La Cuestión de la Construccion del Fantasma en el Niño – por Lilia Mahjoub – 2025/02/12

LA CUESTIÓN DE LA CONSTRUCCIÓN DEL FANTASMA EN EL NIÑO

Por Lilia Mahjoub

2025/02/12


Los niños utilizan todo tipo de historias para responder a las preguntas que se hacen, incluyendo el enigma de su llegada al mundo y, por tanto, todo lo relacionado con él: la relación entre los padres, la diferencia sexual, etc.

Para retomar el caso ejemplar del pequeño Hans, éste comienza a inventar ficciones sobre su hermanita que son discutidas por su padre, a lo cual él responde que no lo dice sino en broma.

Sus padres le han dicho todo tipo de mentiras sobre el nacimiento de Anna, por lo que él espera que la gente crea lo que dice.

Estas ficciones contienen algo de verdad sobre lo real del sexo, a saber, que no hay relación entre uno y otro de los dos sexos. Hans todavía no se pone del lado del niño o de la niña, es ambas cosas al mismo tiempo y muchas otras cosas más, otros significantes. No ha encontrado los significantes que simbolizarían el descubrimiento que tiene de su órgano eréctil del pene. Este último es como un extraño para él, se levanta y se mueve como un caballo que no puede domar con palabras. De ahí que admitiera que quería golpear a los caballos, e incluso que había azotado a uno que se había caído e hizo «barullo con los pies».[1] Y cuando el padre le pregunta si le ha pegado mucho, él admite que no es cierto, que no lo hizo, pero que le hubiera gustado hacerlo, que lo pensó.

Su padre, preguntándole si quería golpear a su madre, a Anna o a sí mismo, y Hans respondió que era su madre, dio una interpretación edípica, a saber, que era a él a quien Hans quería aplicar este castigo. Freud lo corrige y lo interpreta como un deseo con dos componentes: «una concupiscencia oscura y sádica por su madre»[2], pero también «un claro impulso de venganza contra su padre»[3], este último que llega solo después de que el primero haya sido actualizado. Freud no pierde de vista el fantasma y la pulsión en su interpretación y no cae en la única versión del mito edípico.

El Otro real, representado por la madre al principio, está insatisfecho y, como todos los seres insatisfechos, busca lo que va a devorar. Es un real al que se enfrenta el niño y de la que debe defenderse. En su fobia, se presenta como Hans teniendo que sufrir la mordedura del caballo. En el curso de su elaboración, con sus sueños que a menudo no son más que pensamientos y sus fantasmas imaginarios, Hans transforma este bocado inicial en el desenroscamiento de la bañera en el fantasma terminal. Como señala Lacan, hay una diferencia entre «morder con avidez a la madre […] o incluso temer a cambio esa famosa mordida encarnada por el caballo» y «desmantelar a la madre, desatornillarla»[4] para que se convierta en un elemento móvil en todo el sistema de elementos desmontables, es decir, en un objeto equivalente a los demás. Así, el desarrollo del fantasma de la bañera es una obra a la vez simbólica e imaginaria que permite reducir el Otro demasiado real a este objeto. Es, por lo tanto, a través de los objetos -que, una vez fijados como significantes, a saber, su madre y su hermana, se reducen a lo imaginario- que Hans constituye su fantasma igualmente imaginario.

Sin embargo, Hans permanece atrapado en este imaginario y, en su caso, no podemos hablar de un fantasma inconsciente fundamental. Este tratamiento no saca a relucir el objeto depurado de lo imaginario, el objeto que operó al principio y que no se puede imaginar. Nos quedamos, como señala Lacan, con «un fantasma narcisista», es decir, con aquel que el sujeto siempre tendrá que lidiar y «donde la imagen dominante llega a encarnarse».[5] Si esto le permitió asumir su propio sexo, lo cual es notable, su relación con las mujeres seguirá siendo narcisista.

Al igual que en el neurótico, en Hans el (-φ) se desliza bajo el $ del fantasma $◊a y no bajo el a, señalando la castración imaginaria sufrida al principio que constituye su yo (moi) y el dominio que aprecia. Así, la fobia le permite producir y desarrollar sus construcciones fantasmáticas imaginarias que erigen una defensa contra su angustia de castración, la que se apoderó de él antes de que su fobia la reemplazara.

