GRACIOSAMENTE CÓMICO
Por Nicole Borie
2025/05/23
¿Cuáles son los mecanismos que permiten afirmar: «Es cómico»?
En lo cómico está la suspensión de un juicio. Surge una escena, se considera cómico y puede hacer reír. Aparece una brecha que no estaba allí un momento antes. Este desfase es el resultado de un juicio sobre la escena propuesto a la vista y al entendimiento, según el actor o el espectador. Este momento puede congelarse. La situación se convierte en una insignia particular que puede ser única o recurrente. El efecto cómico es una lupa y el arte del payaso, así como el del burlesque, explota el trazo, la resalta, la reitera, para fijarla para el momento del reír.
Si, como con el Witz, se necesita una escena con tres personajes, dos pueden ser suficientes. Por otro lado, a diferencia del Witz, no es seguro que lo cómico toque lo sublime. Es más bien una grieta en lo Real. El juicio recae sobre este punto de real visible y escuchado.
«La comedia no es lo cómico».[1] La escena está trazada en cuanto a cómo tratar a otro ser humano. Y esto se lleva la aprobación del espectador, es gracioso.
La palabra graciosa. Ésta ha permanecido ambigua durante siglos. Hombre gracioso, gracioso inquietante o gracioso malo, no era raro referirse a niños con comportamientos perturbadores de esta manera.
La afirmación de este juicio se obtiene a partir de una brecha que se hace visible entre un desorden en las significaciones fálicas y el toque de real que esto hace aparecer. Aquel que es objeto de los malos tratos se convierte en el que denuncia al amo. Así es en todo el arte del espectáculo cómico. Lyon tiene una tradición con el teatro Guignol que se remonta a principios del siglo XIX. Si los niños se divierten con ello, la puesta en escena de este teatro es muy política y magnifica los modos de goce de cada uno.
Una diversión platónica
En el Seminario VIII sobre la transferencia, Lacan retoma el texto de El Banquete y se detiene en los seres esféricos de Aristófanes. Evoca la solución de Zeus de cortar por la mitad una esfera demasiado perfecta. Observemos que Platón aloja en la esfera «la envoltura de todo lo que puede estar vivo. En consecuencia, es lo viviente por excelencia»[2], agrega Lacan. Pero cortar la esfera en dos no produce el efecto deseado en el hombre. El resultado es un desorden tal que corre el riesgo de llevar a la desaparición de la especie. Lacan señala que:
«además de este mecanismo de doble gatillo consistente en hacerle hacer de bufón al personaje que para él es el único digno de hablar del amor, resulta que, en el discurso de Aristófanes, Platón da la impresión de divertirse llevando a cabo un ejercicio cómico sobre su propia concepción del mundo y del alma del mundo».[3]
Esta lupa siempre está presente en lo cómico. Cuando Lacan retoma este pasaje, asocia la versión de Aristófanes con la de Hans: «desatornillarán el genital que tienen en el sitio equivocado, porque se encuentra en el lugar donde estaba cuando eran redondos, en el exterior, y se lo atornillarán de nuevo en el vientre,».[4] Lo cómico pone de manifiesto la relación del falo con la castración. ¿Cómo es esto suficiente para concluir que es cómico? El falo, despojado de sus semblantes, deja al objeto de goce sin un resorte simbólico.
En el Seminario Problemas cruciales para el psicoanálisis, que acaba de publicarse, Lacan retoma su comentario a Aristófanes y lo articula más de cerca en lo Unheimlichkeit: «El análisis nos ha enseñado un cierto camino de acceso al entre-dos, una cierta manera que el sujeto puede tener de desorientarse, en cierto modo, en relación con su situación dentro de las dos esferas, la esfera interna y la esfera externa, llegando a situarse en el medio, un lugar extraño, un lugar de sueños y de Unheimlichkeit«.[5] El niño lo sabe y se esfuerza por hacer del miedo una excitación exquisita. Esto es posible gracias a la repetición de lo «mismo» que lleva la angustia.
El cuerpo mordido por lo cómico
Siempre hay un elemento de trivialidad en lo cómico. Muerde el cuerpo. De este mordisco la escena toma su fuerza cómica.
En los espectáculos de circo, siempre hay un trío necesario para el efecto cómico, compuesto por el Augusto, el payaso blanco y el público. Cada rol determina el goce en juego. En primer lugar, la ignorancia, a menudo encarnada por un personaje gracioso más o menos mal hecho y animado por intenciones más o menos maliciosas, cediendo siempre a un placer desplegado, pero poco realista. El Augusto perturba el orden, encarnado por el payaso blanco, de una estúpida moral de presentarse como inviolable y que se deja llevar. La ilusión del amor es llevada por los dos payasos. Todos estos elementos desordenados encuentran un nuevo orden que logra esta hazaña de producir una situación cómica. Este efecto se logra develando el toque de real que estaba oculto bajo el orden fálico.
La libra de carne perdida participa en el desnudamiento del falo y se dirige a lo viviente. Parece que esto es lo que hace que el espectador sea reconocido, este apego a algo trivial, inherente a lo vivo, siempre identificable en un efecto cómico. Cada personaje corre tras su propia castración, como en la versión de Aristófanes.
El humor utiliza el resorte de una connivencia que lo cómico ignora. Lo cómico toca lo inquietante y lo serio. Logra producir risa sobre la angustia. Si el término «gracioso» conserva el rastro de esta inquietante extrañeza, lo cómico y todos sus objetos heterogéneos, parafernalia de payaso, objetos reales o irreales, siempre desajustados, no son suficientes para ocultar el defecto incomparable de lo viviente, la castración.
¿Podríamos decir que lo cómico desmonta los mecanismos de la fascinación y nos permite juzgarnos, vernos sin sufrir demasiado? Sin embargo, lo que se revela en el efecto cómico muestra lo mal hecho que está esta parte viviente. Lo cómico tiene esa cualidad de desfascinar, de moverse en su enredo para creerse en un lugar concreto. Aquí el espectador está en todos los lugares a la vez, y la diversión surge de un punto en el que el parlêtre es tratado por su Otro.
En una sesión, sucede que el analizante percibe los lugares que han fijado su goce y dan lugar a escenas vacías o incongruentes, en las que aparecen objetos extraños como en sueños. Algunos momentos cruciales de una cura no sólo producen una disconsistencia fálica. Lo cómico toca la seriedad en la medida en que indica en la escena de la sesión los lugares que ocupa el analizante.
*Borie N., Drôle de comique – J55
[1] Lacan J., El Seminario, libro V, Las formaciones del inconsciente, texto establecido por J.-A. Miller, Buenos Aires, Paidós, 2016, p. 269.
[2] Lacan J., El Seminario, libro VIII, La transferencia, texto establecido por J.-A. Miller, Buenos Aires, Paidós, 2008, p. 111.
[3] Ídem.
[4] Ibíd., p. 112.
[5] Lacan J., Le Séminaire, livre XII, Problèmes cruciaux pour la psychanalyse, texte établi par J.-A. Miller, Paris, Seuil, 2025, p. 86.
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