ESTRUCTURA DE LAS PSICOSIS PARANOICAS
Por Éric Laurent
2023-03-22
El primer artículo importante de la bibliografía del joven Lacan está publicado en 1931 en la Semana de los Hospitales con este título. La noción de «estructura” sorprende desde 1931. Designa ahí “la especificidad de una vivencia que forma un todo”, como lo dice Jacques-Alain Miller en su advertencia: “Esta entidad que forma un todo separada de otras se desprende de la noción de desarrollo”. Lacan rechaza así los pasajes graduales tanto entre “normal” como “patológico” de los diversos estados de la patología. Es tomar la vivencia delirante como un todo y permitirle asegurar -cito- “la discontinuidad con la psicología normal y, entonces, la discontinuidad entre sus estados en las psicosis paranoicas” -en plural-.
Lacan escoge el terreno de las paranoias ya que en la época era un terreno donde las novedades clínicas abundaban. La paranoia -en singular- estaba en plena definición. Lo cito: “Los progresos de la clínica, Kraeplin, los italianos, Sérieux y Capgras, aislaron la paranoia sucesivamente de los estados paronoides conjugados a las demencias precoces, las psicosis alucinatorias crónicas, en fin, las formas más o menos transitorias de delirio que constituyen la paranoia aguda y que deberían entrar en los diversos cuadros desde los bouffés delirante polimorfos, sus estados predemenciales pasando por los estados de confusión”. Entonces, la paranoia -en singular- se presenta en los inicios de los años ’30 como una clínica nueva y la tentación es grande en considerarla como la acentuación de un carácter rígido normal pasando continuamente del uno al otro. Y Lacan precisa que “es contra esta tendencia que tratamos de plantear aquí algunas reflexiones”.
Lacan reconsideraba en este artículo tres tipos distintos de paranoias: la constitución paranoica -que es la más cercana al carácter normal-, el delirio de interpretación y el delirio pasional. Para calificar la constitución paranoica, Lacan -para desmarcarse de la noción de «carácter»- se sirve de la reacción a las situaciones vital del biologista von Uexküll, que había definido “las actitudes innatas del sujeto frente al mundo exterior”. La reacción vital permite sobrepasar la oposición entre trastornos ideativos o afectivos. Esta permite apuntar un aprendizaje total de las causas. Va a acercarse por los cuatro puntos cardinales de la constitución paranoica que había aislado el psiquiatra de referencia de la constitución paranoica, Montassut, quien decía que los cuatro rasgos fundamentales eran la sobreestimación patológica de sí, la desconfianza, la falsedad del juicio y la inadaptabilidad social. Lacan precisa: “Se trata de las cuatro caras del mismo cuadrado” que plantean una psicorigidez. Es lo irreductible que aparece bajo la vertiente expansiva o la vertiente reticente. Esta constitución paranoica -psicosis ante el delirio- evoca hoy en día ciertos rasgos que se designan como «psicosis ordinarias».
Acerquémonos ahora al delirio de interpretación. Ahí encontramos la descripción magistral de Sérieux y Capgras, los maestros de esta descripción. Lacan subraya que “es sobre algunas causas desencadenantes a menudo escondidas -episodios tóxicos, enfermedades, traumas- que se produce una suerte de precipitación de elementos significativos cuya dimensión se encuentra a menudo transfigurada”. Mediante este término de «transfiguración», la teoría del desencadenamiento abre ahí una primera forma. Cuando dice “es el hombre que subraya que ciertos gestos en la calle denotan que se le persigue, se le espía, que le amenacen”. A partir de esta primera transfiguración primera vienen las interpretaciones múltiples que se extienden y se repiten. Esta extensión permite a Lacan forjar una bella expresión -que será retomada en su tesis-: “El delirio de interpretación es un delirio de escalón, de la calle, del foro”. Pero la extensión de las interpretaciones no debe extraviarnos. Están polarizadas sobre el sujeto, son centrípetas. La significación personal -tal como será nombrada en el Seminario III- encuentra aquí su lugar. El punto esencial es, según Lacan, distinguir el delirio interpretativo de un razonamiento. Habla de “datos primarios” como hablaba -para el primer nivel de constitución- de una “actitud innata”. En efecto, los datos primarios no están ordenados primitivamente -lo cito- “ni por selección, ni por agrupamiento, ninguna organización razonante”. En la complejidad, el delirio pena en sostenerse. Cita: “el sujeto está llevado lo más a menudo a una construcción cuya complicación de absurdidad tanto por su extensión como por sus deficiencias lógicas. El carácter imposible de sostener es a veces sentido por el sujeto, a pesar de su convicción personal que no puede desprenderse de los hechos elementales”. Lacan subraya entonces que el sujeto puede criticar la construcción delirante, sin embargo no significa que no crea en ella.
Otro punto también subrayado de gran importancia médico-legal: “Hay que subrayarlo, a pesar de la insistencia, la reacción del enfermo tarda a menudo, mucho tiempo a veces queda como nula”. Mientras más sea un delirio interpretativo, menos pasajes al acto hay.
Tercer punto: el delirio pasional. Tercera etapa de esta psicosis paranoica. Lo que la separa de otras formas de paranoia es “ese estado emocional crónico, donde se ha querido definir la pasión”. Lo que lo acerca a la paranoia es una idea prevalente. Y ahí, Lacan retoma las tres formas que de Clérambault distingue: el delirio de reivindicación, la erotomanía y el delirio de celos. Para orientarse, Lacan también habla ahí de «datos primarios» y no de «construcción de contenidos». Cito: “Sus análisis muestran, en efecto, en su base -en lugar de interpretaciones difusas- un acontecimiento inicial portador de una carga emocional desproporcionada”. Es este traumatismo emocional el que debe ser considerado como el fundamento sobre el cual “un delirio se desarrolla que crece ciertamente y puede nutrirse de interpretaciones, pero solamente en el ángulo abierto por el acontecimiento inicial. Es un delirio en sector […] y no en red”.
