EL AUTISTA BUSCA UNA GARANTÍA EN EL ORDEN DE LAS COSAS
Por Jean-Claude Maleval
2024/12/11
Silvia Kleiban:
Gracias a los que se conectaron hoy a la última clase de la Diplomatura en Autismo y Psicosis en la Infancia. Luego de un año de arduo trabajo y de algunos avatares también que no tienen que ver con la diplomatura, pero sí directamente con cuestiones con la salud. Estamos hoy aquí. Seguimos en la trinchera. Seguimos con nuestra manera que es seguir investigando y profundizando sobre el autismo y la psicosis en la infancia.
Hoy es un placer que esté con nosotros Jean-Claude Maleval. Te paso la palabra, Marcela, y lo presentas.
Marcela Errecondo:
Buenos días a cada uno. Es un placer que Jean-Claude Maleval esté con nosotros, una alegría y también un honor porque es alguien de una gran trayectoria. Es miembro psicoanalista de la Escuela de la Causa Freudiana y de la AMP, la Asociación Mundial de Psicoanálisis, es profesor honorario de Psicología Clínica en la Universidad de Rennes 2, autor de numerosas obras y nombraré algunas como La forclusión del Nombre-del-Padre, La lógica del delirio, Locuras histéricas y psicosis disociativas, Género, cuerpo y psicoanálisis, Coordenadas para las psicosis ordinarias y sobre el autismo destacaré El autista y su voz del 2009, ¡Escuchen a los autistas! del 2012 y su último libro La Diferencia autística.
Vamos a hacer así. Maleval a comenzar y se detendrá. Yo haré la traducción. Serán algunas frases y yo iré traduciendo. Si después hay preguntas, vamos a dejar que él desarrolle el tema. Si después hay preguntas, yo les pediré por favor que sean frases cortas para que yo pueda traducir y lo mismo lo pediré a él.
Silvia Kleiban:
Quiero recordar que esta clase va a estar abierta a partir del 20 de diciembre que la pueden escuchar por el canal de la Asociación de Salud Mental que en YouTube es @aasm.
Mónica Errecondo :
Buenos días, Sr. Maleval. Ya hicimos toda la presentación en español y pienso que ya podemos darle la palabra. Su conferencia se titula “El autista busca una garantía en el orden de las cosas”.
Jean-Claude Maleval:
Les agradezco por su invitación a la Universidad de Cuyo.
Entonces, “El autista busca una garantía en el orden de las cosas”.
“La preferencia autística por los objetos”, afirma Jacques-Alain Miller, “especialmente las máquinas en detrimento de las personas, encuentra su raíz en un trabajo del autista para dedicarse a la creación de certezas porque está desprovisto del asiento delirante de la certeza psicótica”[1].
Es esencial, en efecto, subrayar que el autista, así como el psicótico es un sujeto al trabajo para encontrar certezas. Muchos entre ellos afirman buscar el tener acceso a reglas absolutas. Ahora bien, estas reglas no las construyen componiendo un nuevo orden del mundo a partir de significantes desarraigados surgidos desde la exterioridad generando fenómenos elementales ya que, a diferencia del psicótico, el autista supone de entrada que esas reglas existen en el mundo. Ciertamente, el autista está confrontado a un Otro caótico en el que los S1s están diseminados, pero están también encuadrados ya que iteran -pareciendo estar determinados, como dice Jacques-Alain Miller, por algoritmos-. Una tal suposición de la existencia de algoritmos que rigen el mundo y que se trataría de descubrir es ciertamente lo que hacen los autistas.
Se atestigua no solamente la importancia de la búsqueda de fragmentos de órdenes de las cosas en los pequeños algoritmos que constituyen las reglas de inmutabilidad, sino propósitos más explícitos aún. Gerland, un autista de alto nivel, afirma creer en la existencia de una “única regla general que se aplica a todos los dominios”[2] que ella quisiera descubrir. Williams, otra autista de alto nivel, confía: “Quisiera reglas absolutas”[3]. Sellin, un autista severo, afirma: “Yo mismo deseo valores más que absolutos”[4]. La ley para Grandin -otra autista de alto nivel bien conocida-, constata Sachs, “no era solamente la legislación de un país, pero también en un sentido más profundo, la expresión de una ley divina o cósmica cuya violación podía provocar consecuencias desastrosas” de manera que piensa que existe en el universo una fuerza organizadora, una suerte de potencia que crearía un orden a partir del desorden. Bettelheim constata que Joey –el caso clínico más conocido de La fortaleza vacía– “busca en la ley absoluta de las máquinas un principio que sea permanente e inmutable”.
¿Cómo los autistas alojan la suposición de la existencia de esos algoritmos a los cuales no tienen acceso, pero que buscan en fragmentos de certeza? Algunos lo formulan muy claramente: en el orden de las cosas. Es en esto en donde sitúan el lugar de la referencia y de la garantía. “Por razones importantes”, escribe Sellin, “puedo encontrar la seguridad solamente en objetos”[5]. “Yo no involucro ni me comprometo sino en consideración con las cosas, jamás con personas.”, afirma Williams. Grandin se involucra hacia las cosas franqueando realmente puertas simbólicas para garantizar algunas de sus decisiones.