Se repite una y otra vez que la función del fantasma es defender al sujeto de lo real, incluso de la angustia. Sin embargo, esta no es su única función, ya que tiene la de soportar al deseo. El cruce del fantasma y, por lo tanto, del lugar que se dejaría al deseo, sólo se produciría si el neurótico se enfrentara a su angustia y la atravesara en lugar de defenderse de ella con su fantasma que se había convertido en una exigencia. Ahora bien, el neurótico no hace mucho con su fantasma porque, en el lugar de su objeto, pone una demanda, o incluso la demanda que se le demanda. Pero no quiere dar nada y menos su angustia.

¿Cómo se forja inicialmente el fantasma fundamental?

El sujeto, al definirse como representado por un significante para otro, se produce en una brecha entre estos dos significantes en la que se aloja una pérdida de identidad del sujeto que se denomina objeto a.

La reiteración del significante, es decir, S1 –> S2, que representa al sujeto, $, es correlativa a este a, aquí debajo de la barra de acuerdo con la primera de estas dos fórmulas.[6]

En el segundo, «a la inversa, la relación entre el sujeto y el objeto adquiere por esto consistencia en ($◊a), donde se produce algo que ya no es ni el sujeto ni el objeto, sino el fantasma».[7]

En otras palabras, si la reiteración del significante produce el objeto, no basta con que el sujeto se relacione con él. El sujeto está ahí, en una hiancia, ya no puede cerrarse. Ahora bien, es esta reiteración del significante en la cadena significante la que hará que cualquier significante se ponga en relación con un objeto, que toma la forma de esas entidades evanescentes que son el pecho, el excremento, la voz y la mirada. Allí donde el objeto era una pérdida de goce, o incluso una pérdida de identidad del sujeto, tenemos el fantasma que, en torno a ésteconvertido en plus-de-gozar, logra una soldadura, un congelamiento, unificando así la relación del sujeto con el objeto a.

Por lo tanto, sólo a partir del momento del fantasma y de su atravesamiento el sujeto podrá percibirse a sí mismo como un objeto, y ya no como un sujeto aferrado a su castración imaginaria.

En Hans, no hemos llegado a un axioma del orden de: Pegan a un niño, esta articulación significante donde el sujeto está en todos los significantes de la frae, y sobre la cual se cierne un objeto a quees la mirada.  Es esta misma fijeza de la mirada la que encontramos en el fantasma puro[8], puro porque es la relación entre fantasma a lo real, que se enmarca en el sueño del Hombre de los lobos.

La mirada fija de los lobos es la de la mirada fascinada del sujeto. El sujeto es este objeto. Pero el objeto que seguirá siendo dominante en su obra es el objeto excremential, el que se ha fijado temprano en el momento de la percepción de la escena traumática, es decir, una relajación del esfínter, un «primer sacrificio»[9] acompañado de una «emoción»[10] que el sujeto entrega sin saberlo, que de hecho es reconstruida por Freud.

Para nosotros, por tanto, se plantea la cuestión del límite del tratamiento del fantasma en los análisis con niños. ¿Podemos abordar el fantasma fundamental que contiene? Esto me parece poco probable, porque hay que darle tiempo a un niño para que luego sea posible. Hemos visto que este no es el caso de Hans y que el del Hombre de los Lobos, no es sólo porque es adulto que algo puede ser construido por Freud.


*Mahjoub L., La question de la construction du fantasme chez l’enfant – JIE8 – Rêves et fantasmes chez l’enfant

[1] Freud S., “Análisis de la fobia de un niño de cinco años (1909)”, Obras completas, tomo X, Buenos Aires, Amorrortu, 2003, p. 45.

[2] Ibíd., p. 70.

[3] Ídem.

[4] Lacan J., El Seminario, libro IV, La relación de objeto, Buenos Aires, Paidós, 2013, p. 407.

[5] Ibíd., p. 409.

[6] Lacan J., El Seminario, libro XVI, De un Otro al otro, Buenos Aires, Paidós, 2008, p. 22.

[7] Ídem.

[8] Lacan J., El Seminario, libro X, La angustia, Buenos Aires, Paidós, 2016, p. 85.

[9] Freud S., “De la historia de una neurosis infantil” (1918 [1914]),]), Obras completas, tomo XVII, Buenos Aires, Amorrortu, 2003, p. 75.

[10] Ídem.

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