Intervención en la Primera Sesión del Seminario de Investigación sobre Práctica Analítica de la NEL Nueva Escuela Lacaniana
Éric Laurent
2017-03-11
Voy a, con mi comentario, tejer algo con lo que Miquel dijo tanto antes y tomar mi punto de partida del movimiento hecho por Lacan a partir de lo que era la formación en las Escuelas analíticas, digamos de la IPA, en el momento en el cual trata de deducir completamente la formación, o el tema de la formación a partir del discurso analítico y de la experiencia analítica como tal; separándose de las formas universitarias, propias al discurso universitario que eran aceptadas, digamos, sin una crítica profunda. Y efectivamente, fue la importancia de este acento puesto con la frase que ya Miquel citó, que “no hay formación del analista sino más bien formaciones del inconsciente”. Y esta frase efectivamente, pone el acento en la primacía del inconsciente para deducir todo el resto y todo lo que entonces se va a poder llamar enseñanza, formación, trabajo dentro del psicoanálisis. Y esto es tan importante en el momento actual en el cual ya se señaló el lugar del discurso universitario y también se puede decir las tentaciones del discurso del amo de hacer los nombramientos para definir quién puede ejercer psicoterapias, psicoanálisis, etc. en este movimiento de construcción al nivel del planeta, del psychic school en los diversos países pero se constata la construcción o las tentativas de construcción de burocracias que incluyen en las burocracias sanitarias, que tratan de incluir una zona de psicoterapia y efectivamente la tentación del discurso del amo es tratar de remplazar, digamos las autorizaciones dadas por las escuelas de psicoanálisis, confiables por supuesto a la universidad, pero bajo la égida de agencias burocráticas dependiendo directamente del aparato sanitario. Y entonces, esto refuerza la necesidad de poner el acento en lo que es lo específico de la formación analítica ligada al hecho de que toma en cuenta esta dimensión primaria del inconsciente como tal.
Se puede decir que el analista es un tema que también fue tocado por Miquel, el analista formado es un analista producto, es el analista que primero no solamente se ha formado a la retórica del inconsciente y sus formaciones, su gramática, pero también se ha formado a la producción de su inconsciente y que él mismo como sujeto es el producto de la operación de dejarse enseñar por su propio inconsciente; hacerse a su Dasein de psicoanalista es, digamos el horizonte más crucial de la formación del analista. Si empezamos con Freud, en cada país el psicoanálisis se ha instalado en relación con lo que eran las formas de homologaciones sociales del deseo de curar. Freud se ha mostrado dispuesto a negociar con el discurso del amo la salvaguardia del psicoanálisis adaptándolo a las definiciones de la dimensión terapéutica. Esto variaba mucho según los países. Pero, el acento fundamental puesto por Freud, que es crucial en su texto de 1926, la cuestión psicoanálisis profano[1] en lo cual subraya que para él es asegurarse que la adaptación terapéutica, que la dimensión terapéutica del psicoanálisis no vaya a matar la ciencia analítica, la dimensión del discurso analítico como tal. Esa es la razón por la cual, al mismo tiempo que aceptó estas negociaciones con los representantes de las agencias que vigilaban la terapéutica, quería al mismo tiempo que el psicoanálisis sea difundido como un método de conocimeinto como tal y quería proponer a los universitarios analizarse, como un método de descubrimiento en cada una de las disciplinas universitarias, descubriendo la dimensión que tenía que ver con el inconsciente como tal en cada una de estas disciplinas. Y al origen, el psicoanálisis didáctico, el personaje del Der Analytiker, en alemán, no era un analista especializado en formar en otro analista. El Der Analytiker era más bien un universitario que se hacía analizar para descubrir lo que había en su disciplina de interés por el inconsciente como tal. Y se sabe que esta propuesta de abrir la dimensión del psicoanálisis como instrumento de descubrimiento a nivel del saber puro, eso fue rechazado por la mayoría de las sociedades analíticas que no querían abrir la disciplina analítica más allá de los médicos como tal; y que veían de muy mal ojo el hecho de así emancipar el psicoanálisis de la dimensión terapéutica, la más reconocida, que era del lado de los médicos.
Al inicio de estos debates dentro del psicoanálisis y de las instituciones analíticas, lo que desplazó fundamentalmente estos temas fue la adaptación del psicoanálisis de los niños; fue la instalación en el panorama del psicoanálisis de niños que inmediatamente se abrió a la dimensión de los no-médicos porque de entrada no había pediatras en el momento en el cual se abrió esta dimensión, en los años 20, y se aceptó mucho más fácilmente el hecho de que los analistas podían formarse en esta terapia hacia los niños. Y fue allí que un gran desplazamiento se produjo y permitió, poco a poco, la construcción de lo que era antes limitado a la formación médica, la utilización del psicoanálisis dentro de la psicología universitaria como zona de mediación entre análisis y autorizaciones, digamos, burocráticas de cura.
