HISTORIA, MITO, FICCIÓN
Por Dossia Avdelidi
2025/11/26
Ya en «Función y campo de la palabra y el lenguaje en el psicoanálisis», Lacan sostiene categóricamente que lo que está en juego en la anamnesis psicoanalítica no es la realidad, sino la verdad. Llama a esta rememoración: «historia». El psicoanalista enseña entonces al sujeto a reconocer, como su inconsciente, su historia. Afirma que » lo ayudamos a perfeccionar la historización actual de los hechos que determinaron ya en su existencia cierto número de “vuelcos” históricos.»[1]
En este sentido, el psicoanálisis es la asunción por el sujeto de su historia. En su argumento, Patricia Bosquin-Caroz nos recuerda que el inconsciente es el capítulo censurado de la historia del sujeto. Sin embargo, la verdad puede encontrarse porque está escrita en otro lugar.[2]
Según Jacques-Alain Miller, en un análisis, se trata de hacer verdad de aquello que ha sido. «Sin embargo, la práctica, constantemente, nos confronta con lo que no se puede decir, y que Lacan también en sus inicios señaló en lo indecible».[3] Freud recurrió al mito para lidiar con este indecible. Desde la antigüedad, el mito se ha utilizado para cubrir lo real, para disimularlo, así como para darle un sentido, para crear una ficción y así contornearlo.
«En suma», explica Lacan, «el medio decir es la ley interna de toda clase de enunciación de la verdad, y lo que mejor encarna esto es el mito.»[4] El mito es solo una de las formas que puede adoptar la ficción. Viene en el lugar de la verdad que solo puede medio- decirse. No es, como anuncia Lacan en «Televisión», nada más que «el intento de dar forma épica a lo que se opera a partir de la estructura.»[5]
En la reseña del Seminario …o peor, él ilustra con los siguientes términos el camino que debe tomarse para pasar del mito a la estructura: «Se trata en el psicoanálisis de elevar la impotencia (la que da la razón del fantasma) a la imposibilidad lógica (la que encarna lo real).»[6] Es cuestión de pasar de lo imaginario a lo real de la estructura, de la prohibición a lo imposible, del sueño de Freud al más allá del padre. En otras palabras, el mito de Edipo es solo una formación imaginaria que intenta atribuir significado a un hecho estructural. El mito de Edipo es solo un velo de lo real, es una tentativa de imaginarizar lo real. ¿Qué es lo real que oculta? Según Lacan, es el hecho de que «el padre está castrado desde el origen.»[7]
El orden simbólico, cuyo pivote es el Nombre-del-Padre, es entonces del registro de la ficción. «La verdad hace pareja con el sentido, y los dos hacen trío con la ficción«[8], dice J.-A. Miller. En la última enseñanza de Lacan, La verdad que habla pierde su omnipotencia, se vuelve variable, múltiple, mentirosa.
Lacan, en «L’insu que sait de l’Une-bévue s’aile à mourre», donde también habla de la varidad del sinthome, afirma: «Lo real, tal como parece, lo real dice la verdad, pero no habla y hay que hablar para decir sea lo que fuere. Lo simbólico, en sí, apoyado por el significante, no dice más que mentiras cuando habla, y habla mucho. «[9] Materialmente, es imposible decir la verdad. «Las palabras faltan»[10], dice.
La verdad no es entonces sino un semblante frente a lo real. En este sentido, tiene una estructura de ficción. J.-A. Miller sostiene que «la verdad mentirosa es el saber en tanto elucubración, es la ficción cuya estructura es aquella de la verdad»[11]. Además, la ficción constituye uno de los principales meollos de la experiencia psicoanalítica. La ficción, aunque sea impotente para resolver la opacidad de lo real, aunque su destino sea ser derrotada, aunque el psicoanálisis no sea el triunfo de la ficción[12] es, sin embargo, indispensable. Un psicoanálisis comienza construyendo una ficción. El análisis en sí mismo es una hystoria y tiene estructura de ficción[13], como J.-A. Miller precisa.
