PRESENTACIÓN DEL TEMA 2025/2026: LA PALABRA “INCONSCIENTE”, ¿QUÉ SIGNIFICA EN FREUD?
Por Peggy Papada
2025/10/13
Siguiendo con el trabajo del año pasado sobre «La vida sexual», donde tomamos como punto de partida el descubrimiento de Freud de la sexualidad infantil y su valor traumático, el tema de este año nos invita a volver a Freud y continuar con su otro eje principal de trabajo: el descubrimiento del inconsciente.
Aunque la palabra «inconsciente» (Unbewusste) es anterior a Freud, el término aparece publicado por primera vez en el sentido psicoanalítico en los Estudios sobre la histeria. Es a través de la «boca de oro» de Emma, pero también a través de otros -Elizabeth, Dora- que Freud aprenderá que el síntoma, aunque pertenece al cuerpo, quiere decir algo. El sujeto comienza a buscar la causa de sus síntomas, a través de un desciframiento provocado por la pregunta: «¿Qué significa esto?»[1]. Hay algo que no se entiende, un enigma, que pone en marcha el proceso analítico a través de la búsqueda de la verdad. Así, en el corazón del inconsciente freudiano hay un «saber vacilante» que constituye el trauma, el punto desde el cual nace el deseo de saber.[2]
Existe una ambigüedad en el término «inconsciente» como tal, en la medida en que constituye una definición binaria: consciente/inconsciente. Jacques-Alain Miller interrogó a Lacan al respecto: «El inconsciente, ¡qué palabra tan rara!»[3] [L’inconscient, drôle de mot!], a lo que Lacan respondió admitiendo que era imperfecto, pero no consideraba posible cambiar; es un término instalado en el psicoanálisis[4]. Su crítica fue que, escrito como negativo, es como si afirmara «el atributo de la conciencia»[5] y como palabra es demasiado general; puede dar cuenta de cualquier cosa que esté fuera de la conciencia.
La ambigüedad del término ya había sido identificada por Freud, quien buscó formas de corregir este «binario desordenado», actualizando su modelo tópico, el método por el cual dio estructura al aparato psíquico, a través del mapeo de los espacios psíquicos, dividiéndolos en «porciones a las que era posible atribuir características diferenciadoras y métodos de operación»[6]. Su primera tópica en 1900, en La interpretación de los sueños, consiste en la división de la psique en modos de conciencia: consciente, preconsciente, inconsciente. Veintitrés años después, en El yo y el ello, presentará una tópica actualizada basada en una terminología completamente nueva: el Ello, el Yo y el Superyó. La dicotomía consciente/inconsciente ya no aparece, y la palabra «inconsciente» se deja fuera, perdiendo gradualmente su eminencia en Freud.
En un examen más detallado, detrás de la primera tópica, se encuentra el descubrimiento de que algunas ideas no pueden volverse conscientes (están reprimidas) debido a una cierta fuerza que se les opone (resistencia), y si se eliminara esta fuerza opuesta, las ideas se volverían conscientes. Freud distingue además entre el inconsciente puramente descriptivo, que solo está latente temporalmente (el preconsciente), y el inconsciente dinámico que no puede ascender a la conciencia en sí mismo; es lo reprimido propiamente dicho. Sin embargo, en 1923 formaliza «un tercer inconsciente»: «no todo lo que es inconsciente está reprimido. Una parte del yo, también, […] indudablemente es inconsciente».[7] El yo, «la organización coherente de los procesos mentales» a la que está unida la conciencia, también es responsable de la censura de los sueños, así como de la represión y la resistencia a su elevación, sin que el paciente lo sepa. La oposición entre inconsciente y yo ya no se sostiene, y es esta nueva propiedad del yo como parcialmente inconsciente lo que lleva a Freud a darle un lugar tan central a sus investigaciones en ese momento.[8]
Vale la pena señalar que, contrariamente a la experiencia de Freud que lo lleva hacia el descentramiento del sujeto humano en relación con el yo, los postfreudianos lo reinterpretaron a partir de este modelo, comenzando desde el final de su obra, haciendo del yo un hecho central y autónomo, sin tener en cuenta su naturaleza heterogénea enfatizaba Freud. Al hacerlo, olvidaron la primera tópica. Fue un intento de homogeneizar a Freud, de resolver algunas de las contradicciones que planteaba su teoría en evolución, un intento de armonización.