Pero Lacan sí intervino en un momento en el cual este primer desplazamiento hacia el psicólogo, o el analista-psicólogo se había hecho. Lacan modificó profundamente esta instalación de lo que era en la época la formación del analista, manteniendo una distinción en tres niveles, ahí donde Freud veía dos niveles: el nivel terapéutico y el nivel didáctico (o el nivel de la inserción del psicoanálisis dentro de la civilización). Lacan distingue tres niveles en el Acto de Fundación de su Escuela:
Considera una primera sección que tiene que investigar sobre el psicoanálisis puro, es decir el verdadero problema del psicoanálisis didáctico es cómo definir el analista de otra manera de como rasgo de ideal, con un rasgo de conformidad a un ideal. Y entonces, antes de este Acto de Fundación, es antes de la definición de las modalidades de la experiencia del pase pero ya están incluidas como posibilidad en la primera sección, la sección del psicoanálisis puro.
Después se articula esta primera sección con la segunda, que Lacan llama “Psicoanálisis aplicado”. Antes de Lacan, lo que se llamaba psicoanálisis aplicado era el psicoanálisis aplicado a las dimensiones de la cultura. Por ejemplo, la primera revista de la época de Freud, Imago, se consagraba al psicoanálisis aplicado a las disciplinas tipo literatura, historia, etnología, etc. Lacan cambia este uso de la nominación llamando “psicoanálisis aplicado” a lo que era la terapéutica y la clínica médica. Y esto fue una revolución esencial. También el hecho de no considerar dentro de esta sección como un tema digno de atención la definición de un psicoanálisis orientado hacia la psicoterapia, precisamente él define la segunda sección de la Escuela como terapéutica y aplicación a la clínica médica para separarse de la psicoterapia, para separse de lo que tomaba forma especialmente en los Estados Unidos y un poco en Inglaterra, pero esencialmente en los Estado Unidos, en el cual Lacan critica este acento critica a esta formación con el acento puesto en una psicoterapia psicoanalítica que da un “conformismo general, un barbarismo de la doctrina, una regresión a un psicologismo puro y simple”. Entonces, era toda la ambición de la segunda sección de psicoanálisis aplicado era separarse de esta dimensión de reducción del psicoanálisis a una técnica, más bien considerar lo que eran los avances, los desplazamientos de la clínica psiquiátrica como tal y no olvidar que los años 50, 60 fueron años de una creación clínica a nivel de la psiquiatría que era de una novedad extraordinaria compara a los años 30 y 40.
La tercera sección de la Escuela retoma de manera clara lo que era el proyecto de lo que era el proyecto del Der Analytiker freudiano, del psicoanalista didáctico freudiano adaptándolo a la situación de los años 60. El proyecto freudiano de este análisis de los universitarios era contemporáneo de una cierta forma de organización universitaria que no existe más ahora; de drop-out, de gente que desde el interior del sistema se separaban del sistema. En la época en cual Freud intervino hay que recordar el papel distinguido de lo que se llamó en ruso la “inteligencia” pero para designar una forma de drop-out de los que se separaban de la universidad una vez adquirido un nivel universitario. Y esta forma de drop-out universitario es siempre una forma con la cual se debe considerar el efecto universitario. Recordar siempre que desde del inicio de la Universidad, de la invención de la Universidad en el siglo XI y XII, en su difusión europea, desde el inicio la Universidad produjo también rebeldía de los estudiantes universitarios. Esta rebeldía, cuando la Iglesia era el poder dominante universitario, produjo los Goya, que era la forma de rebelión de los estudiantes en los años 20; del siglo XX fueron la Inteligencia; en los años 60 del siglo XX, hubo precisamente lo que se llamó los drop-out. Se puede también pensar que hoy día, el triunfo universitario y la manera con la cual se globalizó la educación, vemos al mismo tiempo las resistencias que esto produce tanto al nivel del malestar de los estudiantes que, por ejemplo, piden en todas las universidades que haya una atención psicoterapéutica especial para ellos y también constatar el número tan grande de suicidios de estudiantes que hay en los países en el cual la forma universitaria es la más rígida como en los países asiáticos, en el cual se constata los desgastes subjetivos producto por esta búsqueda de una supuesta excelencia, pero de un trabajo infernal de los estudiantes. Y es claro que el psicoanálisis se tiene que interesar, cada vez adaptándose a la época, a los drop-outs, digamos a los desechos producto del discurso universitario como tal. La reconstrucción que hizo Lacan del proyecto freudiano era precisamente adaptada a lo que era la situación de la enseñanza y las críticas que surgían dentro de la universidad misma, que surgían contra las formas más escleróticas de lo que era enseñado en esta época.