El psicótico construye sus certezas en el campo del significante mientras que el autista se esfuerza en descubrirlas y lastrarlas [Lester] en el campo de las cosas. La clínica clásica de la forclusión del Nombre-del-Padre y del significante-amo se despejó a partir de los trastornos del goce, del lenguaje y de la imagen de sí que están presentes en el cuadro del autismo. El congelamiento más o menos radical de lo viviente y de los afectos testimonia que la piedra de lo viviente, es decir el significante-amo que conecta al parlêtre con su goce, no cumple su función. Una especificidad capital del autismo se basa en que la forclusión del Nombre-del-Padre se manifiesta por un congelamiento del S1-completamente-solo. Esta forclusión, genera una holofrase del S1 en la paranoia, del cual testimonian las certezas delirantes; un diseminación del significante en la esquizofrenia -localizada en el cuerpo o en las diversas intuiciones del delirio paranoide-; en lastres [lestages] del S1 en la manía dejando al sujeto sin ninguna posibilidad de libertad a la metonimia infinita y lúdica de la cadena significante; una captación del S1 por el objeto desecho en la melancolía martillando la falta de un objeto de horror. Mientras que en el autismo domina un congelamiento del S1 que se traduce clínicamente en un primer abordaje por el congelamiento de los afectos, de la enunciación y de la decisión. El beneficio inmediato que saca el sujeto autista se basa en que se deshace así de su responsabilidad en lo que concierne a su decir y a sus actos con el fin de no movilizar los afectos que podrían suscitar sufrimiento.
Cuando Donna Williams busca diferenciar el autismo de la esquizofrenia, ella despeja un mecanismo capital. Afirma: “Fundamentalmente, la solución que había encontrado para reducir la sobrecarga afectiva y permitir así mi propia expresión consistía en combatir por, y no contra la separación entre mi intelecto y mis emociones”[6]. Muchos autistas consideran que un tal congelamiento de los afectos está en el principio de su funcionamiento subjetivo. Sellin constata: “El autismo es el corte del hombre de las primeras experiencias simples como de las experiencias esenciales e importantes, por ejemplo, llorar”[7]. Joey afirma: “Con las emociones, cosas horribles llegan. Las emociones matan”[8]. Incluso llegan a pedir a los educadores no amarlos. Tito [Mukhopadhyay], otro niño autista, escribía que para él el lenguaje era conocido, pero no estaba ligado a nada. Joe -una autista francés que escribe simplemente- confirma: “Me urge ligar mi mente a mi cuerpo. Ordeno a mis neuronas reaccionar, pero las rupturas de las sinapsis me cortan de la información real corporal”.
Asperger observó que el saber de los autistas se desarrollaba en un vacío afectivo: “Estas personas son, si uno se expresa crudamente, autómatas de la inteligencia”, afirma Aspeger en 1944. “Es a través del intelecto que se hace la adaptación social en ellos. Hay que explicarles todo, enumerarles todo; deben aprender las tareas diarias como deberes de escuela y ejecutarlas sistemáticamente”[9] -es Asperger quien dice esto-. Bettelheim confirma el testimonio precedente: “El niño autista”, escribe en 1967, “es un niño que impide a sus afectos ser sentidos, devenir conscientes y así impide actuar en función de los afectos”[10]. Donna Williams afirma: “Podía decir lo que pensaba, pero no lo que sentía. Estaba emocionalmente constipada.”[11]
El sentido viene a la lengua cuando se enraíza en el cuerpo y los afectos. Ahora bien, la falta de conexión entre la lengua y los afectos puede ser tan radical que ciertos autistas no conciben que la lengua pueda servir a comunicar. Para Therèse Jolliffe -un una autista americano-, cuando ella era joven, dice: “la palabra no tenía mayor significación que cualquier otro sonido”. Para aprender que el lenguaje vehiculaba una significación, era necesario que ella vea los vocablos escritos sobre un papel. Luego de haberlos visualizado, ella comenzó a reconocerlos en la conversación. La frecuente apropiación del lenguaje efectuado por los autistas a partir de la cosa escrita pone particularmente en evidencia la posibilidad de una asimilación intelectual cortada de los afectos muy distinta de su enraizamiento en un laleo conectado con el cuerpo, laleo ya capaz de expresar el hambre, el sufrimiento, la fatiga, el bienestar, etc.
