Medea y Medusa Se Codean – por Claudia Iddan – 2025/02/04

MEDEA Y MEDUSA SE CODEAN

Por Claudia Iddan

2025/02/04


La historia bíblica de Salomé es el tema de una obra de teatro de Oscar Wilde, así como de muchas obras de arte. En esta aterradora historia, ¿qué atrae e inspira al mismo tiempo?

La obra traza la dialéctica de una extraña relación que se teje a través del diálogo entre la joven y seductora princesa de Judea y Yokanaan, un profeta encarcelado por Herodes, tetrarca de Judea, por sus profecías sobre la ruina del reino. Atraída por su voz y la difamación que ha escuchado, Salomé exige verlo. Desde el momento de su desafortunado encuentro, surge un movimiento entre ellos en el que ella pregunta, y él se niega.

¿Cuáles son las peticiones de Salomé? Ella declara bruscamente que se ha enamorado de él, de su cuerpo, de su pelo, de su boca, y que quiere tocarlos. Sin embargo, cada una de sus «demandas de amor» se encuentra con un rechazo cada vez más firme por parte del profeta. Estas exigencias son en realidad exigencias de castración que le llevan al final a querer decapitarlo como signo de la voluntad de un placer mortal y de una «victoria» sobre el rechazo de Iokanaan, una forma de ser Uno con su cuerpo.

Iokanaan lo rechaza radicalmente. Hija de una madre incestuosa, representa la fuente de la fornicación y la abominación: «Es a través de las mujeres que el mal entró en el mundo», dice. Salomé consigue lo que quiere recurriendo a un juego de seducción: acepta bailar para Herodes y exige una recompensa no especificada. Al final, Herodes, cumpliendo su promesa, exclama a Herodías: «¡Tu hija es monstruosa, lo que ha hecho es un gran crimen!», mientras Salomé sostiene la cabeza del hombre decapitado entre sus manos y le besa los labios.

«Lo que suple la relación sexual es precisamente el amor».[1] En este caso, se trata de un amor monstruoso y aterrador, como el que la princesa Salomé siente por Iokanaan. ¿Es esta exigencia de apropiarse del cuerpo del otro también un sustituto o un desvelamiento de la pulsión pura? En el texto de la obra, el movimiento de demanda-rechazo produce sistemáticamente lo contrario en Salomé, que pone de manifiesto una cierta fragmentación del cuerpo del hombre, como un vaivén entre el llamado amor y la repulsión. Lo que antes lo atraía a todos los elementos del cuerpo se vuelve horrible y repulsivo, pero al mismo tiempo refuerza su intolerancia al rechazo e intensifica su voluntad de goce, la voluntad de «una verdadera mujer, en su integridad como mujer»[2], hasta el punto del crimen que hace existir a La mujer.

En la historia de Salomé, Medea y la Gorgona Medusa se codean. No se debe mirarla; su belleza tiene un efecto demasiado seductor, incluso petrificante. Entre todos los personajes, hay un baile de miradas y rechazo de la mirada, especialmente por parte de Iokanaan, para no dejarse seducir por el «mal». Pero, además, irrumpió el deseo de una «verdadera mujer». «El goce […] una vez que entras, no sabes hasta dónde llega. Se empieza con cosquillas y se acaba en la parrilla».[3] Este estallido finalmente cae sobre Salomé, quien es castigada por su crimen.


*Iddan C., NLS-Congress 2025 — Médée et Méduse se côtoient

[1] Lacan J., El Seminario, libro XX, Aún, Buenos Aires, Paidós, 2016, p. 59.

[2] Lacan J., “Juventud de Gide o la letra y el deseo”, Escritos, tomo 2, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2018, p. 723.

[3] Lacan J., El Seminario, libro XVII, El reverso del psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, 2008, p. 77.

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