¡El Rey Está Desnudo! – por Marie-Anne Thomasset-Kraft – 2025/11/04

“¡EL REY ESTÁ DESNUDO!”

Por Marie-Anne Thomasset-Kraft

2025/11/04


Sigamos a Andersen[1] que nos cuenta la historia de un rey preocupado por su vestimenta con la que le gusta desfilar. Se dice que se sienta «en su guardarropa».[2]

Dos estafadores que dicen ser tejedores, le prometen una suntuosa prenda que tendrá la propiedad de ser invisible «a los ojos de aquellos que no eran aptos para sus deberes o que simplemente eran idiotas».[3]

Se apresuró a hacer el abrigo. Sus ministros, que habían sido enviados para ver el progreso de la obra, ¡no vieron nada! Angustiados ante la idea de ser destituidos de su posición, se jactaron ante el emperador de la belleza del vestido del que todos hablaban y con el que se vestiría en la próxima fiesta del reino.

Llega el gran día y, mientras se da cuenta con horror de que el disfraz es invisible a sus propios ojos, el rey no dice nada al respecto, nadie querría un rey tonto. Por lo tanto, está extasiado por la tela inexistente con la que se deja vestir. Así desnudo, se presenta a su pueblo.

Todos exclaman: «¡La ropa nueva del emperador es admirable! ¡Qué hermosa capa con cola, qué esplendorosamente se extiende!»[4], cada uno ansioso de no ser visto como un tonto por su vecino. Un niño grita: «¡Pero el emperador está desnudo!»[5]. Y entonces toda la multitud comenzó a gritar: «¡Pero no tiene ropa en absoluto!»[6]. Le pareció que la gente tenía razón, pero el rey se dijo a sí mismo: «Ahora debo aguantar hasta el final de la procesión». «Y la procesión continuó su camino y los chambelanes continuaron llevando la cola del vestido, que no existía».[7] 

¡Aquí hay un rey cuyo atuendo fálico es un gran desafío! El rey no se da por vencido con el falo, es el «propietario»[8] de él. La ropa son los atributos de su desfile viril y lo visten con una apariencia fálica que lo sostiene y lo establece como rey. Se encuentra en su armario.

Como J.-A. Miller, el que se cree propietario del falo, siempre tiene algo un poco frío, «un bien, que también implica el miedo a que se lo roben».[9] A pesar de la evidencia, quiere creer en el tejido que no existe, manteniendo a toda costa la ilusión de semblanza que viene a proteger «su pequeña posesión»[10] y que sostiene su ser.

El telón de la comedia fálica cae cuando el niño exclama que el rey está desnudo. El «fútil, [si no] irrisorio juego de visión»[11] saca a relucir otra escena. Aquí radica lo «cómico puro»[12] del que habla Lacan. Detrás de la ilusión del sujeto-amo, sólo existe el hombre-objeto, un producto puro, una caída pura. El cuerpo, en su caída, se separa de su imagen pomposa y el cuerpo erguido, una vez en el suelo, se desprende del significante ideal que lo sostenía. La indigencia fálica se condensa en la fórmula «¡El rey está desnudo!»

 Lo cómico está atado a lo patético, mientras que una vez que se rasga el telón de la comedia fálica, el rey reafirma que continúa la procesión como si nada hubiera pasado. El pequeño sigue corriendo. Aquí está el rey, pirueta de maní, que a pesar de su casa de cartón y sus escaleras de papel, sigue avanzando, porque siempre está el hilo dorado que puede atar la punta de la nariz… rota.


*Thomasset-Kraft M.-A., « Le roi est nu ! » – J55

[1] Andersen H. C., Les habits neufs de l’empereurdisponible sur internet.

[2] Ídem.

[3] Ídem.

[4] Ídem.

[5] « Les habits neufs de l’empereur », Mille et une histoires, n°26, Fleurus presse, enero 2002.

[6] Ídem.

[7] Ídem.

[8] Miller J.-A., « Des semblants dans la relation entre les sexes », La Cause freudienne n°36, mayo 1997, p. 8.

[9] Ídem.

[10] Ídem.

[11] Lacan J., El Seminario, libro VII, La ética del psicoanálisis, texto establecido por J.-A. Miller, Buenos Aires, Paidós, 2017, p. 373.

[12] Lacan, J., El Seminario, libro XI, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, texto establecido por J.-A. Miller, Buenos Aires, Paidós, 2005, p. 13.

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