Éric Laurent no cesa de llamar la atención sobre el congelamiento de los afectos cuando subraya que lo que produce problemas al sujeto autista “es su conexión con lo que Lacan llama la lalengua y con el afecto asociado que hace reson en su cuerpo”[12]. R-e-s-o-n es un término utilizado por Lacan donde está la razón y la resonancia. Éric Laurent nota que Williams, contrariamente a los esquizofrénicos, trabaja para separar la lengua de los afectos. Grandin lo confirma: “Siento la emoción asociada a un acontecimiento, pero enseguida, yo salvaguardo el dicho acontecimiento en mi disco duro bajo la forma de imagen, pero sin la emoción, lo que da algo mucho más lógico”[13]. Éric Laurent subraya: “Habitar una lengua, si se parafrasea a “El atolondradicho”, es lo que para el cuerpo hace afecto, afecto que resuena”. Ahora bien, esta reson, según Williams: “El autista lo experimenta como algo a eliminar”. Como es percibido, aparece a lo más a menudo como algo enigmático, lo que hace que el sujeto no logre interpretarlo.
El cuerpo del sujeto autista aparece entregado a los afectos sin la ayuda de ningún discurso ordenado por el significante-amo. De ahí, Éric Laurent considera pertinente utilizar la expresión «congelamiento de lo viviente» a propósito del funcionamiento autístico. Desde esta óptica, yo preciso que la expresión «congelamiento del S1» -la que prefiero es una formulación condensada; desplegada, significa que el sujeto autista se fuerza en congelarlo de manera que el congelamiento del S1 es solidario de un congelamiento del efecto-sujeto -expresión utilizada por Jacques-Alain Miller y Éric Laurent-. El congelamiento del S1 es solidario de un congelamiento del efecto-sujeto tanto como un congelamiento de lo viviente. El S1 no está congelado sino por la manera en la cual el sujeto autista lo moviliza, es decir cortándolo de su goce y sus afectos, localizándolos en objetos, atenuando la enunciación, refrenando las decisiones, buscando una garantía en las cosas y su orden supuesto.
La búsqueda de garantías en las cosas utiliza principalmente dos métodos. Uno se sitúa en el cuadro clínico. Se incita al sujeto autista a apegarse fuertemente a coyunturas inmutables y a intereses específicos. Los unos y otros son -dicen algunos- búsquedas de coherencia local. El segundo método es un tratamiento de la lengua original que empuja a reificar a ésta, con el fin de anclarlas en las cosas.
Berquez, un clínico francés, proponía desde los años 1980 un análisis de la inmutabilidad en relación con una compensación por caos interno. Escribe: “El mundo interno en su estructuración a nivel de los objetos viene a compensar la imposibilidad psicológica de acceder a una simbolización cognitiva” -esto para los autistas-. Continúa: “La estructura, es decir la ley de relaciones invariante entre los objetos, en lugar de los tipos cognitivos y, por ende, interiorizados psíquicamente, se encuentra materializada por la disposición de los objetos y toda modificación más sea sino lo de un objeto vendría a modificar la estructura del conjunto y, por ende, desembocaría en el riesgo de la desaparición de esa estructuración externa.”
La clínica de la inmutabilidad y aquella de los intereses específicos compete bien -como lo destaca Jacques-Alain Miller- del dominio [maîtrise] ausente que hace retorno bajo la forma pluralizada de esas reglas absolutas y ordenamientos rígidos de los cuales todos los testimonios dan cuenta que el autista aspira. La inmutabilidad está soportada por la observancia de una regla extraña, arbitraria, aislada, fuera-de-discurso, lo más a menudo no compartida y no justificada. Es en este sentido que es un S1. Sin embargo, no es puro capricho del sujeto. No cambia incesantemente. Busca su fuente en un orden externo supuesto como permanente.
¿Dónde encuentra el autista este orden? Lo encuentra en una observación del mundo minimizando lo más posible las interacciones con las personas que ahí se encuentran. Esta observación les da acceso a un aparente orden de las cosas aprendido visualmente, pero no al orden significante que estructura la realidad humana. De ahí, se constata que los autistas encuentran una dificultad innata a deducir, a contextualizar, a operar lazos. Se detienen en los detalles de naturaleza de constatación. “Yo no era capaz de establecer relaciones, de prevenir las consecuencias”, aporta un autista. “No captan los lazos lógicos”, constata los Brenner -quienes son educadores de autistas-, “pero nada escapa a su observación”. Buscan compensar la lógica significante de la que carecen por una lógica visual supuestamente inherente a las cosas. No disponer de la primera, la lógica significante suscita una búsqueda de la segunda y una adhesión apasionada a ésta cuando piensan en discernir. Se inclinan de buena gana a tomar con las manos a las cosas.
La búsqueda de un orden inherente a las cosas es discernible desde las primeras actividades iniciadas por el autista. Cuando se ponen juguetes a su disposición, se sabe que los utiliza no para juegos de remedar/hacer semblante, sino para emparejar esos juguetes larga y repetitivamente según un orden de tallas, de colores, de adquisición, etc. Williams explica: “Combinar y emparejar objetos llega a establecer relaciones entre las cosas, a mostrar que una relación entre dos o varios objetos puede existir”. Williams dice: “Esto permite visualizar relaciones de la manera más concreta y la más innegable que hay a través de los objetos. Esto permite recrear esas relaciones dando la esperanza de que si una tal relación existe entre las cosas se podrá un día experimentarla y comprenderla en el mundo”. Williams precisa: “Yo misma siempre he vivido en el interior de ese mundo de objetos”. Ally busca un mundo controlable de garantías para preservarse de la presencia perturbadora del caos. Ella se esfuerza, escribe, a “hablar a través de los objetos”.
