LA DISCIPLINA DEL BIEN-ESTAR
Por Élise Rocheteau
2025/10/05
¿Es beneficiarse de una «sensación general de placer, de plenitud que proviene de la plena satisfacción de las necesidades del cuerpo y/o la mente»,[1] la definición de bienestar, lo que todos podrían reclamar legítimamente? La pregunta sigue siendo: ¿cómo obtener esta plena satisfacción? La pregunta no es nueva, pero a medida que se extiende en el discurso actual, llevada por la corriente de la psicología positiva, ¡adquiere el color de ¡Un mayor esfuerzo si quieres ser feliz! ¿No sirve este esfuerzo como combustible para un superyó codicioso que enmascara la pulsión de muerte en juego?
Evacuar la pulsión de muerte
Martin Seligman[2], uno de los padres de la psicología positiva, admite haber leído a Freud con interés, pero deplora haber encontrado en él «la hipótesis de que siempre hay en los seres humanos ‘una motivación negativa oculta’».[3] Confirma así la intuición de Freud de que la noción de la pulsión de muerte «es […] se sintió […] como una innovación y una novedad muy indeseable, que debería eliminarse lo antes posible».[4] Si no hablamos de eso, no existirá. Prefiere la promoción de la felicidad como un bien de consumo, cuantificable, que debe dar frutos.
La ley de la medida
Sin embargo, la pulsión de muerte está en el corazón mismo de la autoevaluación necesaria para esta noción de felicidad. La cifra, porque está menos sujeta a equívocos que el significante, es el mejor vehículo que existe para tratar de alejar de lo simbólico todos los rastros de lo real, con el objetivo de producir un ser que sea completamente transparente a sí mismo, medible y cuantificable. Sin embargo, «renunciar al goce es hacer que el superyó sea cada vez más exigente»[5], dice Jacques-Alain Miller. El significante, a través de su trabajo de nombrar y cifrar, continúa este intento de renunciar al goce, pero siempre se escapa una parte. El significante, al servicio del superyó, es insaciable para este remanente que debe ser domesticado una y otra vez. La búsqueda de la felicidad es un ejemplo notable de esto, es una promesa que solo se puede cumplir con la condición de que uno optimice constantemente «en el siguiente nivel [su] margen de felicidad»[6] a través de nuevas autoevaluaciones, es una tarea de Sísifo que siempre debe comenzar de nuevo.
La felicidad «un factor en la política»[7]
La psicología positiva está así al servicio del discurso del amo de que se debe garantizar la armonía entre los hombres, suscribiendo la idea de que «No puede haber satisfacción de nadie sin la satisfacción de todos»[8]. Para universalizarla de esta manera, la felicidad se reduce a una norma, siempre arbitraria, y a una moralización del «goce que haría falta que no fuese».»[9] Más bien, el análisis nos invita a no apartar la mirada de este goce amoral. Más bien, ofrece a quienes se aventuran en él saber más sobre la forma en que este goce los habita. Aquí es donde sitúa el esfuerzo para sostenerse.
*Rocheteau É., La discipline du bien-être – L’HEBDO-BLOG
[1] Entrada “Bien-estar”, CNRTL, disponible en línea.
[2] Martin Seligman es un investigadore en psicología y profesor de la Universidad de Pensilvania. Se hizo conocer por sus estudios sobre la “impotencia aprendida”. Funda como disciplina la psicología positiva en 1998 cuando era presidente de la Asociación de Psicólogos Americanos. El bienestar es el objeto de varias publicaciones.
[3] Freud S. citado por M. E. P. Seligman, in La fabrique du bonheur, Paris, J’ai Lu, 2023, p. 17.
[4] Freud S., “Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis” (1933 [1932]), Obras completas, tomo XXII, Buenos Aires, Amorrortu, 2003.
[5] Miller J.-A., “Las conferencias de Granada: Una ética sin superyó”, disponible en línea.
[6] Seligman M. E. P., La fabrique du bonheur, op. cit., p. 17.
[7] Lacan J., El Seminario, libro VII, La ética del psicoanálisis, texto establecido por J.-A. Miller, Buenos Aires, Paidós, 2017, p. 348.
[8] Ídem.
[9] Lacan J., El Seminario, libro XX, Aún, texto establecido por J.-A. Miller, Buenos Aires, Paidós, 2016, p. 74.
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