Así que esta adaptación, Lacan la construyó a partir, al mismo tiempo, del estado actual de los distintos discursos: el discurso universitario y su crisis, que era una forma especialmente destacada en los 60. Después el discurso histérico y su crisis, que es el feminismo. El feminismo de la época, de los años 60, al mismo tiempo surgía y renovaba completamente lo que era el feminismo tipo Simone de Beauvoir de los años 40-50. De la misma manera, hoy día, tenemos dentro del discurso feminista variantes, discusiones, debates en los cuales, por supuesto, el psicoanálisis tiene que interesarse. No hablo de la crisis del discurso del amo, el estado actual de la política en el mundo, la subida de los movimientos populistas en todos los continentes con variaciones distintas, etc., pero precisamente crisis de la política en Europa, crisis de la política en América Latina, crisis de la política en Estados Unidos, vemos que el discurso analítico entra en sintonía con estas crisis que forman parte del estado actual de los otros discursos. Y Lacan se interesa en los nudos, o el efecto de anudamiento de la formación en psicoanálisis con las crisis de los otros discursos a través de lo que es una, no tanto una crisis, sino la puesta en abismo de o que es el discurso analítico como tal. El discurso analítico es el único que tiene en su centro el hecho de que no se sabe lo que es un analista. Entonces, hay que construir un instrumento para indagar sobre lo que es un analista, lo que tiene solo respuestas uno por uno. Entonces el discurso analítico es un discurso que se puede definir, incluso al revés del inconsciente. El inconsciente se puede saber lo que es y Lacan pudo decir: “El inconsciente es el discurso del amo”. Es una formulación igual a decir que “El inconsciente es la política”. Se puede saber, uno puede saber, Scilicet, se puede saber lo que es el inconsciente, pero para saber lo que es un analista se necesita una experiencia e insertarse dentro del dispositivo de la Escuela como tal. Lacan instaló entonces o hizo de la cura analítica, de lo que antes de él solo se definía como “cura analítica”, recuerdan el título de su artículo fundamental “La dirección de la cura”[2], hizo de esto una experiencia, una experiencia que incluía para los interesados en esto, una exigencia experimental de ir hasta el final de estar experiencia inédita. Y entonces propuso examinar lo que es efectivamente trasformado en su posición subjetiva para el que va a hasta este final. Este término de “experiencia” se opone al término de “estándar”. En toda la perspectiva de definir un estándar, una definición precisa, digamos con una definición finita cerrada de lo que es el analista, solo se verifica que las condiciones de la experiencia han producido alguien conforme a lo que era conocido de antemano, mientras que en la experiencia lo único que debe ser central es examinar el producto, el resultado obtenido. Para cambiar los estándares que estaban en curso en las sociedades clásicas de psicoanálisis, Lacan hizo mucho. Introdujo una de-regulación sistemática del viejo sistema. Pero no era solo como algunos dicen, una de-regulación ciega tipo neoliberal, una supresión de la regla por el hecho de suprimir, sino era una de-regulación manteniendo en el horizonte los cambios necesarios en lo que organizaba la transmisión del psicoanálisis entre el enseñante, el supervisor y el analista didáctico. En una sociedad clásica se separaba cada una de estas tres funciones con la ambición de reducir los riesgos de identificación, para evitar al pobre candidato, como se llamaba, encontrarse con un solo interlocutor en estos tres registros. La doctrina fundamental de la IPA de la época era someter el fin del análisis a un criterio de verificar bien que el analista, producto final, no tuviera otras identificaciones que ser como los demás (analistas); verificar bien que un analista no creyera que hay analistas fundadores de discursos, que no creyera que hay analistas distintos de los demás; todo el mundo tiene que ser reducido a esto con este ideal mantenido como tal hasta hora en algunas orientaciones analíticas, reducir la transferencia a cero.
