Carta de S. Freud al psiquiatra psicoanalista húngaro Istvan Hollos, director del asilo psiquiátrico «Casa Amarilla» , quien redacta un texto llamado «Recuerdos de la Casa Amarilla» (novela histórica sobre su función como director en el asilo) enviándoselo a Freud y donde la presente carta fue la respuesta de Freud al texto de Hollos.
Presentado por J.-A. Miller en la revista Ornicar? # 33. París, ECF, 1985.
Viena, octubre de 1928.
Estimado doctor.
Habiendo advertido que olvidé agradecerle su último libro, espero que no sea demasiado tarde para reparar este descuido. Éste no proviene de una falta de interés por el contenido o por el autor, cuya filantropía, por otra parte, he aprendido a estimar. Éste fue más bien provocado por reflexiones inconclusas que me siguieron preocupando mucho tiempo después de concluir la lectura del libro, lectura de carácter esencialmente subjetivo.
Mientras valoraba infinitamente su cálido tono, su comprensión y su modo de abordaje, me encontraba sin embargo en una especie de oposición que no era fácil de comprender. Finalmente tuve que confesarme que la razón era que no me gustan esos enfermos; en efecto, me enojan, me irritan sentirlos tan lejos de mí y de todo lo que es humano. Una intolerancia sorprendente que hace de mí más bien un mal psiquiatra.
Con el tiempo, dejé de considerarme un sujeto interesante para analizar, mientras que me doy cuenta de que no es un argumento analíticamente válido. Por eso, sin embargo, no pude ir más lejos en la explicación de este movimiento de detención. ¿Me comprende mejor? ¿No estoy conduciéndome como los médicos de antaño con respecto a las histéricas? ¿Mi actitud sería la consecuencia de una toma de posición cada vez más clara en el sentido de la primacía del intelecto, la expresión de mi hostilidad hacia el ello?
¿O más bien qué?
Suyo, Freud.