El Juego Fantasmático 2 – por Yves Vanderveken – 2024/11/22

EL JUEGO FANTASMÁTICO 2

Por Yves Vanderveken

2024-11-22


En la serie de las indicaciones de Freud[1], entonces, planteemos la cuestión de lo que el niño hace a través del juego y las historias que cuenta en él.

Lacan, en su rigurosa reseña y análisis del caso del pequeño Hans[2], toma con sorprendente seriedad todas las abundantes historias que este niño le cuenta a su padre. Los toma casi cronológicamente y  los lee, línea por línea. Nótese que, de entrada, no es la dimensión terapéutica lo que interesa a Lacan. Con su propia pluma, indica que una fobia infantil se resuelve por sí sola, en el mejor de los casos, al cabo de los seis meses. Lo que le interesa es entender cómo funciona una fobia que se reabsorbe, debido a la razón, y más allá de eso, dar cuenta de la lógica estructural de los miedos de los niños; encrucijada y necesaria producción durante el encuentro, allí también de estructura, con lo que podemos precisar del traumatismo que hace un agujero en el saber.

En la línea freudiana, Lacan varía para calificar todas estas historias que Hans desarrolla, estos «parloteos» de un niño en torno a su miedo al caballo, para calificarlas como fantasmas, como delirios. Así que, por supuesto, indica que fantasma y delirio no son lo mismo, pero que el uso del término «delirio» «no es inadecuado».[3] Lacan indica que se trata de una elucubración de saber, de un «fomento»,[4] de una serie de producciones imaginarias que ponen en marcha el «juego» del significante. De ahí la autorización que saco de mi título: el juego fantasmático».

Estos parloteos son de gran interés y hay una cuestión crucial, para que el psicoanalista, de elucidarlos, no de una manera más allá de este parloteo (interpretación psicológica), sino a nivel del texto mismo de lo que es producido por el niño. Así, precisa, que «reconocemos en ella la misma materia sobre la que estamos acostumbrados a trabajar cuando trabajamos con niños, la materia imaginaria, que siempre es rica en resonancias»[5] y que «esta fantasmatización no concierne simplemente al pasado»,[6] sino que «acompaña y modula su angustia» y que tiene «su propia fuerza de construcción».[7]

Es a través de este «juego fundamental del significante»[8] de esta fantasmagoría, que procede de una lógica de un work in progress subjetivo, que el niño trata a la angustia de su encuentro con el agujero en el campo del Otro. Y esta producción «envuelve toda la actividad del sujeto»[9] y «es correlativa a toda una serie de realizaciones, en el sentido más amplio, que se manifiestan en acciones que son completamente irreductibles a fines utilitarios».[10]

Nosotros hablamos de las elucubraciones de Hans alrededor del caballo significante, pero esto es precisamente lo que llamamos, y que Freud ha puesto en primer plano, teorías sexuales infantiles, que Lacan califica como «la actividad de investigación del niño referente a la realidad sexual»[11] y ¿a qué equivale? A tejer una tela significante, una red significante, arrojada sobre el goce.

Las teorías sexuales infantiles están ahí para postular que no es la cuestión de su autenticidad lo que importa. Son, en el sentido primario del término, delirantes o incluso fantasmeados. Y Lacan insiste -lo cual es una lección clínica para el practicante- en que son tan imaginarios, que son móviles. Es el caso de las producciones del pequeño Hans. Lo que importa es su progreso y sus transformaciones. Se trata menos de términos constantes que una cierta configuración. Por lo tanto, no siempre es necesariamente su contenido lo que importa. Sobre estos, podemos discutir interminablemente sobre lo que representan.

Sabemos que el caballo, en el caso de Hans, representa alternativamente varias cosas y personajes. ¡Para eso es que sirve exactamente! «El significante sintomático está constituido de tal manera que es de tal naturaleza que cubre, en el curso del desarrollo y la evolución, múltiples y muy diferentes significados. No solo está en su naturaleza hacerlo, sino que es su función».[12] Este significante es singularmente dialéctico (con la pregunta diagnóstica que surge cuando no es el caso) y «ningún elemento significante, objeto, relación, acto sintomático, en la neurosis por ejemplo, puede ser considerado como de alcance inequívoco. […] Los elementos significantes deben definirse, en primer lugar, por su articulación con los demás elementos significantes».[13]

Señalemos, pues, dos orientaciones fundamentales para el practicante respecto a la orientación lacaniana con respecto a este juego fantasmático del niño:

  • El progreso de sus permutaciones está ahí para hacer el recorrido de las posibles soluciones a este encuentro traumático. Está ahí para producir una  reconfiguración  subjetiva tras el encuentro con un elemento que ha venido a poner en cuestión, a arruinar las identificaciones infantiles construidas hasta entonces. Este es su uso. Es algo por lo que el niño debe pasar «hasta cierto punto para franquear el difícil pasaje de una determinada carencia o hiancia y encontrar así descanso y un poco de armonía».[14] De ahí la primera orientación: orientar bastante bien sus intervenciones, para «no secarse, sino por el contrario estimular la serie de sus producciones al final».[15] Esto es de gran importancia: lo que está en juego en el análisis es permitir que el niño -y por lo tanto no impedirlo- desarrollar las significaciones cuyo sistema es grande, sin ceñirse a la solución provisional.
  • Permitir así al niño hacer el recorrido, a través de su propio juego, de las posibles soluciones. Esto es lo que aborda la investigación de Hans, con una batería de significantes elegidos (por el sujeto). Es a este nivel al que debemos elevarlo. Con esta orientación: «Nunca olviden que el significante no está ahí para representar la significación, sino para completar los vacíos de una significación que no significa nada. Es porque la significación se pierde literalmente, es porque se pierde el hilo, como en el cuento de Pulgarcito, que los guijarros del significante emergen para llenar este agujero y este vacío. »[16]

*Vanderveken Y., Le jeu fantasmatique 2 – JIE8 – Rêves et fantasmes chez l’enfant

[1] Vanderveken Y., El Juego Fantasmático 1 – por Yves Vanderveken – 2024/11/20 – PSICOANÁLISIS LACANIANO

[2] Lacan J., El Seminario, libro IV, La relación de objeto, Buenos Aires, Paidós, 2013.

[3] Ibíd., p. 291.

[4] Ibíd., p. 303.

[5] Ibíd., p. 320.

[6] Ibíd., p. 305.

[7] Ídem.

[8] Ibíd., p. 282.

[9] Ibíd., p. 251.

[10] Ídem.

[11] Ídem.

[12] Ibíd., p. 288.

[13] Ibíd., p. 289.

[14] Ibíd., p. 267.

[15] Ibíd., p. 285.

[16] Ibíd., p. 330.

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