Es exactamente el revés de la perspectiva que introdujo Lacan. Primero, introdujo el hecho de que se reduje la transferencia a cero es pura ilusión. Una vez introducido un sujeto a la experiencia analítica es claro que, en el horizonte, mismo una vez atravesado el final, separado del aparato dicho del “sujeto-supuesto-saber”, aún después de este atravesamiento la transferencia no se reduce a cero. Precisamente la transferencia con el psicoanálisis, el trabajo con el psicoanálisis, con la Escuela es la Aufvebung, es un nudo de dar a este amor de transferencia una inserción dentro del discurso analítico como tal. Y, el discurso analítico, en su existencia, en el lazo de trabajo que hay con los analistas que han hecho la experiencia hasta el final, se mantiene esta dimensión de una transferencia al psicoanálisis como tal y no reducida a cero. Dentro de esta perspectiva, el criterio de la identificación Lacan lo hizo surgir al revés. El tema no era prohibir la identificación al analista, al supervisor, al enseñante, separar o prohibir la identificación; era más bien averiguar si el producto final de la experiencia, que era producir analistas, no sean definidos o que no se presentaban como semejantes, iguales uno al otro, conformes. Y al revés de la conformidad, él sostenía una práctica tal que producía analistas muy distintos y fue su argumento frente a la crítica de los que denunciaban el hecho de que él mismo podía ser al mismo tiempo el enseñante crucial de su Escuela con su seminario, al mismo tiempo ser el supervisor y también ser el analista. Lacan subrayó que si él tuvo que ocupar estas funciones fue porque él estaba inventando la práctica que convenía a los horizontes teóricos que descubría en su seminario. Y precisamente inventar el psicoanálisis en el movimiento mismo de su seminario, esta renovación lacaniana, se hacía al mismo tiempo que inventaba una forma de practicar la supervisión original y una forma de llevar la experiencia analítica de una manera original también al final. Y constaba, aún si él podía ocupar estos tres lugares, primero era su posición particular. No consideraba que todo el mundo tenía que hacer lo mismo. Era su posición de renovador de un discurso, renovación del discurso analítico, y constatando que los efectos de esto eran precisamente, no de producir un modelo a imitar, sino más bien analistas muy distintos en lo que fueron efectivamente sus alumnos: Laplanche, Pontalis, Mannoni, Rosine y Robert Lefort, eran gente muy diversa. Y precisamente esto fue ya en la época de Lacan y sigue siendo algo que en el pase hay que, cada vez, constatar, que la brújula se mantiene, que los AE, lejos de ser el mismo modelo de analista, son gente muy diversa. Y que lo que tienen en común no es la identificación, es la experiencia como tal.
Ahora, sobre el tema crucial de la invención de las formas convenientes de lo que es la supervisión
Lacan tuvo siempre la idea de evitar o no utilizar tanto el tema de “control” porque es un término utilizado al revés de su significación. No es el control como una conformidad que hay que averiguar, es más bien tomar en cuenta el hecho de que la experiencia del psicoanálisis tiene que ser adaptada caso por caso a la posición subjetiva del analizante. No es tanto un control, Lacan dice que el término de “supervisión”, por lo menos, es mejor que el término de “control”. Pero al mismo tiempo el tiempo el término de “supervisión” tiene algo de inadecuado, porque no se trata de “supervisión”, se trata de “superaudición”. No es que vemos que es un insight doblado, es más bien que en esta experiencia se verifica la particularidad de la experiencia analítica, es que se puede transmitir algo de lo que dice un sujeto a un tercero. Esto no va de sí, tenemos que ver que para adecuar nuestra práctica a la necesidad de una supervisión que sería analítica, hay que tomar en cuenta que no va de sí pensar que se puede transmitir el impacto de lo que dice un sujeto en la cura a un otro. Porque, por supuesto, no transmitimos un discurso como si el analista que va al control, con las reservas que guarda ese término, fuera un registrador, una grabadora de lo que fue. Transmite al mismo tiempo lo que le dice el paciente, el analizante, pero también el efecto que tuvieron sobre él estas palabras. Es la razón por la cual no se puede separar los dichos del analizante del efecto que produjeron en el analista; cuando va a ver otro analista entra en un circuito que es más bien que él transmite algo que produce un efecto en otro analista en posición tercera, y tenemos, como en el pase, una posición de una dritte Person¸ una posición de la estructura fundamental de la transmisión dentro del psicoanálisis, y cómo la transmisión del Witz, de la transmisión que apunto al hecho de que se verifica lo que se ha dicho en el modo mismo de transmitir a un otro. Esta inclusión de la estructura de la dritte Person¸ de la transmisión a otro en la mayoría de las orientaciones analíticas que hay, se toma en cuenta a partir de la supuesta contratransferencia: que al mismo tiempo que uno transmite lo que se ha dicho en la experiencia hay que añadir el aislamiento