No es Ateo Quien Quiere – por Sarah Camous-Marquis – 2025/11/02

NO ES ATEO QUIEN QUIERE

Por Sarah Camous-Marquis

2025/11/02


El declive de lo simbólico trae consigo la deflación del discurso y el descrédito del psicoanálisis. Para salir del significante que sería parte de un sistema de creencias obsoleto, la ciencia avanza como un enfoque más confiable y objetivo. Sin embargo, no todo el mundo es ateo.

Las fuerzas simbólicas

En su libro Pulsion, Frédéric Lordon y Sandra Lucbert acusan al psicoanálisis de haber «pasado […] del lado de las fuerzas del orden simbólico»,[1] o convertirse en el garante del orden del que el Padre es el pivote. Pero su ambición de sacarlo de allí no los convierte en ateos. Desmantelan las contribuciones freudianas y lacanianas en favor de una «Fuerza Animadora General»; su psicoanálisis «geométrico y materialista» es un intento, con Spinoza, de matematizar la pulsión tanto como sea posible, con la esperanza de sacar al mundo de su malestar contemporáneo: «capitalismo frenético», «retorno del fascismo». Si bien su trabajo parecía tener el mérito de reintroducir «la pulsión […] ausente del discurso», no escapan a la creencia en un saber que funciona sin sujeto y sin lo real del cuerpo. En este punto, la contribución de Lacan es bastante asombrosa.

El Dios de los Filósofos

Se dice que el famoso experimento pavloviano, donde el perro termina salivando con el mero sonido de la campana, es la demostración científica por excelencia de causalidad neuronal. Lacan hace una lectura completamente diferente de ella, no para apuntar a «una crítica absoluta» sino «a lo que nos aporta en términos de sugestión sobre cuál es la posición analítica».[2] Lo que Pavlov no sabe es que él mismo está incluido en su experiencia; es el sujeto de la ciencia, representado por el sonido de la campana. El organismo del perro es así engañado por la suposición de «un efecto significante, sobre un campo que es el campo de lo vivo». Por lo tanto, «donde está el lenguaje, […] no hay necesidad de buscar una referencia en una entidad espiritual».[3] Porque creer que está en el cerebro supone que el saber ya está ahí, preexistente, ¡y que todo lo que tenemos que hacer es encontrarlo! No es más que una creencia, heredera del Dios de los filósofos: el mundo de la ciencia moderna es así matematizable, ordenado por leyes, como lo fueron los cielos de la Antigüedad. Por eso Lacan dice que la ciencia es «firmemente teísta»[4], al igual que F. Lordon y S. Lucbert.

Más allá del Padre

Lacan sí equipara al sujeto supuesto saber con «Dios mismo», con el «Dios de los filósofos»,[5], pero si el analista lo pone en función, no se le pide que crea en él. Conoce por su propia experiencia su destino como desperdicio. El análisis produce el inconsciente como nuevo saber, y no está ya allí, pero es un saber con agujeros: ningún significante puede expresar goce.

A partir de entonces, el camino que todo lo importa es tanto un callejón sin salida como el de la ciencia, cuyo saber «funciona al lado de lo real».[6] Ambos no logran identificar lo inconmensurable que causa la división del sujeto. Luego, de la ciencia, Lacan extrae la lógica; él «maneja esta álgebra, […] el $, la a, incluso la A y el i(a)»,[7] para reinventar la práctica psicoanalítica más allá del orden simbólico, del padre y el Edipo. El acto analítico «sostiene con una mano» el hilo del sujeto supuesto saber y el del objeto, permitiendo que un sujeto se pierda para orientarse hasta exprimir lo real de su goce, es decir, la única manera de ser verdaderamente ateo, de salir de los espejismos de todo cálculo y de todo simbolismo.


*Camous-Marquis S., N’est pas athée qui veut – L’HEBDO-BLOG

[1] Lordon F. & Lucbert S., Pulsion, Paris, La Découverte, 2025, p. 11.

[2] Lacan J., Le Séminaire, livre XV, L’Acte psychanalytique, texte établi par J.-A. Miller, Paris, Seuil & Le Champ freudien, 2024, p. 21.

[3] Ibíd., p. 23.

[4] Ibíd., p. 164.

[5] Lacan J., “La equivocación del sujeto supuesto saber”, Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2021, p.

[6]  Lacan J., Le Séminaire, livre XV, L’Acte psychanalytiqueop. cit., p. 297.

[7] Ibíd., p. 153.

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