UN ANÁLISIS QUE DURA
Por Gresiela Nunes da Rosa
2025/09/19
¿Cuánto tiempo se necesita para que podamos decir que es un análisis dura? ¿Sería este un tiempo cronológico? Con Lacan aprendemos a «calcular» el tiempo en una dimensión distinta a la cronológica. Hablamos de un tiempo lógico. El tiempo estaría entonces marcado por una especie de sucesión de acontecimientos que implican una consecuencia. Pero ¿cómo pensar en esta «sucesión»?
Así como no estamos hablando de un desarrollo infantil que presupone un tiempo cronológico o un logro estático de eventos, también podemos pensar en el curso de un análisis en la misma condición. Es cierto que podemos pensar en algunos elementos comunes a los análisis que perduran, pero podemos pensar que estos elementos están dispuestos en una especie de topología en la que cualquier disposición organizada sería solo un intento didáctico de demostrar la experiencia.
En este intento didáctico podemos concebir algunos elementos temporales en un análisis que perdure. El primero de ellos sería entonces el momento mismo que entendemos como la entrada en análisis, donde el analizante se pregunta sobre su parte en el desorden del que se queja. El momento de implicación subjetiva con lo que le pareció extraño, lo que lo hace sufrir. Preguntar cuál es su parte en tal desorden, significa pensar en qué posición se encuentra en él, y por qué no decir, en qué punto se satisface en él. Hay una pregunta que apunta a la localización del goce.
En los dispositivos analíticos clásicos, esta pregunta inicial conduce a un deseo de saber qué significa el síntoma, y luego se pone a trabajar la cadena significante. ¿Quéquiere decir eso? Es el trabajo consecuente de un análisis que comienza. Sabemos que iniciar un análisis implica consecuencias analíticas y terapéuticas. La vivificación, que es el encuentro con la posibilidad de decir, con la posibilidad de dirigir el propio discurso al Otro que escucha, conlleva en sí misma efectos terapéuticos muy importantes, incluso, a veces, una verdadera maravilla con la experiencia.
Sin embargo, si el análisis no puede estar satisfecho con esta posibilidad de decir, conduce al encuentro con lo que se repite, y que no se deja aprehender en la cadena significante. Quizás podamos decir que esta es la posibilidad de pensar en un análisis que perdure. Aquel que, ante la imposibilidad de la solución por la vía de la significación, ante lo que se presenta como opaco a la cadena significante, no puede retroceder.
La repetición puede considerarse entonces como una forma de decir «eso no para gozar». Y el decir mismo en el análisis puede ser convocado a otra posición frente al dicho. De «¿Qué significa esto?» a «¿Qué, al decirlo, eso quiere?». La respuesta que vendrá entonces será: «Eso quiere gozar».
*Nunes de Rosa G., Uma análise que dura – Seção Sul
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