del efecto de que han producido las palabras del analizante sobre el analista bajo la rúbrica de contratransferencia. Lacan trató de construir una práctica que va en contra de la contratransferencia, más bien tratando de reducir la posición del analista, no a cero, no a un muerto, no a la ilusión de pensar de que no hay contratransferencia; por supuesto hay el hecho de que lo que dice un analizante produce efectos, pero Lacan trató de, en lugar de pensar de que esto se puede aislar, incluirlo en el fenómeno de la transferencia como tal. La contra de la contratransferencia es el fenómeno de la transferencia como tal. La transferencia incluye el analista en el discurso del analizante. Y profundizar, hacer resonar todas las virtualidades de esta perspectiva es necesario para asegurar la intervención del analista supervisor, o superauditor dentro del procedimiento. Esta posición del analista en posición de dritte Person precisa el hecho de que estructura psy no sería, por ejemplo, más eficaz si se añadiera un cuarto analista, para asegurarse que no haya una modificación de la experiencia, una torsión de la experiencia se pensó que era apropiado tener un cuarto analista o un grupo de analistas para controlar. Esto más bien es introducir una versión del Otro del Otro, es pensar una revisión sin fin que incluye Otros del Otro, para asegurarse de que el Otro del Otro existe. Más bien, en esta experiencia de la superaudición de un analista que va a ver a otro, tiene que incluir el hecho de que no hay Otro del Otro; que la experiencia de la supervisión es con “este” analista, con el modo efectivo en el cual él entiende su posición en el discurso analítico. De la misma manera en que no hay la producción de un analista ideal al final del análisis, no hay supervisiones ideales. Hay la experiencia de la supervisión con “un” analista particular, uno por uno, y que se define, no por su especialidad. Por ejemplo, soy lo suficientemente viejo por haber conocido debates en los años 60 en el cual se decía: “Tienes que ir a ver al analista tal, es formidable para el sadismo anal, especialista en sadismo anal”. Esto significaba que el tipo era especialmente desagradable con sus analizantes, entonces él mismo era suficientemente sádico-anal para enfrentar todos los sádicos-anales del mundo. Era ese tipo de cosas. Había el analista más duro y el analista más dulce, entonces el tipo bueno para post-sadismo, etc. ¡No! No es esta especialización, seguramente la particularidad del analista, como dice Lacan, el modo con el cual ha entendido su posición en el discurso analítico, que se señala desde la entrada en la experiencia analítica como tal. Pero también esta desidealización es fundamental, incluso dentro de la experiencia de la supervisión. Y esto aún más cuando hemos pasado de la experiencia clásica de la cura en efecto centrado en la definición del sujeto del significante, el analista en posición de significante cualquiera deducido de una posición de Otro, etc., cuando se acentúa más la posición del analista como objeto a. Y en la medida en que tratamos de construir o de inventar la práctica del analista, o la práctica de la época centrada cada vez más en esta posición del analista como objeto a, esto transforma, insiste el analista como el que tiene que ocupar la posición del a para dar a su palabra su función creacionista. Lo crucial, y lo dijo Jacques-Alain en su curso del 2011, el 11 de mayo, en el cual subrayaba que lo esencial de la supervisión no es el diagnóstico, averiguar si uno no ha hecho un error de diagnóstico -esto es una dimensión, pero no es lo esencial- lo esencial es cómo transmitir el hecho de que la palabra dentro del psicoanálisis tiene una función creacionista. La interpretación no es comentario, es creación. Hay un nudo, hay una articulación muy precisa entre el hecho que mientras más precisamente el analista ocupa la posición de objeto a, más su palabra tiene la función de un impacto, una creación o, Lacan llegó a decir, un contra-trauma. Si las palabras que tuvieron un efecto para un sujeto fueron las que lo traumatizaron, que hicieron un agujero en él, la palabra del analista tiene que ser contra-traumática, en cierto modo. Es decir que tiene un impacto que le permite al sujeto salir de lo que fueron las condiciones iniciales. Es por eso, también algo que Jacques-Alain subraya, esto se puede transmitir, enseñar al analista el cómo tiene que cuidarse con su palabra; mantener una palabra rara, una palabra siempre presente, tratar de dar a su palabra el efecto de lo que Lacan llamaba en el inicio de su enseñanza una palabra llena, y que más bien en su última enseñanza es la palabra creacionista. Esto es finalmente el verdadero secreto, la verdadera apuesta de lo que hay que mantener dentro de una experiencia de la supervisión en la época del parlêtre.
Voy a concluir con esto.
[1] S. Freud, “¿Pueden los legos ejercer el análisis? Diálogo con un juez imparcial”, in Obras Completas, tomo XX. Buenos Aires: Amorrortu Ediciones, 2004.
[2] J. Lacan, “La dirección de la cura y los principios de su poder”, in Escritos 2. México: Siglo XXI Editores, 1975, pp. 565-626