EFECTUACIÓN, ¿SIN EFECTO-SUJETO?
Por Mauricio Beltrán
2025/08/14
Beatriz Gomel:
Bien. Pasamos al trabajo de Mauricio Beltrán quien lo ha denominado “¿Efectuación sin sujeto?”.
Mauricio Beltrán:
“¿Sin efecto sujeto?”. Es una pregunta.
Bueno, muchas gracias por la invitación. Para mí es un placer estar aquí. “Efectuación, ¿sin efecto sujeto?”.
“Vivimos en una época en la que todos los individuos están afectados por un trastorno mental o por un hándicap”, advierte Jacques-Alain Miller. “Lo que antes era señalado como anormalidad, hoy se juzga como un estilo de vida. Esta situación favorece la constitución de comunidades y grupos que ejercen presión en post de ofrecer reconocimientos jurídicos que, a su vez, empujan a la transformación de paradigmas y de realidades. Los principios jurídicos sustituyen a los principios clínicos, lo que resulta asimilable a un supremacismo cuyas consecuencias hay que empezara analizar desde el presente. Nos toca poner nuestra práctica en esta nueva era sin nostalgia, sin amargura y sin revancha”, concluye Miller.
Retomo este argumento a partir de la pregunta que motiva el encuentro de hoy: ¿cómo índice la época en la efectuación o no -agrego- de las estructuras clínicas? Pero quisiera detenerme particularmente en la cuestión del autismo. El planteo de Miller sitúa con precisión un movimiento en boga tendiente a la despatologización. No convendría, sin embargo, entender esta tendencia en términos universalizantes. No hay LA despatologización. Hay formas de despatologizar. Está la despatologización neuro -como subraya Éric Laurent- y está la nuestra. La despatologización neuro se inscribe en el paradigma de la neurodiversidad que se apuntala fundamentalmente desde diversos estudios -ninguno conclusivo- que sostienen que en las personas neurodivergentes el funcionamiento neurocerebral estaría regido por un patrón conectivo diferente al de las neurotípicas en el que podrían estar involucrados el sistema límbico, el lóbulo prefrontal, el lóbulo temporal, el córtex cingulado anterior entre otros sectores del cerebro. Ésta es la visión expuesta por muchos individuos que llegaron al diagnóstico de autismo en su adultez y que, a partir de ese acontecimiento, se volvieron divulgadores. Tal vez la primera de una larga serie haya sido Temple Grandin con la publicación de su libro El cerebro autista.
Esta relación particular al cerebro constituye una comunidad esencializada tal como se constata en diversos testimonios. Me detendré solamente en dos de los muy actuales que anda dando vueltas.
“Las personas autistas formamos parte de una especie porque en lo individual y lo comunitario fuimos aptos para la supervivencia. Sobrevivimos porque constituimos un neurotipo valioso para cada generación antes que ésta. Por otro lado, sobrevivimos porque en esta vida en comunidad nuestros desafíos y nuestras fortalezas fueron complementarias de un grupo que supo acompañar y aprovechar la totalidad de lo que fuimos.”
Otro testimonio afirma:
“Lo que nos une en términos generales es un estilo de procesamiento ascendente que afecta todos los aspectos de nuestra vida y a nuestra manera de desenvolvernos en el mundo, así como las innumerables prácticas sociales que conllevan ser diferentes.”
En este paradigma, sin embargo, lo singular se torna rápidamente difuso. El último individuo autista que testimonia señala:
“Tener frecuentes ataques de ansiedad es una neurodivergencia al igual que mostrar señales de un trastorno de la conducta alimentaria. Y si tienes dificultades en tus relaciones más íntimas debido a un trauma relacionado con el apego emocional o a un imperioso miedo al rechazo, también eres neurodivergente. Y también es posible que te pongan una particular etiqueta estigmatizante, por ejemplo, la de trastorno límite de la personalidad.”
“Todos somos neurodivergentes” resuena con el sintagma renovado que ha recogido Miller: “Todo el mundo es loco”, pero de otro modo. Se aboga por una tendencia en alza que, como ha indicado Jean-Pierre Deffieux, pone a la psiquiatría al borde de su desaparición y apunta a reconstruir la nosografía clínica a partir de enfoques que buscan definir nuevas dimensiones transdiagnósticas basadas en datos de la neurociencia. Hay un estudio desde el 2009, el Research Domain Criteria que apunta a eso contra los manuales diagnósticos. “Pero si partimos de lo real de la clínica”, indica Laurent, “un funcionamiento subjetivo no puede reducirse a un funcionamiento cerebral”.
Que no pueda reducirse no supone que descartemos estas teorías, pero abrazar sin miramientos el paradigma de la neurodiversidad deja afuera el campo del goce que se introduce en el cuerpo a través de la palabra. El desafío de la despatologización del psicoanálisis pasa entonces por singularizar, sin olvidar -como parecía intentarlo la época neuro- que los tipos clínicos existen.
Entre la perspectiva de la mind, de la mente, que plantea la neurodiversidad aplicada al autismo, Laurent recuerda que el psicoanálisis debería inscribirse en la perspectiva del body, del cuerpo, en tanto el autista nos enseña que el lenguaje siempre implica una resonancia en el cuerpo, una vibración particular que es del orden del afecto. El afecto es la captura del ser hablante en un discurso y se diferencia de la emoción que es del orden animal, del registro vital como reacción del cuerpo a lo que tiene lugar en el mundo.
