Del Infierno al Hacer – por Nathalie Crame – 2025/08/28

DEL INFIERNO AL HACER

Por Nathalie Crame

2025/08/28


Con la atención particular de los intervinientes a los significantes de los jóvenes, una institución orientada por el psicoanálisis puede ser el lugar donde una práctica artística permite el desplazamiento del registro de lo real hacia aquel del semblante.

Para algunos sujetos, el hacer artístico puede resultar una de las formas de tratar con el objeto pulsional no extraído. El taller puede usarse como un sesgo cuando hablar es insoportable o imposible. La institución, como lugar vaciado de intención, pero no de deseo, se convierte en un espacio desde el cual los significantes y los objetos comienzan a circular y a hacer lazo. Esto es lo que muestra el viaje de Véronique y Arthur en Périsphère[1].  

Véronique anuncia inmediatamente: «¡Hablar es un infierno, todo está borroso!». De hecho, notamos que, tan pronto como habla, el significado huye, lo real invade todo el campo, se retuerce, una risa nerviosa la cruza, a veces llega a tirarse al suelo. La ausencia de un punto de capitón impide el efecto retroactivo de la cadena significante, que deja a la niña en lo que ella llama «una mente de campo de batalla». Durante un taller, Véronique creó un cuaderno lleno de pequeños arreglos de dibujos y escritos que mezclaban infantilismo y horror; cuaderno con el que circula y desde el que se inician las conversaciones. Notamos que ella lo llama un «cuaderno de artista». Esta escritura conecta el goce y el significante. Su cuerpo goza, jugado por el significante, se calma y se unifica un poco. Se ha producido un desplazamiento, ya no es del todo idéntico al objeto.

Desde que fue acosado en la universidad, Arthur ha estado viviendo con su madre. En Périsphère, la mayoría de las veces permanece demacrado, mirando al espacio, solo cobra vida cuando pinta.

Su madre permanece estacionada frente a nuestro centro durante todo el taller e irrumpe bajo cualquier pretexto. Teniendo en cuenta la inseparación fundamental, reservamos un lugar específico y limitado para la madre en Périsphère invitando a madre e hijo a venir a hablar con nosotros juntos, durante las entrevistas.

Poco después, Arthur llega con un dibujo que nos ofrece, lo colgamos en la oficina. Périsphère se convierte así en un punto de dirección fuera del campo materno. El objeto se transfiere al campo del Otro. Luego, nos envía una carta en la que informa de su sufrimiento. El goce se mueve hacia un objeto externo al mismo tiempo que se localizan la mirada y la voz.

Para cada uno de ellos, el desplazamiento de su goce ha provocado un nudo entre el semblante y lo real. ¡No sin transferencia!


[1] Périsphère es una institución creada y animada por un equipo pluridisciplinario que apunta hacia el acoger y reunir a jóvenes marginados por la vía de talleres artísticos abriendo una nueva posibilidad de gusto por la palabra.

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