Los autistas convergen para indicar que sus angustias mayores se basan no en manifestaciones de un Otro malo capaz de vociferar como en las alucinaciones -es el caso del psicótico-, sino que sus angustias se basan en lo imprevisible, a lo inesperado, a la sorpresa, a un surgimiento de lo real que hace fracasar sus esfuerzos de dominio del mundo. El lugar tomado por la inmutabilidad en el síndrome autístico designa la presencia latente de un Otro caótico, no regulado, imprevisible, mudo -no vocifera- en relación con el cual el autista despliega muchos esfuerzos para protegerse. El deseo del Otro no es para él malvado, sino que es inquietante por ser incomprensible. En el caos del mundo, el autista busca implantar islotes de inmutabilidad. Con el fin de dominar y prevenir lo inesperado, van a buscar una articulación previsible, sucesión regulada de acontecimientos, persistencias de una correlación entre una cosa y lugar, etc.
La inmutabilidad se funda en una elección arbitraria del sujeto que recae sobre una situación o un objeto y que busca promover una regla. Sin embargo, se trata de una regla arbitraria, a menudo no compartida, cuya importancia parece extraña al entorno, más anclada en un supuesto orden de las cosas que en el Otro del lenguaje. No obstante, es una regla que implica una correlación fija entre diversos elementos. Es ordinario que el autista no la justifique. Ésta se sitúa fuera-de-discurso. Es una iteración de un S1-completamente-solo. Esta regla de inmutabilidad autística atestigua que el S1-completamente-solo no es diseminado como en la esquizofrenia, ni totalmente desconectado, sino embridada a la vez por su lastre en un objeto o una situación y por su inmersión en un supuesto orden de las cosas. Si se corta a la inmutabilidad de su búsqueda de un fundamento objetal, nada hace obstáculo a una diseminación esquizofrénico de S1s y a la liberación de un goce desembridado.
La reificación de la lengua utiliza principalmente cuatro mecanismos: un apego inicial a términos-etiqueta pegados a las cosas; una traducción de las palabras en representaciones-cosa -llamadas por Grandin “pensar en imágenes”; una lengua factual que se limita a describir los fenómenos percibidos; y, finalmente, un aprendizaje con conocimientos ready-made memorizados como una cosa no subjetivada.
Entonces, voy a precisar estos cuatro puntos.
Si no está en medida de concretizar y visualizar las palabras -lo que puede advenir cuando son muy abstractos-, según la bella expresión de Donna Williams, “recaen vacíos a tierra”. Para que el lenguaje posea una significación, subraya, “es necesario establecer un lazo entre el lenguaje y lo que designa. Gerland confirma plenamente este testimonio: “Cuando se hablaba de cuestiones que no evocaban imágenes en mi mente”, afirma, “las palabras no llegaban a aterrizar en mi cabeza. Se volaban para posarse allende. Si las palabras no eran imaginadas, no daban ninguna significación”.
Veamos ahora los términos-etiqueta, los cuales son una primera manera de reificar la lengua. Kanner nota de entrada en los jóvenes autistas una propensión a hacer uso de un sentido de una palabra de manera inflexible de manera que la palabra no puede ser utilizado con lo que fuere, sino solamente con la connotación originalmente adquirida. Kanner da, por ejemplo, la conducta de Donald que había aprendido a decir “Sí” cuando su padre le decía que podía subirlo en su espalda si decía “Sí”. “Esta palabra”, constata Kanner, “se remetía sólo a la significación del anhelo de ser puesto en la espalda de su padre. Esto tomó muchos meses antes de que pudiese desprender la palabra “Sí” de la situación específica.”
Desde Kanner, varios autores han insistido en la importancia de la lengua de los autistas de los signos que se pegan a la situación de aprendizaje. En el desarrollo del lenguaje de su hijo Tomas, se da cuenta con sorpresa el constatar que inventaba palabras para nombrar objetos que tenían la misma función, pero que no tenían exactamente la misma apariencia. “Usaba, por ejemplo, diversos nombres para designar a una bicicleta. Había una bicicleta, un tractor, ruedas en el lodo, ruedas en el hierba y pequeños pies en el pedal”. Su madre decía: “A todo el mundo le perecía creativo eso, pero tenía dudas. Pensaba que no podía hacer de otro modo. Cuando yo le decía: “Ven a dar una vuelta en bicicleta”, él no comprendía ya que en ese momento no veía sino los pequeños pies en el pedal. Para él, la palabra «bicicleta» no tenía todavía significación generalizada”. Igual que tales palabras son los términos indirectos sirven los términos-etiquetas indiciarios que son comprensibles sólo si se tiene conocimiento de la situación primera que les dio nacimiento. Grandin considera que este fenómeno es generalizable a los autistas de Kanner los cuales, según ella, “son incapaces de asimilar la menor separación en relación con las imágenes que están almacenadas en su memoria”.