La propuesta de la mind enseña al autista a leer emociones, a regularlas mediante diversas técnicas, imágenes y diseños vinculares estandarizados. Muchos de los divulgadores mencionados adhieren con entusiasmo esta propuesta. “Existe un campo de objetivación de sí del que no pueden descartarse cierto número de efectos”, indica Laurent. De esto da cuenta la amplia bibliografía de personas autistas que apuntan al desenmascaramiento y emergencia del verdadero yo, al autoconocimiento, al autocontrol que tiene como horizonte el sueño de la autenticidad.
Sin embargo, esto no hace más que constatar lo señalado por Miller al referirse a la especificidad del autismo: “En ausencia del S1, son las reglas absolutas las que retornan en forma pluralizada”. Es por lo que la tendencia a la objetivación de comportamientos y a la autorregulación de estímulos que proponen desde el paradigma de la neurodiversidad, en general apuntalados por terapias de corte comportamental, puede resultar eficaz en contextos específicos.
Pero la emoción no es el afecto. Así me lo hizo saber un niño autista que repetía canciones aprendidas de memoria que ponían en serie diversas emociones. Llevaba dos años de tratamiento cognitivo-comportamental interrumpido abruptamente después de agredir reiteradamente a las terapeutas que trabajaban con él luego de haberse consumado la separación de sus padres. Esos episodios de agresión, quizás se habían desplazado al cuerpo de sus padres, sólo pudieron detenerse cuando logró enlazar ese canturreo que iteraba como un Uno-completamente-solo a un circuito que involucraba mi cuerpo y el suyo en un juego de acercamientos y alejamientos lúdicos que daban forma a la voz y a la mirada.
“La enseñanza de Lacan”, afirma Laurent, “renuncia a la eficacia de la objetivación. No se trata de una objetivación, sino de obtener una nueva subjetivación”. En ese trabajo se encuentra actualmente el niño en cuestión. Por un lado, dibuja familias y recorta el dibujo en tiras muy finitas. Por otro lado, pega la imagen de su rostro que recorta de imágenes que imprime su madre sobre la imagen de la foto de los miembros de su familia. Está el retrato familiar, él recorta su rostro y pega en la cara de la familia su cara. Son tiempos donde la serie impera sobre el lazo social.
“-¿Cuándo te diste cuenta?
-¿De qué?
-De que soy autista.
-A los cinco minutos de que te sentaste en esa silla. Sos poco recíproco.
-¿Cómo?
-Cuando hablas sos poco recíproco y no miras a los ojos.”
Este es el diálogo que uno de los sujetos adultos que testimonian sobre su autismo mantuvo con la terapeuta que llegó a su diagnóstico luego de cinco entrevistas en la que administró el test ADOS entre otras técnicas. El ADOS es una escala de evaluación estandarizada que evalúa el comportamiento social y comunicativo del individuo a través de actividades interactivas y que en el módulo IV, aplicado a adolescentes y a adultos con lenguaje fluido, tiene preguntas del estilo: ¿Qué cosas te molestan de las relaciones sociales?, para evaluar empatía y profundidad reflexiva; ¿Cómo sabes si alguien está enojado o incómodo?, para evaluara la correcta lectura de las claves sociales.
Se aclara que la aplicación de este módulo es especialmente dificultosa por el enmascaramiento o camuflaje social por el que muchas personas autistas han aprendido a compensar sus dificultades, por lo que se necesita una especial sensibilidad de lectura del administrador. El enmascaramiento o masking es el gran objetivador que empuja la época con el que se interpretan los comportamientos de muchas personas que fueron diagnosticadas con autismo en la adultez.
La mayoría de estos autistas tardíos coinciden en lo liberador del efecto obtenido, sin embargo, lo difuso se impone nuevamente como horizonte en una pendiente resbaladiza que conecta al autista enmascarado con las comunidades queer. El activista y autista Nick Walker propone la teoría neuroqueer contra la supresión voluntaria o forzada de comportamientos, expresiones o necesidades neurodivergentes que realizan las personas autistas para parecer normales. Walker considera a este camuflaje como una forma de “autotraición aprendida que impide acceder a una autenticidad radical.” “La propuesta de Walker”, señala uno de los autistas aludidos, “es un atributo de una práctica. Designa lo que es distinto y también la deconstrucción de nuestras prácticas y conductas en ese borde.”, se refiere al borde la de neurodiversidad y lo queer, “Si el género es una modulación más del ser, no algo inherente, inferible o atribuible, bien podría ser opcional, momentáneo, lúdico. Hasta entonces, el auto-género puede ser también una herramienta para explicar qué ocurre también con esto. LGBTQA, por auti-género, o cómo el goce de uno se cuela en la serie para infinitizarla.
Concluyo, retomando el principio. “Lo individual es un cuerpo, un yo. El efecto sujeto que se produce en él y que perturba sus funciones, está articulado al Otro”, señala Miller. Si la única referencia es el cerebro, puede haber consentimiento al diagnóstico, pero se rechaza el efecto-sujeto. De cómo la época procura enmascarar este efecto en el campo del autismo, ha intentado versar esta presentación.
Muchas gracias.
*Intervención en la 2da Noche Preparatoria hacia la Jornada «El sí y el No. Consentir o rechazar el inconsciente» organizada por la EOL. Inédito.

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