DES-PLAZAR
Por Omaïra Meseguer
2025/07/10
Un sujeto llega a la decisión de hablar con alguien, de acuerdo con la fórmula consagrada por el tiempo. ¡Hablando, sí! Quiere hablar, eso es todo lo que quiere. Trata de decirle a la persona que imagina que es un interlocutor, las razones de su demanda. Sufre, se preocupa, está impedido, angustiado. Intenta explicar y las palabras se precipitan de un lado a otro. Cuanto más difícil es especificar lo que le está pasando, más le llegan las palabras de forma desordenada, a veces caótica. ¿Cómo podemos decirle a la persona que escucha cuánto dolor uno tiene? ¿Cuánto lo abruma el sentimiento de injusticia? ¿Cuántos pensamientos incontrolables lo asaltan? ¿Cómo podemos explicar historias familiares dolorosas, acontecimientos trágicos que pueden marcar una vida?
Secuencia
El «goce pasa al significante y los términos significantes se vinculan entre sí»[1], en consecuencia, no es tarea fácil posicionarse frente a la «exigencia de palabra». El sistema propuesto por el CPCT y otras instituciones de la FIPA requiere una delimitación de la palabra. ¿Es esto una contradicción?
El significante delimitación debe oponerse al significante enriquecimiento. Si avanzamos con la idea de que el goce se infiltra en el significante, cuanto más se habla, cuanto más se sigue, más se goza. La restricción no concierne sólo a la cantidad de palabra, sino al goce que conlleva el hecho de dejar que el sentido se despliegue demasiado. Si esta orientación es la del psicoanálisis puro, la brevedad de los tratamientos orientados por el psicoanálisis aplicado implica con más firmeza cambiar la mayor cantidad de discurso posible por «modos de decir»[2] precisos y singulares. Cuando se produce este desplazamiento, se palpa un efecto en la enunciación y se producen ligeros movimientos subjetivos.
Los desplazamientos obtenidos deben estar ligados a esta invitación a identificar y no a desplegarse. La duración limitada del tratamiento obliga a la introducción de pausas y puntos de ruptura en el flujo del habla, que está a la espera de continuar su despliegue.
¿Y si afirmáramos que todo desplazamiento en la enunciación implica un desplazamiento de la libido? ¿Para desplazar, para perturbar, para desfijar esta fuerza insidiosa que hace que el discurso se enrolle sobre sí mismo? Hay que recordar que la invitación es decir, dar cuenta en detalle de la forma en que el goce choca con el cuerpo. Tal cambio en la enunciación hace que la distribución de la libido contenida en las palabras de la lengua cambie. La experiencia de la clínica CPCT muestra que, a veces, un cambio de un mal dicho a una nueva forma de decirlo moviliza al hablante. Demostrar cómo opera este movimiento en tan poco tiempo es una apuesta. La reunión de septiembre en Lille será una oportunidad para adquirir un poco de saber. Vamos a apostarlo.
[1] Miller J.-A., Donc, Buenos Aires, Paidós, 2011.
[2] Lacan J., “Conferencia en Ginebra sobre el síntoma”, Intervenciones y textos 2, Buenos Aires, Manantial, 1998.
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