Por el simple hecho de que hablamos, el S1 se articula al S2. Por el mero hecho de que uno hable, la palabra se ordena. De hecho, lo que el sujeto cuenta en un análisis es cómo llegó a producir sentido por el azar. El sujeto interpreta lo que le ha pasado. Añade una S2 al S1 azaroso que ha encontrado en su vida. «El azar cobra sentido”[14] dice J.-A. Miller.
Dar sentido a las contingencias siempre es engañoso. «No hay verdad que, al pasar por la atención, no mienta»[15], señala Lacan. Con esta frase, pone en duda, según J.-A. Miller, «el sentido de la operación analítica en sí, en la medida en que consiste precisamente en prestar atención a las emergencias de la verdad, aquellas que surgen en lo que llamamos las formaciones del inconsciente»[16]. La asociación libre es, desde esta perspectiva, una verdad mentirosa. Pero es igual de indispensable para la operación analítica que consiste en enchapar las emergencias de la verdad, las emergencias del inconsciente «en una articulación y hacer un discurso de ellas, por la vía de la asociación libre.[17]
Y aunque el inconsciente sea una lucubración del saber sobre lo real, es necesario emprender un análisis. Sin el inconsciente, la experiencia analítica sería imposible. P. Bosquin-Caroz lo formula de forma muy relevante cuando se refiere en su argumento a «la dimensión ética de la relación de los sujetos con la verdad, con la palabra, condición misma de su analizabilidad«. Lacan tiene una concepción variante de la verdad, inconsciente y ambigua; no se trata de una verdad absoluta, rigurosamente lógica y decible. Por tanto, es inseparable de los efectos del lenguaje, es decir, incluye el inconsciente. «No hay más verdad que de lo que dicho deseo esconde de su falta, para hacer como quien no quiere la cosa ante lo que encuentra«[18], dice.
Cuando se pasa entonces del idealismo de la verdad al materialismo del goce, ¿quién sería analista? J.-A. Miller nos da una respuesta: «Un analista sería alguien que sabría cómo medir la brecha entre la verdad y real, y que, de este modo, sabría instituir la experiencia analítica, es decir, la histerización del discurso.”[19]
*Avdelidi D., Histoire, mythe, fiction – NLS Congress 2026
[1] Lacan J., “Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis”, Escritos, tomo 1, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2018, p. 253.
[2] Ibíd., p. 298.
[3] Miller J.-A., « La vérité fait couple avec le sens », La Cause du désir, no 92, marzo 2016, p. 85.
[4] Lacan J., El Seminario, libro XVII, El reverso del psicoanálisis, texto establecido por J.-A. Miller, Buenos Aires, Paidós, 2008, p. 116.
[5] Lacan J., “Televisión”, Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2021, p. 558.
[6] Lacan, J., El Seminario, libro XIX, …o peor, texto establecido por J.-A. Miller, Buenos Aires, Paidós, 2016, p. 239.
[7] Lacan J., El Seminario, libro XVII, El reverso del psicoanálisis, op. cit., p. 106.
[8] Miller J.-A., « La vérité fait couple avec le sens », op. cit., p. 89.
[9] Lacan J., El Seminario, libro XXIV, « L’insu que sait de l’Une-bévue s’aile à mourre », lección del 15 de febrero de 1977. Inédito.
[10] Lacan J., “Televisión”, Otros escritos, op. cit., p. 535.
[11] Miller J.-A., « La passe du parlêtre », La Cause freudienne, no 74, abril 2010, p. 123.
[12] Ídem.
[13] Cfr. Miller J.-A., « Une psychanalyse a structure de fiction », La Cause du désir, no 87, junio 2014, p. 77.
[14] Miller J.-A., Sutilezas analíticas, Buenos Aires, Paidós, 2014, p. 88.
[15] Lacan J., “Prefacio a la edición inglesa del Seminario 11”, Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2021, p. 599.
[16] Miller J.-A., « La passe du parlêtre », op. cit., p. 119.
[17] Ídem.
[18] Lacan J., El Seminario, libro XVII, El reverso del psicoanálisis, op. cit., p. 64.
[19] Miller J.-A., « La passe du parlêtre », op. cit., p. 123
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