El Acto Cómico de Le Balcon – por Ana Dussert – 2025/10/21

EL ACTO CÓMICO DE LE BALCON

Por Ana Dussert

2025/10/21


En Las formaciones del inconsciente, Lacan resume la cuestión de la comedia bajo un programa: mostrar la diferencia entre la alienación del deseo y la forma en que el sujeto puede » apoderarse de las condiciones mismas que se le imponen en su mundo, como si dichas condiciones estuvieran hechas para él y encontrara en ellas satisfacción»[1]. Se tratará, por tanto, de mostrar la posición del sujeto en relación con el significante que condensa su relación con el Otro, el significante fálico, y el goce que resulta de la brecha entre el ser y su representación. Por lo tanto, la comedia es esencialmente un juego de disfraces, apariencia y disimulo, explora el significante vertiginoso y acéfalo. Y la obra que Lacan toma como paradigma es Le Balcon de Jean Genet.

La acción se desarrolla en el prostíbulo donde Madame Irma, la dueña, distribuye los roles y coordina los escenarios que sus clientes solicitan. Genet examina los roles del poder disfrazados: el obispo perdona a un pecador, el juez castiga a un ladrón, el general monta una yegua… Fuera del burdel, fue una revolución. La reina anuncia que todos los pilares del poder, el juez, el obispo y el general han sido asesinados en la revuelta revolucionaria. En el intento de restablecer el orden, a los clientes del prostíbulo, a llamada del prefecto de policía y con la ayuda de los disfraces de Irma, se les pedirá que ocupen, esta vez de verdad y no sin angustia, las funciones que antes desempeñaban en el prostíbulo, en sus escenarios fantásticos.

Cuando la revuelta conduce a la última etapa de la degradación del orden, se reduce a la policía, y surge la pregunta de por qué ningún cliente puede pretender desempeñar su papel. Esto lleva a la hipótesis de que el prefecto de policía como máximo representante del poder está excluido del burdel por una necesidad estructural: en esta misma casa, no hay ilusión del amo como garante del orden, precisamente porque él mismo es solo una pura ilusión. Pero para que el orden se mantenga, esta ilusión debe permanecer enmascarada. El prefecto de policía ofrece el falo que nadie quiere, porque desenmascara la naturaleza ilusoria del poder: en el estado puro del símbolo, lo que permanece verdadero son solo joyas.

La comedia termina cuando alguien finalmente decide asumir el papel de comisionado de policía, incluida su mascarada: el comisionado de policía usa una peluca y cree que lo ignoran. Por lo tanto, el fontanero en cuestión escenifica la impecable apariencia del prefecto de policía, incluida su peluca. El prefecto de policía, que observaba la escena en la habitación contigua, exclamó sorprendido: «¿Sabía que llevaba peluca?». Y el obispo respondió, burlándose: «Él solo no sabe que nosotros sabemos».[2] El fontanero desenmascara así la verdadera naturaleza del poder, su apariencia: el sujeto sólo puede engañarse a sí mismo, creyendo que es el Otro quien le cree. Pero cuando el fontanero se deja seducir por su propia ilusión para identificar su ser con el Otro, se castra en un gesto de locura. A lo que el prefecto de policía respondió: «Bien hecho. Pensó que me poseía».[3] Y comprueba si este acto no ha tenido consecuencias en él, si no está también castrado. Y cuando se asegura de que todavía tiene su falo, se pregunta si esta escena no ha distorsionado su propia imagen especular.

El papel del prefecto de policía muestra que no hay metaposición: la apariencia de la apariencia, el verdadero ser auténtico no existe. Para que funcione como una apariencia por excelencia, debe castrarse a sí misma: la escisión simbólica es la condición indispensable del fantasma. Sigue siendo imposible desenmascarar definitivamente las identificaciones que constituyen al sujeto. Por otro lado, la comedia escenifica el acto afirmativo por el cual el sujeto puede entregarse al libre juego de la simulación, llevando dentro de sí el sello indeleble de lo real.


*Dussert A., L’acte comique du Balcon – J55

[1] Lacan J., El Seminario, libro V, Las formaciones del inconsciente, texto establecido por J.-A. Miller, Buenos Aires, Paidós, 2016, p. 260.

[2] Genet J., Le Balcon, Paris, Gallimard, coll. Folio, 1979, p. 142.

[3] Ibíd., p. 150.

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