Presentado el 23 de marzo 2016
Escrito por Liliana Salazar
La ultimísima enseñanza de Lacan explora las consecuencias sobre el ser-hablante de lo imposible de la satisfacción pulsional y de los límites de la identificación. En el diálogo con la modernidad, esto designa al discurso psicoanalítico un lugar particular, un lugar a partir del cual puede hacer resonar que su ética toma en cuenta la singularidad. Es por ello que en la guerra de discursos de la que hablamos hoy, el psicoanálisis lacaniano se separa de otros discursos de la modernidad, como el religioso o el del orden público, privilegiando como interlocutor el discurso de la modernidad del que se deja enseñar sobre este punto a saber, el arte.
Un ejemplo del discurso moderno del que nuestra orientación se diferencia y del que podemos extraer una lectura a partir de la ultimísima enseñanza de Lacan, lo extraigo de un “flash radio” de esta mañana en eco con la actualidad. El autor del reciente libro: Plonger au cœur de la fabrique dijhadiste, “Hundirse en el corazón de la fabrica dijhadista” expone una tesis que es retomada enseguida por una psicóloga. La tesis consiste en construir una especie de perfil dijadhiste a partir de una filiación: hermanos de sangre. Para esta tesis, se apoya en el hecho de que los últimos atentados fueron realizados por parejas de hermanos, lo que le permite presentar una serie: los hermanos Merah, Couachi, los de Boston, y ahora en Bélgica, los hermanos Elbakrou. La lectura que hace de esa particularidad del lazo familiar se convierte en una regla común intrínseca al funcionamiento de toda pareja de hermanos y válida para todas las situaciones: el lazo de sangre, aseguraría una complementariedad, un todo, en el que el lenguaje sería el mismo, permitiendo coordinar los actos por la vía de la comprensión de un código ligado a una historia común y esta relación consanguínea.
Esta tesis es comentada por la psicóloga invitada, a partir de la teoría edipiana que la conduce a hablar de la “familia delincuente”. En esta vulgarización del funcionamiento del ser-hablante, resulta el siguiente perfil: familia delincuente es aquella en la que existen hermanos extremistas con padres que han sufrido fracturas en su historia; si a esto se le suma un poco de errancia y de rechazo social, tenemos los componentes de un aislamiento o encierro en sí mismo, que sería la causa de las características que hacen favorable el terreno para el discurso extremista religioso.
En lo dicho, se supone la identificación como una operación que se realiza a partir del mismo fondo de interpretación, es decir, una única versión de los padres y en la que está ausente la cuestión singular del goce de cada ser-hablante. De esto se deduce que ambos hermanos crecieron con la misma marca de la fractura que se supone existe en este tipo de familia. Si se tomaran estas lecturas como punto de apoyo para tratar la problemática a la que estamos haciendo frente, se favorecería otra forma de encierro identitario que, inscrito en una versión de la norma, llamémosla “salud mental”, no trataría lo imposible de la identificación y sus consecuencias.
Tenemos otra lectura de la identificación horizontal, “entre hermanos” como lazo simbólico y no de sangre, que nos propuso Éric Laurent en uno de sus recientes artículos publicados en Lacan Quotidien. Otra consecuencia que explora Jacques-Alain Miller en El ultimísimo Lacan es la articulación entre lo imposible de la identificación y el empuje al Uno del goce. El empuje de la pulsión es aquello que destacamos en este seminario, en relación con la formación del analista.
La pregunta que se plantea es: ¿cómo operar en la clínica y como ocupar un lugar a partir de un discurso, si el analista en su formación no se ha confrontado a este punto de imposible?
Dicho de otra manera, ¿cómo hacer para que el campo de lo posible que es la defensa, no venga a ser ocupado por la relación que el analista en formación sostiene con el psicoanálisis mismo? En este seminario se propone como alternativa tomar en cuenta la paradoja lógica intrínseca al psicoanálisis: La diferencia entre práctica y perspectiva. La paradoja por un lado muestra que el psicoanálisis define aquello a lo que apunta a partir de lo que la práctica le enseña: El Uno y lo singular fuera de sentido. El límite es el retorno incesante del sentido, que hace un velo frente a lo cual apunta. Con la elaboración del inconsciente como estructura, se despliega una lógica intrínseca a la práctica del psicoanálisis en el registro de lo posible. En la elaboración que diferencia inconsciente y “bévue” o escollo, se elabora la cuestión del Uno, indicando la perspectiva del psicoanálisis como lo imposible de atrapar por el significante. Es en relación al tratamiento de este impase que podemos entender la indicación de Lacan: “el arte nos precede”.
Lo que indica la paradoja entre práctica y perspectiva, “lo que no cesa de no escribirse” de lo real en juego, posibilitaría el despertar, nos dice Miller. Podemos entonces así deducir que el sentido se infinitiza como defensa porque adormece frente a lo real traumático.
Para el tratamiento de este impase Lacan propone al analista el pase como perspectiva en su formación. La proposición del pase en esta lógica, está inscrita en un “movimiento de volver a empezar, que no impide la promesa, pero que asegura que no se cumplirá”.
En la última jornada de Escuela, fue evocada la cuestión del efecto de “despertar”, que puede producirse o no, en la transmisión hecha al cartel del pase. Retengamos, para terminar esta presentación, que la paradoja lógica extraída de El ultimísimo Lacan nos permite pensar la importancia del pase en nuestra formación, articulada a la posibilidad de ser un interlocutor despierto en la modernidad.