permite, me gustaría agregar a su consideración sobre la cuestión moral y sexual. Es ese eterno conflicto que vivimos. En la situación actual hay algunos hechos que me despiertan cierta esperanza. Vista con tranquilad, buena voluntad la dispersión y la multiplicación del ejercicio sexual, me refiero a los millares de aplicaciones, de fuentes de pornografía, fuentes de encuentros semi-amorosos y sexuales, la desacralización del ejercicio mismo de la sexualidad y la caída de varios tabúes; me lleva a preguntarme, a partir de la experiencia clínica cotidiana, si no será ésta una resistencia del sujeto a integrarse como objeto al mercado. Porque en general él no paga nada por eso y a pesar de los esfuerzos de varias corporaciones de capturar la sexualidad en el campo del mercado, esto no parece haber marchado muy bien en términos económicos. Por ahora parece que hay una lucha en la dirección de “este cuerpo es mío”.
Charles Melman:
Te encuentro muy optimista. Le felicito por ser optimista porque como usted lo ve, va a haber un mercado de madres en alquiler, es decir que el abastecimiento de niños va a convertirse en un mercado. Esto está pasando, se está preparando. Vuelvo a lo que Alfredo resaltó, el atribuir al declive del Nombre-del-Padre dos consecuencias en Europa, en todo caso; no sé para América Latina. En Europa, hay un desinterés por la vida política. Cuando hay elecciones puede haber la mitad de los electores que no van a votar como si la organización de la sociedad no les interesara ya, como si la cuestión de la relación con los otros se encontrara decidida de otra manera que por la vida política; como si la cuestión de la libertad se encontrara resuelta por el uso de Internet, por ejemplo, que por la papeleta de votación.
El segundo efecto, me parece, del declive o la anulación del Nombre-del-Padre es lo que llamaría “la laicización de la sexualidad”, que se ha convertido en un consumo como cualquier otro. Creo que estos dos fenómenos, el desinterés por la vida política y la desacralización de la sexualidad, están ligados ambos a la anulación o el declive del Nombre-del-Padre. Con la pregunta siguiente: ¿cómo nosotros, psicoanalistas, los que tenemos que vérnosla con esos problemas sobre el diván, tenemos una intervención o una respuesta posible o simplemente una constatación que hacer? ¿Qué opina acerca de ello, Alfredo?
Alfredo Jerusalinsky:
Voy a retroceder un poco para tomar esta cuestión de los niños. Desde el punto de vista clínico, tenemos una serie de fenómenos psicopatológicos colectivos en la infancia que son correlativos a la multiplicación de las guarderías para niños y también a la multiplicación de la declinación de los padres hacia las pantallas luminosas en las nuevas tecnologías. O sea que se registra una menor presencia en el cuidado de los niños sobre todo los pequeños. Esto se continúa en la adolescencia con la desvalorización del saber del adulto ya que Google responde mucho mejor que papá.
Charles Melman:
No es difícil que Google responda mejor que papá.
Alfredo Jerusalinsky:
Me refiero a la información y ciertamente no a la función porque Google, justamente el problema que crea es que no responde ni sustituye la función, la anula. Digamos que ensancha, dilata lo imaginario y permite entonces una confluencia con el mercado porque el mercado se alimenta de la fantasía de un objeto total; por lo cual, digamos que la suposición de una totalización que simplemente se materializa en la información, deja a la función paterna en el campo de la castración sin armas. El padre entonces y el maestro caen en la impotencia. Es por que se han producido falsas epidemias. En verdad no son tan falsas. Lo que son falsos son los diagnósticos. Por ejemplo, la epidemia de autismo, la epidemia de la depresión, la epidemia de hiperactividad y falta de atención; todas ellas ponen en paralelo el desarrollo de técnicas de contención, no de cura ni de restablecimiento de la posición del sujeto, sino simplemente de contención, o sea volver al niño a una posición disciplinada, o sea el control de la vía del goce autorizada. Esto quiere decir meter a los niños en el tubo que conduce al mercado. Los que no son autistas, que se cuiden y entren por el tubo.
En este panorama es verdad que soy positivo, pero, Dr. Melman, ¿no cree que los analistas precisamos encontrar los mínimos trazos significantes que nos permitan una interpretación que desmonte este inconsciente que se fabrica desde un colectivo de mercado? Es por eso por lo que yo me atrevía ir a buscar justamente eso que yo sinteticé bajo la frase de “Este cuerpo es mío”. Debo avisar que no es la primera vez que aparece en prácticas de salud mental ligadas al psicoanálisis esta proposición. El movimiento antipsiquiátrico, por ejemplo, tomó esta inclinación. Considero a la antipsiquiatría como un momento histórico de resistencia.