La segunda forma de reificación de la lengua, la lengua factual. La lengua factual está bien descrita por Williams como “una lengua de acumulación de hechos”. Está al servicio de las primeras tentativas de comunicación del niño autista”. ¿Cuáles son sus características? Partamos de dos ejemplos relatados por Kantzas -quien es un clínico italiano y francés-. El primero: Jack responde de la manera siguiente a una pregunta sobre el sueño: “Dormido, roncando esa noche y luego despierto, te tendiste en esa cama sobre la colcha. Cuando te dormías de despertabas, te levantabas de la cama” -habla de sí mismo en segunda persona o a la tercera- “te ponías el pantalón, la camisa, las medias, las sandalias, los pantalones, me use los vestimentos”. Kantzas nota que la cuestión sobre el sueño -una palabra sin referente concreto-, sin significación, para Jack llama a una respuesta que convoca hechos: los acontecimientos de la noche, acontecimientos tangibles y concretos.
En el segundo ejemplo, George repite una breve historieta: “El cazador de pieles se levanta muy temprano en la mañana. Sale de su casa con su fusil y muchos perros para dirigirse al bosque. Cuando los perros ven un zorro se ponen a ladrar. El cazador agarra su fusil y mata al zorro. Enseguida, el cazador va al mercado para vender la piel del zorro que sirve para hacer vestimentas”. Esta sucesión de hechos sin comentarios, sin afectos, parece apuntar a una simple presentación de cosas sin implicación de la voz enunciativa. Los hechos prevalecen sobre las experiencias. Los recuerdos son dados a menudos como documentos en los cuales la implicación afectiva del sujeto no aparece.
Otra observadora de este fenómeno nota que tales palabras son esencialmente de naturaleza constatante y no intencional. Aubin, por ejemplo, no podía decir que uno de sus camaradas había sido castigado por la cuidadora porque había sido malo. La observación de este niño -comenta Barbara Donville- “se limitaba a los detalles, mencionando el color de la chompa de un camarada, observaciones que sacaba sin opinión, cuando no se le pedía nada en particular. Se paraba delante de su madre para informarle de esto y luego se callaba sin añadir más. Nada en su lenguaje narraba, describía, no buscaba deducir, y lo sumo que se obtenía de él eran consideraciones puntuales de las cuales no se sacaba nunca ninguna consecuencia”[14]. Los sujetos autistas, señala Bernard Touati al respecto -un psicoanalista francés-, cuando hablan, utilizan un lenguaje que se caracteriza por su aspecto de fijeza, «observamos siempre la tendencia a describir con precisión el mundo, la exposición simple y sistemática sin ningún margen de interpretación, sin afectos ni emociones que interfieran en el esfuerzo del pensamiento»[15]. Los sujetos autistas, señala Bernard Touati al respecto, cuando hablan, utilizan un lenguaje que se caracteriza por su aspecto de fijeza, «observamos siempre la tendencia a describir con precisión el mundo, la exposición simple y sistemática sin ningún margen de interpretación, sin afectos ni emociones que interfieran en el esfuerzo del pensamiento». Bueno, decir esto de sujetos autistas es siempre peligroso porque esto que se dice aquí es totalmente falso, pero para ciertos sujetos autistas en cierto nivel del espectro es completamente cierto.
Cuando comienza a buscar comunicarse, el autista se orienta hacia un lenguaje que describe hechos sin que él mismo tenga que interpretarlos. Por ende, su ideal sería un código que lograría conectar las palabras de manera constante y rígida a objetos o a situaciones claramente determinadas. “No es la complejidad de una lengua la que plantearía problemas al autista”, explica [Kamran] Nazeer, “de hecho, es probable que les ayude más bien, en la medida en que cuantas más haya, menos probable es que una palabra sea polisémica. Cuantas más reglas y estructuras haya, menos tendrá que confiar una persona autista en la intuición y el contexto”[16]. El ideal para ellos, los autistas, subraya Nazeer, sería “un sentido / una palabra” -una palabra que corresponda a una cosa, una lengua que se reduciría a un código-. De allí, una que esté radicalmente construida con signos icónicos e indiciarios.