La oposición del delirio de interpretación y el delirio pasional es crucial desde el punto de vista médico-legal del pasaje al acto ya que “ellos están sostenidos por un estado esténico” propicio al pasaje al acto.
Lacan enuncia también el principio ligando la construcción pasional y el acto al revés de lo que sucedía en la categoría precedente: “Al igual que en las otras impulsiones-obsesiones, el acto alivia al sujeto de la idea parásito, así después de numerosas dudas, el cumplimiento del acto pone un fin al delirio”. Es esta tesis que será retomada en 1932 donde el pasaje al acto de Aimée apaga el delirio.
¿Cómo justificar la inclusión como ese delirio, el acto en el grupo de las paranoias donde la organización ideica está en primer plano? Es lo que va a demostrar brillantemente el segundo modo de delirio del grupo, la erotomanía, ya que encontramos ahí un afecto ligado indisolublemente, una organización ideica y un estado pasional crónico. Su organización parece ejemplarmente rígida. El desarrollo está reglado en tres fases: euforia, decepción y rencor. Y ahí Lacan hace de esta lógica complicada una concepción primaria apoyada en postulados. El resto es decorado. Detrás de ese decorado se encuentra la solidez de los postulados fundamentales. “Es necesario, para ponerlos en evidencia, menos interrogar que maniobrar con el sujeto. Entonces, se hará brotar la esperanza siempre persistente, el deseo mucho menos platónico como lo han pretendido los antiguos autores, la persecución inextinguible.”
Vayamos a las consecuencias de este reordenamiento del grupo de las paranoias. Lacan saca las consecuencias en los tres grupos indispensables del ejercicio psiquiátrico: pronóstico y diagnóstico, reacción médico-legal e internamiento, génesis y profilaxis de las psicosis paranoicas.
Para el pronóstico, Lacan opone la oposición la evolución de los delirios interpretativos a los pasionales. Lo cito: “El delirio es irreductible en la estructura paranoica y el delirio de interpretación […] Parece al contrario soluble, pero de la manera más temible en los delirios pasionales, que el acto criminal padece y sacia”.
El párrafo consagrado a las reacciones médico-legales nos recuerda que la salud mental es esencialmente una cuestión de raíz pública. Lacan en un párrafo formidable hace un catálogo de formas de oposición al poder que manifiestan el paranoico: revuelta, escándalo, propagandismo, reacción mortífera del asesino, insumisión, etc.
Y el último párrafo del texto está consagrado a la génesis y profilaxis de las psicosis paranoicas. Explora esta dimensión para cada una de las categorías de los delirios distinguidos. Es a propósito de la constitución paranoica en su juventud que Lacan hace por primera vez referencia a una terminología psicoanalítica con el término de «fijación». Es evocada la fijación precoz de la estructura paranoica entre los años de la segunda infancia y la pubertad. Distingue la fijación que puede ser manifiesta a los 7 años y la manifestación adulta. Para asignar una causa a esta fijación es necesario volver a los primeros años -dice- o a las primerísimas relaciones del niño a su madre o al estado primario llamado narcisista u oral.
Para el delirio de interpretación, las causas no están asignadas a una constitución o a una fijación, sino a eventos exteriores: enfermedades, episodios tóxicos, traumas que producen el equivalente de un estado onírico o oniroide. Ahí Lacan toma distancia evocando las tablas de Maurier. Plantea la pregunta: “En cuanto al valor del delirio en sí, ¿representa una de esas funciones inferiores del psiquismo que revela la liberación del control y las inhibiciones superiores, concepción cuyo esquema prestado a la neurología es partidario por su simplicidad?”. Es vasta esa pregunta.
El último grupo de los delirios paranoicos, los delirios pasionales, al contrario, aparecen ahí no como un accidente exterior, “sino en un terreno de herencia neuropática cierta”. No es la fijación, es lo hereditario.
La formulación final de Lacan según la cual estos delirios pasionales se juntan al cuadro de la impulsividad mórbida anuncia la tesis donde la impulsividad mórbida será inscrita en el marco particular de una impulsividad donde el sujeto apunta a sí mismo: la paranoia de autopunición.
Lacan termina este artículo con los límites del tratamiento y será este desafío que se destacará con el tratamiento del caso Aimée encontrado en 1931 precisamente. El desafío destacado del tratamiento de Aimée de Lacan tiene una conclusión muy diferente en su artículo que en su tesis. Cito la conclusión de la tesis: “Una medida válida de todas estas tendencias no podrá ser dada sino por un estudio experimental del sujeto; y, hasta ahora, el, único que nos ofrece la técnica aproximada para ello es el psicoanálisis”[1]. Lacan distingue esta técnica aproximada de las neurosis porque habrá que inventarla para las psicosis y recomienda “El estudio de estas resistencias y de estos fracasos es el único que podrá suministrar las bases de una nueva técnica psicoanalítica, de la cual esperamos, para la psicosis, una psicoterapia dirigida”[2]. Con el tratamiento de Aimée, Lacan hará un retorno a lo singular del caso después del pasaje por los plurales de la clasificación. Y es este singular ahí que continúa ocupándonos.
Gracias.
[1] Lacan J., De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad”, México, Siglo XXI Editores, 2005, p. 316.
[2] Ídem.

Deja una respuesta