Una Fiesta de Risa – por Karine Soubaigné – 2025/10/28

UNA FIESTA DE RISA

Por Karine Soubaigné

2025/10/28


1968, The Party, una película de Blake Edwards, nos invita a una velada memorable, un momento de rara hilaridad. ¿Por qué es esto irresistible?

Plantemos la escena: una casa de ensueño con un diseño elegante, invitados selectos con rubias de Hollywood, camareros con librea, músicos de jazz. Un ambiente silencioso y refinado reservado para unos happy few. Pero luego viene Bakshi, alias Peter Sellers, el incongruente, el indeseable, el que lo descarrilará todo. Su presencia aquí se debe a un malentendido: más temprano en el día, el actor indio destruyó inadvertidamente el escenario ruinoso de la película de un importante productor estadounidense, lo que provocó la furia de este último. Está en la lista negra. Pero su nombre aparece por error en la lista de invitados de la fiesta organizada por el famoso productor. ¡Error de casting! Nada más entrar, Bakshi anuncia de lo que es capaz su torpeza: un primer paso en falso le hace perder el zapato. Este último luego se pierde y desafortunadamente llega en una bandeja de bizcotelas. Peter Sellers encarna a la perfección a este extranjero que no tiene los códigos, que comete una serie de errores y no tiene cabida en este mundo brillante.

«Lo cómico», dice Jacques-Alain Miller, «siempre tiene que ver con la imagen de sí y con el ruido de la imagen d sí».[1] Bakshi somos nosotros, por supuesto, la imagen tambaleante que queda atrapada en la alfombra de la propiedad, el gesto fatal, la mancha en la pintura. No puede fingir, cuando quiere parecerse a los invitados e imitarlos, los remeda. Lo que se revela es este algo que se desliza bajo las apariencias suaves y pulidas y que hace que todo falle. «Hay que recordar simplemente que en la comedia, lo que nos satisface, nos hace reír, nos la hace apreciar en su plena dimensión humana , no exceptuando tampoco al inconsciente, no es tanto el triunfo de la vida como su escape, el hecho de que la vida se desliza, se hurta, huye, escapa a todas las barreras que se le oponen precisamente, a las más esenciales, las que están constituidas por la instancia del significante. «.[2] Esta frase de Lacan arroja luz sobre el resorte cómico que actúa aquí. Se filtra por todas partes, el agua es el objeto omnipresente de la película: es el arroyo que se lleva el zapato, la inundación de los inodoros, el querubín de la fuente que riega a los invitados, la piscina donde todos terminan. El agua es esta fuerza que deshace, que ahoga e invade el escenario.

El éxito de la película también se debe a que el espectador forma parte de la fiesta: en el espejo que nos sostiene, Bakshi nos muestra la vanidad de los personajes, sus murmullos sin sentido. Los diálogos son inaudibles, la música indiferente a la extrañeza de Bakshi, cuya presencia golpea la realidad con sinsentidos y hace que las palabras sean ridículas. Esta tontería cómica, ¡Birdy yum yum da una idea!

Bakshi es aquí un actor de tonterías llevado al absurdo, hasta la llegada de un elefante, uno real, en un baño de locura multicolor. ¡La tienda de porcelana se transformó ante nuestros ojos en una fiesta de espuma!


*Soubaigné K., Une party de rire – J55

[1] Miller J.-A., Los usos del lapso, Buenos Aires, Paidós, 2010, p. 505.

[2] Lacan J., El Seminario, libro VII, La ética del psicoanálisis, texto establecido por J.-A. Miller, Buenos Aires, Paidós, 2017, p. 373.

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