Desde que la noción se despega de la referencia para pasar de un elemento a una generalidad, la comprensión del autista se encuentra con un obstáculo. Williams confía:
“Siempre he tenido la mayor dificultad para concebir la transformación de una cosa en otra. Sabía lo que eran las vacas, pero cuando se convirtieron en un rebaño, dejaron de ser vacas para mí. Entendí que la palabra «rebaño» se refería a un grupo, pero no tenía idea de lo que podía significar la palabra «ganado». Lo mismo ocurre con la «piel». Una vez cosido, no era más que un tipo de tela que nunca había sido un animal y que nunca podría haberlo sido.”[17]
La lengua factual constituye para el autista una suerte de cosa tomada del orden de las cosas o un médium apto para captar ese orden. Los esfuerzos del autista para reificar la lengua son solidarios de su propensión a alojar y planificar [ordonnancer] los S1 lastrándolos en el orden de las cosas. Williams afirma: “Comunicar a través del sesgo de los objetos no conllevaba peligro.”[18]
Tercera manera de intentar reificar la lengua: la traducción en representaciones-cosa. Los autistas testimonian de dificultades con las palabras abstractas de manera que buscan de buena gana traducirlas en un lenguaje concreto para aprehenderlas. Tammet confía:
“Se me hace difícil comprender las palabras abstractas. Para cada una de ellas tengo una imagen mental que me ayuda a captarlas. Por ejemplo, la palabra «complejidad» me hace pensar a una trenza o una red de cabellos innumerables que se organizan en un gran todo completo. Igualmente, la palabra «triunfo» suscita la imagen de un gran trofeo de oro como los que se ganan a la final de una competencia deportiva. Si escucho que la elección de un hombre de política ha sido un triunfo, lo imagino levantando un trofeo encima de su cabeza”.
En efecto, Temple Grandin testimonia igualmente que le es necesario “transmutar los términos abstractos en representaciones de cosa para captarlas”. Afirma: “Pienso en imágenes. Para mí, las palabras son como una segunda lengua. Traduzco todas las palabras.” ¡Son las palabras que ella traduce! “Traduzco todas las palabras -dichas o escritos- en hilos coloreados y sonorizados. Desfilan en mi cabeza como cassettes de video. Cuando alguien me habla, sus palabras se transforman inmediatamente en imágenes”[19]. Gerland -otro autista de alto nivel- hace referencia a un funcionamiento similar de su pensamiento:
“Cuando se hablaba de cuestiones que no evocaban imágenes en mi mente, las palabras no llegaban a aterrizar en mi cabeza. Se volaban para aterrizar allende. Si no eran puestos en imágenes, no producían ninguna significación. Mi vocabulario era concreto y exacto.”
Williams menciona que su manera era expresarse a través de objetos: “Cuando concretaba y visualizaba mis palabras”, constata ella, “no caían en tierra”. Para Grandin, como para Williams o Tammet, la significación del signo podía fracasar en advenir si el sujeto no logra ponerlo en lazo con una percepción. La primera constata:
“Cuando no logro poner un texto en imágenes es en general porque ese texto no tiene ninguna significación concreta. Hay textos teóricos y artículos sobre el mercado del ganado que son para mí totalmente incomprensibles. Me es mucho más fácil comprender un texto que describa algo que pueda ser fácilmente traducida en imágenes.”[20]
Cuarta manera de reificar el lenguaje: los conocimientos ready-made no subjetivados. Los autistas tienen una propensión a la adquisición de conocimientos ready-made. Su entrada en el lenguaje se opera frecuentemente a partir de ecolalias, las cuales testimonias de una relación al lenguaje no-habitada. Kantzas subraya: “Hablar usando oraciones prefabricadas significa sobre todo que el material verbal utilizado no pasa la reelaboración del sujeto hablante. No se descompone ni se recompone, sino que simplemente se reproduce tal como se presenta”[21].
El aprendizaje por memorización de las páginas del Wall Street Journal operado por Grandin para orientarse en la realidad no pasa tampoco por la reelaboración del sujeto hablante. De esto resulta un manejo rígido de los conocimientos adquiridos. Ella relata: “Cuando busco en mi cabeza, veo la fotocopia de la página. Puedo leerla como un teleprompter. A veces es difícil encontrar ciertos datos porque es necesario que intente con diferentes cassettes hasta que encuentre el correcto y eso lleva tiempo”. Una memorización puramente intelectual de secuencias de información genera una reflexión a la que le falta flexibilidad. Sus interlocutores, a veces, se ven sorprendidos. Así, en una circunstancia en la que [Oliver] Sacks pide a Grandin que le repita una indicación que había comprendido mal, él se sorprendió por escuchar recitar de nuevo toda la lista de sus directivas. Eso le tomó varios minutos. Toda la lista estaba en términos casi idénticos. Sacks continúa: “Era un poco como si ella no me entregaba su información sino como estaban almacenadas en su mente en su integralidad solamente y sin poder separar los componentes de la asociación o del programa rígido que los reunía”[22]. Grandin confirma las observaciones de Sacks: “No puedo acceder a una información sino repasando el conjunto de la secuencia que la contiene”[23]. Dice que es un “método de pensamiento un poco lento”. Ella compara su de buena gana su «librería mental» a una maquinaria de computador. Ella se dedicaba como mejor podía, precisa a Sacks:
