ALUCINACIÓN O FABULACIÓN
Por Bruno Alivon
2025/02/05
Un joven adolescente que ha venido a hablar con un psicoanalista en un hospital evoca seriamente las «ilusiones» que a veces se le presentan. Distingue tres tipos: las imágenes que ve, las voces que oye y una sensación que se produce en su cuerpo. Si este joven ha encontrado el significante «ilusiones» para hablar de sus alucinaciones, otros pueden en su investigación hablar de ellas como sueños[1], pesadillas o anécdotas que ocasionalmente pueden ser identificadas como fabulaciones. Es la orientación hacia lo real del psicoanálisis lo que marcará la diferencia aquí.
El hecho de que las llame «ilusiones» y en retroacción no crea plenamente en ellas ya es un paso importante para este joven investigador. El resultado es que ha encontrado intervinientes a los que habrá podido hablar de ello como tal. Este es el comienzo de una tarea mayor, que consiste en elaborar un saber-hacer y ampliar el margen de maniobra frente a lo insoportable de estos fenómenos alucinatorios.
La alucinación es la irrupción para un parlêtre de un fenómeno fuera-de-sentido, que desgarra el tejido de su realidad. Surge como si no estuviera articulado a la cadena significante que constituye su mundo. Es un fenómeno elemental, en el sentido de un elemento completamente-solo, no articulado: un S1 completamente solo.
Este joven ha descubierto después de mucha investigación que, cuando le suceden estos fenómenos, no hay elementos externos concretos que hayan producido el estímulo, por lo que son «ilusiones». En efecto, para evitar que nos obsesionemos con la cuestión de la realidad en la medida en que estaría compuesta por estímulos externos a los que hay que dar cabida, Lacan nos dice que «el sujeto es inmanente a su alucinación».[2] Es un asunto inmanente a quien lo experimenta y que le concierne lo más de cerca posible. La alucinación saca a relucir lo real inmanente en el parlêtre, es en esto donde toca lo imposible de soportar. Frente a esta imposibilidad, la dimensión del sujeto debe ser considerada como una «posibilidad [que] está ahí».[3] Y para que emerja la dimensión subjetiva, será necesario que el S1-completamente-solo sea capaz de encontrar un lugar en el Otro.
Un requisito previo será que el fenómeno elemental no se tome por una fabulación. De hecho, no se sitúa de la misma manera en la dimensión del lenguaje. La fabulación es parte de las leyes del lenguaje, entra en el baile de los significantes, S1-S2…Sn, y así participa de la realidad, de la danza de las ficciones y de los semblantes, que enmascaran lo real.
El fenómeno elemental es primario, «la ideación es secundaria»[4], señala Jacques-Alain Miller. «El contenido y la coloración afectiva no […] Ven solo más tarde […]. [El fenómeno elemental] no depende de estos datos, sino que […] se refracta a partir de ellos.”[5] Se trata de los remolinos iniciales, cuyas ondas se refractarán en las elaboraciones posteriores del sujeto, que serán otros tantos desplazamientos de la libido que tendrán la función de atenuar la carga real incluida en el choque original. En las presentaciones de enfermos que realizó, Lacan «trató de reconstruir [este] punto inicial»[6] de modo que se pudiera trazar ese surco para la continuación del trabajo del paciente con los profesionales que lo acompañaban.
En este sentido, un adolescente que acude a una unidad hospitalaria en la que trabajo ha hecho un descubrimiento que, si es válido sólo para él, nos enseña. Desde hace un tiempo, lleva anotando en un calendario los periodos en los que escucha una voz que le asusta mucho y le pone en peligro porque «apuesta por su vida». Recientemente, esto se ha vuelto menos preocupante para él porque usa una segunda voz, que interviene para detener la primera. Este proceso tan singular produce para él efectos relámpago que se extienden a través de diferentes aspectos de su vida y sus vínculos sociales. Así, participa con más gusto en las conversaciones, donde demuestra con cierto humor una réplica infalible cuando se trata de las púas que pueden surgir. Se ha declarado a sí mismo «el rey del choque» y es reconocido como tal por sus compañeros.
*Alivon B., Hallucination ou fabulation ? – JIE8 – Rêves et fantasmes chez l’enfant
[1] Chiriaco S., « De la porosité entre rêves et hallucinations », Quarto, no 101-102, Bruselas, 2012, pp.152 -159.
[2] Lacan, J., El Seminario, libro XI, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, 2005, p. 265.
[3] Ídem.
[4] Clérambault (De) G.-G., cité par Miller J.-A., in « Enseignements de la présentation de malades », Prefacio de Traverser les murs, de Biagi-Chai F., Editions Imago, París, 2020, p. 13.
[5] Ídem.
[6] Miller J.-A., « La paranoïa vue par les grands psychiatres », La Cause freudienne, no 74, marzo 2010, p. 240.
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