UN AJUAR PARA ACERCARSE A LOS SUEÑOS
Por Valeria Sommer-Dupont
2024-10-16
Dime cuál es tu teoría de los sueños y te diré qué uso haces de ella en la cura, o dime qué haces con el sueño y te diré qué teoría está ahí, implícitamente, apoyando tu acción.
Concebir el sueño como el camino regio para acceder al inconsciente, como propone Freud, es una cosa; tratarlo como un producto puro de la actividad eléctrica del cerebro es otra cosa muy distinta.
¿Por qué deberíamos interesarnos por los sueños de los niños en nuestras prácticas? ¿Qué hacemos con los sueños de los niños? ¿Los interpretamos? Pero ¿qué significa interpretar un sueño? ¿Y qué hacemos con las pesadillas y otros «trastornos del sueño»?
¿Llaves?
En La interpretación de los sueños, publicada en 1900, Freud le da al sueño el estatus de una producción psíquica que tiene una significación por derecho propio. Que los sueños tienen un sentido no es nada nuevo. Es el lugar del sentido el que, con Freud, primero marca la diferencia. Antes de él, si había un reconocimiento de un querer decir del sueño, el sentido último estaba asociado a algo fuera de la vida del soñador. En la Antigüedad, se utilizaba una clave fija y constante de los sueños para descifrar lo que el sueño transmitía como mensaje (oracular, profético, visionario). Del lado de lo divino, del lado del simbolismo cultural, el sentido estaba fuera del sujeto mismo.
Con Freud, la clave de la producción psíquica, el sueño, se le da al sujeto que lo narra. El sueño es de quien sueña. Esta concepción del sueño corresponde a una práctica analítica: «la técnica […] encarga el trabajo de interpretación al soñador mismo».[1] Es a través de las asociaciones libres del soñador que podemos descubrir el sentido que se esconde en él. El sentido circula en las propias palabras del soñador. El sueño se convierte en el camino regio hacia el inconsciente.
Invitar a los niños y adolescentes a asociar a partir de una palabra, un detalle, «pieza por pieza»[2], sigue siendo un uso que sigue siendo relevante en la clínica analítica.
Heredero del camino abierto por Freud, Lacan devuelve la llave al significante subrayando el valor del sueño como frase y distinguiendo el funcionamiento significante. Un sueño es una producción lingüística, dice: «Retomemos, pues, el trabajo de Freud en la Traumdeutung para recordar que el sueño tiene la estructura de una frase, o más bien, para atenerse a su letra, de un rebus, es decir, de una escritura».[3]
Si con Freud el analizante sueña y el analista interpreta, con Lacan el analizante sueña sueños y su sueño lo interpreta. Es el sueño el que interpreta al soñador. El sueño es su interpretación: «La interpretación del analista recubre simplemente el hecho de que el inconsciente -si es lo que digo, es decir, el juego del significante- ya tiene en sus formaciones -sueño, lapsus, ocurrencia o síntoma- procedido por la interpretación».[4]
El analista no está ahí para sustituir la narración del soñador, su propia narrativa, desde una posición que bloquearía el saber del niño. Su trabajo como clínico consiste más bien en señalar la interpretación que ya está en funcionamiento en el propio sueño, identificando el objeto (voz, mirada, oral, anal, nada) y los principales significantes específicos y singulares del niño que relata su sueño. Esta vez, no se trata tanto de invitar a asociar como de citar, puntuar, de posicionarse de tal manera que el analizante reciba del sueño «su propio mensaje en [su] forma invertida»[5]: lo has soñado, eres tú, hombrecito, pequeño parlêtre que eres, el sujeto de la enunciación y aquí está el objeto con el que te codeas. «Los sueños del niño -dice Lacan en El deseo y su interpretación- tienen el carácter de estar al borde de la fabulación. Pero precisamente, si el niño lo produce y lo cuenta de esta manera, es con la e minúscula, el índice de la enunciación. Hay algo más allá del enunciado, con la que juega, con ustedes, el juego de una pregunta, de una fascinación. […] Diremos que ésta es la fórmula general del enigma.[6]
Este es otro uso del sueño: un trabajo de extracción del sujeto y de localización del objeto gracias al materialc del sueño.
Sueño hueco, hueco del sueño
Ya en 1900, Freud nos habló de la piedra que encontró en el camino regio hacia el inconsciente, del límite del trabajo de interpretación significante, a la que llamó «el ombligo del sueño», el lugar donde se detienen las representaciones. Lacan, en particular en su Seminario sobre Joyce[7], nos invita a partir del ombligo del sueño, haciendo de este obstáculo una piedra angular a partir de la cual se forja un nuevo uso del sueño, un uso que no estaría alienado al sentido.
A la luz de este agujero fuera de sentido -colocado como fundamento lógico-, los sentidos que damos a los sueños se revelan como hystorias sobre las que se duermen despiertos, verdades variables, relativas. Lacan apunta así al lado mentiroso del sueño. Lejosde incitar a los psicoanalistas a cualquier tipo de despertar como puede hacer el movimiento woke, o de empujarlos a adoptar una posición cínica (si nada es más que sueños, todo es falso), nos invita a permanecer en el campo de la palabra y el lenguaje, en la escena del sueño, pero no de cualquier manera. Se trata de hacer uso del sueño orientándose desde un punto de lo real, manteniéndose lo más cerca posible de la dimensión material del significante, única manera de contrarrestar el inconsciente soporífero.
El analista debe, por lo tanto, asegurar el mantenimiento de un cierto estado joyceano de ensueño. El sueño, dice Lacan en este seminario, es «una pesadilla atemperada».[8] Esta nueva definición del sueño va de la mano con una nueva definición del inconsciente que da Lacan y que viene a despertarnos: el inconsciente es real, dice Lacan, es lo imposible de soportar. A partir de ahí, el sueño es una respuesta, una defensa contra este imposible. No alimentar el sentido abre la posibilidad de una lectura literal de la dimensión R.S.I. (también entendida como «narrativa») del sueño. Esto implica una posición del sujeto frente a lalengua, a contrapelo del sentido, hacia el aislamiento de los S1 (significantes-amos) que hacen una huella. El clínico apuesta por la posibilidad de una nueva lectura del sueño que llevará el sello de lo ilegible.
Por lo tanto, depende de nosotros ser el guardián del ombligo. Es hacer del agujero la llave que distingue a la clínica lacaniana de los sueños de las demás, es su sello.
Si Freud, y luego Lacan, nos invitan a escuchar los sueños de los niños, no es para que nos durmamos con ellos.
*Sommer-Dupont V., Zappeur JIE8 N°5 – Un trousseau pour approcher les rêves (institut-enfant.fr).
[1] Freud S., “La interpretación de los sueños”, Obras completas, tomo V, Buenos Aires, Amorrortu, 2003, p. 365.
[2] Ibíd.: “un análisis “en detalle” y no en masa”.
[3] Lacan J., “Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis”, Escritos, tomo 1, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2018, p. 259.
[4] Lacan, J., El Seminario, libro XI, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, 2005, p. 136.
[5] Lacan J., “El seminario sobre “La carta robada””, Escritos, tomo 1, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2018, p. 51.
[6] Lacan J., El Seminario, libro VI, El deseo y su interpretación, Buenos Aires, Paidós, 2017, p. 154.
[7] Lacan J., El Seminario, libro XXIII, El sinthome, Buenos Aires, Paidós, 2015.
[8] Lacan J., El Seminario, libro XXIII, El sinthome, op. cit., p. 123: “todo sueño, es una pesadilla, aunque sea una pesadilla moderada.”
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