“simplificar la vida tanto como sea posible haciéndose lo más claro y explícito posible. Con este fin, Grandin había acumulado una vasta biblioteca de experiencias que había crecido a lo largo de los años: Era como una biblioteca de grabaciones de video mentales que podía consultar en cualquier momento, «videos» que le mostraban cómo se comportaban los seres humanos en determinadas circunstancias. […] . Y había completado este aprendizaje leyendo todo lo que caía en sus manos (incluso revistas de negocios y el Wall Street Journal), todo lo cual había ampliado su conocimiento de la especie humana.”[24]
Ella precisa: “Es un proceso rigurosamente lógico”. Williams narra que las emociones en sí pueden ser aprendidas desde repertorios memorizados:
“Quiero que me muestren emociones», pide Williams a una familia de amigos. […] A través de líneas y diagramas, vi la escalera iracunda, la escalera feliz y la escalera triste. En estas líneas, marcaron las variantes inferior y superior: cansado, ocupado, inquieto, molesto, enojado y furioso. Trataron de mostrarme cómo cada estado podía traducirse en un rostro o reflejarse en acciones.”[25]
Los padres atentos pueden constatar que una manera de ayudar a su hijo a orientarse consiste en entregarle un material ready-made. “Cuando Elly tenía siete años”, narra Lara Clark, “habíamos pensado en darle frases enteras, como si fueran palabras, de manera tal para darle estructuras de pensamiento a las cuales pudiera referirse.”[26]
La adaptación social de los autistas se hace mediante un proceso esencialmente intelectual no-subjetivado. “Los niños autistas”, constata Grandin, “aprenden los comportamientos sociales de manera sistemática de la misma manera en que aprenden sus lecciones en la escuela”. Los autistas se constituyen así en un stock de conocimientos pese a una gran vida afectiva, pero con lo que pueden orientarse en sociedad. Grandin afirma:
“A la edad de 47 años, dispongo de un vasto banco de datos, pero fueron necesarios muchos años para constituir esa biblioteca de experiencias y para aprender a comportarme de manera adaptada. Incluso, recientemente, ignoraba que los otros se fían de índices afectivos.”
El autista busca conocimientos ready-made que puedan aprender de memoria para luchar contra el caos inicial de su realidad. Cuando les sucede, por ejemplo, aprendiendo a leer precozmente, asimilan ese saber en exterioridad ya que permanece cortado de sus afectos. Cuando los movilizan, no los pueden recomponer. Ese saber intelectual está constituido de S1s aislados que generan, según Jacques-Alain Miller,
“una actividad mental limpia de toda empatía, intuición, comprensión, un cálculo sin sorpresa, un proceso de pensamiento coercido por un programa. ¿Cómo no ver que ese susodicho intelecto está modelado sobre la serie de unarios que estructuran el autismo? -una serie de S1s- Calma blanca caída de un desastre obscuro.”[27] Esos S1 no permanecen casi nunca aislados, sino que basan a algoritmos -según el término utilizado por Jacques-Alain Miller- y estos son tomados de fragmentos del orden de las cosas permitiendo articularlos de manera reglada. Esos tales algoritmos ready-made contribuyen al congelamiento del S1 no dando acceso sino a un saber fijado y no subjetivado. Los autistas de Asperger poseen muchos conocimientos tomados de sus intereses específicos, pero poco saber subjetivado cargado de sentido que le permita orientarse en la vida cotidiana.
Para compensar el caos de su mundo, el autista busca un sistema de garantías en las cosas que le incita a intentar lastrar las palabras en cosas. Para esto, él recurre a maneras diversas, no solamente apegándose a fragmentos del orden de las cosas encontradas en las reglas de inmutabilidad como en los intereses específicos, sino que, además, lo hace intentando reificar la lengua a través de un apego inicial a términos-etiquetas pegados a las cosas, por una traducción de las palabras en representaciones-palabra y pensamientos en imágenes, a través de una lengua factual que se empalma con describir fenómenos percibidos, y a través de un aprendizaje de conocimientos ready-made memorizados como una cosa no subjetivada. Tales son las principales estrategias del congelamiento del S1 al cual habría que añadir el frecuente desplazamiento del lugar de la enunciación y de la decisión en cosas -evoco ahí a los autistas mudos que no pueden hablar sino por medio de una máquina o una computadora- poniendo en evidencia la íntima correlación del congelamiento del S1 con el retorno del goce en el borde.
El congelamiento del S1 es una formulación condensada; desplegada significa que el sujeto autista se esfuerza por congelarlo de manera de que el congelamiento del S1 es solidario del congelamiento del efecto-sujeto. El S1 no está congelado sino por la manera en que el sujeto lo moviliza, cortándolo de su goce y de sus afectos, localizándolo en objetos, atenuando la enunciación, refrenando las decisiones, buscando una garantía en las cosas y su orden supuesto.
La función de representación del sujeto propia del S1 está borrada en el autismo, pero no está abolida. Los autistas pueden lograr llegar a hacerse representar por un significante para otro significante. Se testifica de la manera más probatoria la producción de textos originales que relatan sus vivencias. Además, no solamente el autista es capaz de inventividad, sino que no cesa de poner en marcha mecanismos de defensa complejos articulados entre el congelamiento de los afectos y el retorno correlativo del goce sobre el borde.