Charles Melman:
Usted dice, Alfredo, “Este cuerpo es mío”. Quisiera hacerle notar que no es siempre es el caso. Si por ejemplo, soy anoréxica, le hago saber que ese cuerpo no me interesa y no lo tengo. Pero si soy obeso, es de cierta manera la misma cosa, no me intereso por ese cuerpo. Y si hago deporte, por ejemplo, es tal vez para satisfacer una imagen de mí mismo que el de ocuparme de la realidad de ese cuerpo. La cuestión entonces de esa pertenencia al cuerpo es una vieja pregunta filosófica. Y puedo entrar en la vida social siendo simplemente una bella imagen. Hay un hecho antropológico respecto del cual quisiera preguntarle si está de acuerdo con mi formulación. Diría que por primera vez en la historia de la humanidad, tenemos que vérnoslas con generaciones que de desinteresan completamente de sus hijos. Quiero decir que la disociación de las parejas, de la cual cada uno de nosotros sabe cuán frecuente es, es el testimonio que hemos dejado de considerar a los niños como una prioridad. Nos consideramos incapaces de darles una educación y les dejamos en manos de educadores, es decir, de las escuelas. Si admitimos que el deseo esencial de una criatura viviente sea hombre o mujer, es de hacerse reconocer como hombre o como mujer, es decir, tener las insignias de la virilidad o de la feminidad, ¿la escuela es capaz de responder a esa exigencia esencial? Si decimos que no, que no es capaz de responder a esta exigencia, comprendemos que los jóvenes se organicen en pandillas y que no esperen nada ya de los adultos de la generación precedente y que sea por un proceso puramente imaginario de multiplicación que encuentren las insignias de la virilidad y de la feminidad. Me pregunto y le pregunto si un escalón que ahora se ha vuelto un escalón social no es lo que explica ese fenómeno que llamamos populismo. Punto de interrogación para Alfredo y si tiene la posibilidad de decirme algo de ello, estaría muy contento.
Alfredo Jerusalinsky:
¡Menuda pregunta! Porque el populismo implica, como ya antes, hoy mismo afirmé, una tentativa desesperada de sustituir al padre. Es por eso que los que integran estos movimientos -que así se da a llamarlos-, movimientos sociales, estos movimientos tienen la particularidad de que aquellos que los integran están dispuestos a dar la vida por ellos. Si me permite, voy a evocar a Nietzsche como uno de los precursores filosóficos de esta posición. No es en vano que él evocaba a Zaratustra, cuya única verdad hasta ahora que yo conseguí ver, la única virtud que conseguí ver, es simplemente considerar -estoy ironizando, claro, no es una virtud de verdad- no darle a la muerte su importancia sino la del fundirse con el todo. Que el niño pequeño no cuente con sus padres, o cuente mucho menos con sus padres, ¿no será ese el motivo por el cual las calaveras les parecen simpáticas a los niños hoy y que exista el movimiento adolescente llamado “góticos”? Los góticos celebran la ausencia de función paterna, diríamos, que están en la contracara, la cara opuesta, de lo que llamamos populismo. Diría que se tratan de dos movimientos antagónicos, que ambos tienen algún parentesco con el abandono de la infancia. Un movimiento populista es la búsqueda desesperada de la sustitución del padre. Y del otro lado, el ejercicio del resentimiento por el abandono, porque ahí “gótico” no quiere decir un estilo arquitectónico sino un culto a la muerte. No tengo certeza de haber respondido a su pregunta. Es una pregunta para continuar trabajando. Espero que podamos continuar trabajando en ella.
Charles Melman:
Muy bien. Usted ha respondido perfectamente, Alfredo.
Alfredo Jerusalinsky:
No sé si tenemos preguntas o algún comentario que haya llegado por escrito. Como tenemos nuestra tecnología que divide los campos porque estamos en Zoom aquí los tres y esto se retransmite por YouTube, entonces si los colegas, oyentes y participantes, tienen acceso a alguna forma de hacernos llegar sus preguntas. Si no es posible, al terminar esta live, mi mail y mi WhatsApp, y a través del uso tecnológico y asistencia de la ALI, pueden hacernos llegar sus comentarios, preguntas y veremos en qué nos equivocamos.
Quiero agradecerle fuertemente al Dr. Melman que haya puesto su tiempo y su empeño en mantener este diálogo que considero de la mayor importancia para todos los que trabajamos en el campo del psicoanálisis y que, como él mismo dijo, no somos muchos los que nos interesamos en particular en estas cuestiones, pero somos, y diría que casi todos, los que nos vemos afectados por estas cuestiones. De modo que, seguramente, esta conversación que tan generosamente el Dr. Melman nos ha permitido, pueda tener alguna incidencia en nuestras prácticas cotidianas, la clínica y, más allá de ellas, en el campo social.
Pregunta: En este sentido, ¿habría un punto común entre los populismos de derecha y de izquierda?
Alfredo Jerusalinsky:
El parentesco que hay entre ambos populismos está en lo que los causa. Lo que los causa es el declive de la función paterna. Pero el propósito es completamente diferente, o sea el camino que proponen seguir para hacer frente a esa forma de la angustia es diferente. El propósito en el populismo de izquierda es encontrar una vía de compartir de un modo más justo lo que ese grupo humano es capaz de producir. Y en el populismo de izquierda todavía, digamos, el arma principal es la ley que regule y distribuye de un modo más justo los sistemas de goce. Me refiero a que los integrantes de esos movimientos populistas de izquierda en general se alimentan de ideales de solidaridad recíproca. El problema que tienen es que conjugar esos ideales con nacionalismo es contradictorio. Justamente porque en los nacionalismos, las pequeñas diferencias no son fácilmente toleradas y la ley fácilmente se puede deslizar a garantizar la separación de clases, lo que acaba produciendo fenómenos sociales contrarios a su propósito. Diría que el populismo de derecha es más coherente porque el propósito es el ejercicio de un poder. Esa es la apuesta que la derecha hace a la restitución de un lugar pseudopaterno. En realidad, no lo es. A Hitler, las federaciones públicas lo llamaban Führer, pero en un campo más íntimo era llamado padrecito. Así, dicen los historiadores y yo les creo.
Charles Melman:
Creo que no podría responder mejor y suscribo a lo que Alfredo dijo. Gracias, Alfredo que ha sido como de costumbre muy brillante y militante.
Alfredo Jerusalinsky:
Muchas gracias, querido Doctor. Hasta pronto.
[1] Conferencia pronunciada vía YouTube el 19 de septiembre del 2020.
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