Nariz a Nariz con lo Real – por Anastasia Sotnikova Faraco – 2025/10/14

NARIZ A NARIZ CON LO REAL

Por Anastasia Sotnikova Faraco

2025/10/14


Si hay un autor de la literatura rusa que encarna lo grotesco, lo absurdo y lo cómico, es Nikolai Gogol. Cuenta la leyenda que los tipógrafos se echaban a reír al componer sus textos, ya que su humor agudo y sus situaciones poco convencionales sacudían las convenciones. En la obra de N. Gogol, lo cómico ocupa un lugar central, pero parece ir más allá del simple deseo de hacer reír a la gente. En el corazón de este mecanismo aparentemente ligero se esconde una lógica mucho más sutil.

En La nariz (1836), un cuento corto fantástico y grotesco, N. Gogol escenifica un enigma surrealista: el mayor Kovalev se despierta una mañana privado de un órgano esencial, no de la cara, especifica el autor, sino del cuerpo: su nariz. Convencido de que esta pérdida arruinará su carrera y su vida amorosa, el protagonista se propone encontrar su nariz, que, habiéndose vuelto autónoma, deambula libremente por las calles de San Petersburgo, disfrazada de consejero de Estado.

Detrás de esta farsa, una primera lectura revela la presencia de un significante oculto: el falo, que Lacan identifica como el centro invisible pero estructurante de lo cómico[1]. No es casualidad que el consejo editorial de L’Observateur de Moscou rechazara la publicación, considerando el cuento «vulgar y trivial”[2], una crítica mordaz a los funcionarios públicos reducidos a su apariencia social, a su envoltura fálica. Alexander Pushkin, por su parte, percibió  otra faceta más singular en La nariz y animó a N. Gogol a publicar el texto en su revista Sovremennik. Lo que A. Pushkin había previsto, Lacan lo aclara: no es tanto el falo lo que nos hace reír -aunque estructura lo cómico- sino lo que se le escapa, lo que escapa al significante, y la vida misma.[3]

Si La nariz es similar al falo, es precisamente porque N. Gogol busca tratar, a través de la escritura cómica, la forclusión del Nombre-del-Padre. El estatuto social de Kovalev no es insignificante. N. Gogol especifica que es un asesor universitario, el octavo rango en la Tabla de Rangos, un umbral simbólico que da acceso a la nobleza hereditaria. Pero Kovalev era un «asesor del Cáucaso», promovido no por méritos sino por favores, en el contexto excepcional de la guerra. Estos «asesores caucásicos», irónicamente denominados como tales, encarnan una nobleza ceremonial, sin ningún fundamento real. De ahí la insistencia cómica con la que Kovalev exige que se le llame «mayor»: el título se convierte para él en una máscara, un simulacro de inscripción en el orden simbólico.

Este tema toca a N. Gogol de la manera más íntima: nacido Yanovsky, adoptó el nombre de su abuelo, «Gogol», a la edad de doce años, que había inventado una ascendencia noble. Este nombre ficticio, heredado como un espejismo, se convierte en el lugar de un anclaje simbólico imposible. Más tarde, N. Gogol firmó uno de sus textos con un cuarteto de O: «OOOO» – cuatro letras que eluden el nombre del escritor, cuatro círculos vacíos en lugar del Nombre-del-Padre. Por lo tanto, lo cómico gogoliano es un intento de compensar esta falla, que su escritura nunca deja de explorar.

El cuento La nariz fue escrito en el momento del comienzo de la descompensación de N. Gogol, y por lo tanto podría compararse con el «sueño» de Schreber: «qué hermoso sería ser una mujer»[4]. Varios detalles apuntan a esta hipótesis: la inquietante relación con el espejo, recurrente en el texto; la descripción del rostro sin nariz – suave como un panqueque[5]–, una fórmula que N. Gogol utiliza en otros lugares para evocar la dulzura femenina; sin mencionar su conocida «no relación» con las mujeres, que evitó toda su vida. Lejos de ser un simple sustituto fálico, la pérdida de la nariz marcaría el cambio del sujeto hacia una feminización muy real.

Esta hipótesis encuentra un eco inquietante en una carta de N. Gogol, en la que confiesa: «A menudo sucede que tengo un deseo furioso de transformarme en una sola nariz, de modo que no hay nada más, ni ojos, ni manos, ni piernas, nada más que una nariz inmensa”[6]. Esta fantasía ilustra lo esquivo a través del significante: un vuelo del sujeto hacia un estado en el que el yo se disuelve, en el que el cuerpo se reduce a un puro órgano de goce, atrapado en una pulsión que supera toda identificación.

Así, la comedia de Gógol se convierte en un modo de aproximación a lo real, en todos sus aspectos insoportables. Escenifica el intento desesperado de habitar un lugar simbólico, donde falta el Nombre-del-Padre, un intento de escapar a lo real a través de lo cómico, cuando la vida se tambalea al borde de la tragedia.


*Sotnikova Faraco A., Nez à nez avec le réel – J55

[1] Cfr. Lacan J., El Seminario, libro VII, La ética del psicoanálisis, texto establecido por J.-A. Miller, Buenos Aires, Paidós, 2017, p. 373.

[2] Cfr. Wikipedia.

[3] Cfr. Lacan J., El Seminario, libro VII, La ética del psicoanálisis, op. cit., p. 373.

[4] Cfr. Schreber D. P., Mémoires d’un névropathe, Paris, Points, 1985, p. 63.

[5] Gogol N., Nouvelles de Pétersbourg, Paris, Gallimard, 1998, p. 239.

[6] Gogol, N., « Lettre à M. P. Balabine », avril 1838, Rome, in Œuvres complètes, tome 11: Lettres, 1836–1841, Académie des sciences de l’URSS, Institut de littérature russe (Maison Pouchkine), 1952, p. 144.

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