El congelamiento del S1 y el congelamiento del efecto-sujeto se insertan bajo varias modalidades en una lengua de significantes unas veces fijados en lo Unario -en el congelamiento del S1-, unas veces poniendo en juego la articulación del S1àS2. El autista, bien lejos de disponer sólo de términos-etiqueta, posee una capacidad de desarrollar formulaciones expresivas que mejoran a medida de su progresión en el espectro. En la dependencia de la forclusión del Nombre-del-Padre, el congelamiento del S1 y el retorno correlativo del goce sobre el borde constituyen las características capitales de la estructura autística. Subsiste, sin embargo, en ella la posibilidad de un fortalecimiento progresivo en la enunciación que puede llegar hasta su frágil introyección en lo alto del espectro.
Bien, les agradezco por haberme seguido hasta acá. ¿Tienen preguntas?
*Maleval J.-C., « L’autiste cherche une garantie dans l’ordre des choses », intervención en la última clase de la Diplomatura Universitaria en Abordaje del Autismo y las Psicosis en la Infancia cohorte 2024, 2024/12/11. Inédito.
**Traducción de: Maleval J.-C., Clase abierta – Diplomatura autismo y psicosis en la infancia 2024. Último acceso: 2024/12/20.
[1] Miller J.-A., “Préface” in Maleval J.-C., La Différence autistique, PUV, 2021, p. 13.
[2] Gerland G., Une Personne à part entière, trad. Sigurd Amundsen, Mougins, Autisme France Diffusion, 2004, p. 138.
[3] Donna Williams, Quelqu’un, quelque part, trad. Paule Collet, París, J’ai Lu, 1996, p. 91.
[4] Sellin B., La Solitude du déserteur. Un autiste raconte son combat pour rejoindre notre monde, trad. Martine Keyser, Paris, Robert Laffont, 1994, p. 156.
[5] Sellin B., Une Âme prisonnière. Grâce à la communication assistée, un jeune autiste nous révèle son univers, trad. Peter Schmidt, París, Robert Laffont, 1994, p. 140.
[6] Williams D., Si on me touche, je n’existe plus. Le témoignage exceptionnel d’une jeune autiste, trad. Fabienne Gérard, Paris, Robert Laffont, 1992, p. 29.
[7] Sellin B., Une Âme prisonnière. Grâce à la communication assistée, un jeune autiste nous révèle son univers, trad. Peter Schmidt, Paris, Robert Laffont,1994, p. 102.
[8] Bettelheim B., La Forteresse vide. L’autisme infantile et la naissance du Soi, trad. Roland Humery, París, Gallimard, 1969, pp. 395-396.
[9] Asperger H., Les Psychopathes autistiques pendant l’enfance, trad. Elizabeth Wagner, Nicole Rivollier et Dominique l’Hôpital, Le Plessis-Robinson, Institut synthélabo pour le progrès de la connaissance, 1998 p. 86.
[10] Bettelheim B., La Forteresse vide. L’autisme infantile et la naissance du Soi, op. cit., p. 394
[11] Williams D., Si on me touche, je n’existe plus. Le témoignage exceptionnel d’une jeune autiste, op. cit., pp. 88-89.
[12] Laurent É., La No-Reson y la Topología en Lalengua Autista – por Éric Laurent – 2024/03/23 – PSICOANÁLISIS LACANIANO
[13] Grandin T. et Barron S., Autisme : décoder les mystères de la vie en société, trad. Françoise Forin-Mateo, Louvain-la-neuve, De Boeck Supérieur, 2019, p. 260.
[14] Donville B., Vaincre l’autisme, París, Odile Jacob, 2008, p. 68.
[15] Touati B., « Quelques repères sur l’apparition du langage et son devenir dans l’autisme », en Bernard Touati, Fabien Joly et Marie-Christine Laznik (dir.), Langage, voix et parole dans l’autisme, Paris, PUF, 2007, pp. 19-20.
[16] Nazeer K., Laissez entrer les idiots, trad. Édith Soonckindt, París, Oh ! Éditions, 2006, p. 26.
[17] Williams D., Si on me touche, je n’existe plus. Le témoignage exceptionnel d’une jeune autiste, op. cit., p. 133.
[18] Ibíd., p. 304.
[19] Grandin T., Penser en images et autres témoignages sur l’autisme, op. cit., p. 19.
[20] Ibíd., p. 33.
[21] Kantzas P., Le Passe-temps d’un Dieu. Analyse de l’autisme infantile, op. cit., p. 108.
[22] Sacks O., Un Anthropologue sur Mars. Sept histoires paradoxales, trad. Christian Cler, París, Seuil, 1996, p. 335.
[23] Ibíd., p. 368.
[24] Ibíd., p. 341.
[25] Williams D., Quelqu’un, quelque part, op. cit., pp. 161-162.
[26] Park C., Histoire d’Elly. Le siège, trad. Claude-Nathalie Thomas, Paris, Calmann-Lévy, 1972, p. 236.
[27] Miller J.-A., “Préface”, in Maleval J.-C., La Différence autistique, op. cit., p. 14.
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