Lacan, por otro lado, buscó reenfocar la teoría freudiana en sus orígenes, para devolvernos al momento y al significado del descubrimiento del inconsciente y demostró con vehemencia, particularmente al comienzo de su enseñanza, que el inconsciente en el que habla el sujeto está lejos del yo unitario de los postfreudianos. Favoreció así el inconsciente de la primera tópica, con sus raíces en los Estudios sobre la histeria, y revelada a través de los momentos «privilegiados» que nos ofrecen los sueños, las parapraxis y los chistes, demostrando que los fenómenos sin importancia y sin sentido pueden ser interpretados.
Así, para Freud el inconsciente se da a conocer a través de efectos, provenientes de lo que él llamó la Otra escena, y de la cual se puede inferir, «supuesto».[9] Con su énfasis en el significado y la verdad oculta, el inconsciente de Freud en 1900 está firmemente arraigado en lo que Lacan llamaría lo simbólico: «El verdadero valor de este sueño inconsciente […] está en la búsqueda de la palabra. La confrontación con la realidad secreta del sueño, la búsqueda de significación como tal».[10] Es en base a esto que Lacan pasó a formular: «el inconsciente está estructurado como un lenguaje». Para descifrar el síntoma, debemos buscar en la palabra y el lenguaje.
En el momento en que construyó su segunda tópica, Freud ya había avanzado su teoría en el Más allá del principio del placer, a través del descubrimiento de la compulsión de repetición, y la satisfacción incluida en esta repetición tal como se manifiesta por el síntoma, que no es susceptible a las leyes propias del lenguaje y, por extensión, a las del inconsciente como verdad reprimida; es una satisfacción que no es descifrable, que no responde a la interpretación semántica. Aquí el énfasis se pone en el ello, el asiento de las pulsiones, en lugar del «inconsciente».
Por supuesto, el regreso de Lacan al descubrimiento freudiano no significó descuidar sus conceptos posteriores. Es imposible, por ejemplo, concebir el inconsciente sin el superyó, la principal innovación del segundo modelo, la instancia del sujeto que trabaja contra su propio bien, marcando una división del sujeto contra sí mismo[11]. También tomó prestado, por ejemplo, el inconsciente de la primera tópica y el ello de la segunda, para desarrollar el concepto central del fantasma, un concepto que articula el inconsciente y el goce.[12]
Cuando Jacques-Alain Miller se refiere al inconsciente freudiano y al nuestro[13], significa que, aunque hay una diferencia entre el inconsciente freudiano y el lacaniano, no podemos proceder sin Freud, sin haber captado y aclarado el inconsciente, un concepto fundamental del psicoanálisis.
*Papada P., Theme 2025/2026 – London Workshop of the Freudian Field
[1] Miller, J.-A., “Unconscious Knowledge and the Unconscious Subject”, The Lacanian Review, Issue 17, Summer 2025, p. 25.
[2] Lacan J., El Seminario, libro XVI, De un Otro al otro, texto establecido por J.-A. Miller, Buenos Aires, Paidós, 2008, p. 193.
[3] Lacan J., “Televisión”, Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2021, p. 537.
[4] Sabemos que, durante su última enseñanza, Lacan propuso un neologismo, parlêtre, para denotar al inconsciente. Cfr Miller J.-A., “The Unconscious and the Speaking Body”, Hurly-Burly, Issue 12, January 2015, pp. 119–132.
[5] Lacan J., “Posición del inconsciente”, Escritos, tomo 2, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2018, p. 790.
[6] Strachey J., nota del editor in Freud S., “El yo y el ello” (1923), Obras completas, tomo XIX, Buenos Aires, Amorrortu, 2003, p. 5.
[7] Freud S., “El yo y el ello” (1923), op. cit., p. 19.
[8] Ibíd., p. 21: “Desde que sabemos que también el yo puede ser inconciente en el sentido genuino”.
[9] Miller, J.-A., “Unconscious Knowledge and the Unconscious Subject”, The Lacanian Review, Issue 17, Summer 2025, p. 25.
[10] Lacan J., El Seminario, libro II, El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica, texto establecido por J.-A. Miller, Buenos Aires, Paidós, 2016, p. 242.
[11] Miller, J.-A., « Clinique du surmoi », Mental 50, pp. 11–25.
[12] Miller J.-A., “El ser y el Uno”, clase del 25 de mayo de 2011. Inédito.
[13] Lacan, J., El Seminario, libro XI, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, texto establecido por J.-A. Miller, Buenos Aires, Paidós, 2005, p. 25 & sqs.
Deja un comentario