¿Por Qué la Hipótesis de una Estructura Autística? – por Romina Fernández – 2022/12/10

¿POR QUÉ LA HIPÓTESIS DE UNA ESTRUCTURA AUTÍSTICA?

Por Romina Fernández

2022/12/10


El texto es un comentario de “¿Por qué la hipótesis de una estructura autística?” y se encuentra en un libro que se llama Estudios sobre el autismo II que es una continuación de Estudios sobre el autismo de la Colección Diva.

Bueno, los textos de Maleval, al menos los que yo he tenido la oportunidad de leer, suelen caracterizarse por un estilo bastante claro respecto del tema que tratan. Y otra característica que tiene este autor es que suele conversar con otros discursos, generalmente de cosas que no son del psicoanálisis, no para confrontar con esos discursos, sino para ubicar diferencias, similitudes respecto de la perspectiva del psicoanálisis.

En este texto particularmente, Maleval se esfuerza por ubicar las diferencias entre el autismo y la psicosis. Entonces, la primera parte del texto hace una caracterización, una enumeración de algunos fenómenos para diferenciar estas dos estructuras partiendo de la base de que el autismo tendría un funcionamiento subjetivo singular y diferente de las psicosis. Anteriormente se pensaba que estaba dentro de la misma patología. Entonces, ubica ahí cinco puntos para fundamentar esta hipótesis. Maleval va haciendo un trabajo a partir de testimonios que va recogiendo de sujetos autistas. Hay muchos sujetos con autismo que han escrito y que han dado cuenta de su autismo, de su historia, de su niñez  y él retoma todos esos escritos y va haciendo una caracterización. 

El primer punto es la ausencia de delirios y alucinaciones. “El sujeto autista”, dice Maleval, “nunca da cuenta en sus testimonios de una acción exterior de una acción ejercida sobre su cuerpo, la cual puede ubicarse, por ejemplo, en la esquizofrenia. Ahora con respecto a la presencia de delirios, si bien algunos autistas testimonian de convicciones bizarras, para identificar un delirio implica considerar una iniciativa que viene desde el exterior, la localización de perseguidores, una cierta lógica evolutiva, por ejemplo, entre otras. Nada de esto se puede hallar en el autismo.” Respecto de las alucinaciones, pensando que sólo las verbales pueden firmar la presencia de una psicosis, son extremadamente raras en el autismo. “Los mayores clínicos del autismo como Kanner, Asperger, Bettelheim, Mahler, Meltzer, Tustin no hablaron de este tipo de alucinaciones en los sujetos que han tratado. Sólo dan testimonios de alucinaciones visuales aisladas”. Entonces, en este primer punto, la clínica del autismo y la psicosis, aunque tienen algunas similitudes, presentan bastantes diferencias.

Bien, el segundo punto para diferenciar estas dos modalidades clínicas es la voluntad de inmutabilidad. Maleval plantea que hay una superposición en lo que respecta a la sintomatología del autismo y de la psicosis, particularmente en el tiempo de la infancia. Ustedes saben que el autismo fue aprehendido en sus orígenes como una forma de esquizofrenia infantil. Kanner hace un aporte clínico muy valioso para el diagnóstico diferencial describiendo esta inmutabilidad. Dice que el autista tiene un deseo todopoderoso de soledad y de inmutabilidad. Bleuler, por su parte, habla de sujetos encerrados en su crisálida, compartiendo así una voluntad de permanecer en solitario.

¿Qué es esto de la inmutabilidad que caracteriza al sujeto autista? Es un querer vivir en un mundo estático en el cual no se admiten cambios. Esta inmutabilidad concierne al medio ambiente y también a los acontecimientos. El sujeto autista trabaja para asegurar un mundo que experimenta como caótico e inquietante. “Junto con la soledad en que se refugian”, dice Maleval, “son dos modos de protección contra la angustia”. Maleval demuestra en este punto cómo los manuales de psiquiatría, los DSM, este síntoma que sería patognómico del autismo va siendo cada vez más difuso, ubicándose en una serie de ítems para realizar el diagnóstico. La inmutabilidad sería otro elemento para realizar el diagnóstico diferencial con las psicosis, siendo lo contrario, por ejemplo, de la ironía esquizofrénica por la cual el Otro no existe y el lazo social en su fondo es un fracaso. El autista, por el contrario, busca reglas a las que se enlaza y las sigue de manera escrupulosa, sin pensar en cuestionarlas. La ironía esquizofrénica testimonia de un rechazo del Otro, mientras que, en el autismo, hay una búsqueda de otro de síntesis, otro que de alguna manera le explique ese mundo inquietante y caótico. El esquizofrénico no cree en nada. El autista está en búsqueda de reglas absolutas. Suelen comprender de manera literal y les resulta difícil comprender la ironía, la cual ellos mismos no utilizan.

Bien, el siguiente punto es que el autismo no se desencadena, es decir, la ausencia de desencadenamiento. Se trata de otro elemento para el diagnóstico diferencial con la psicosis. La psicosis se desencadena y el autismo estaría presente desde el nacimiento. No obstante, como existen algunos sujetos esquizofrénicos precoces y formas de autismo de comienzo tardío, “el momento de aparición de los trastornos”, dice Maleval, “no es decisivo para el diagnóstico diferencial.”

El siguiente punto es que el autismo evoluciona hacia el autismo, es decir no se sale de esa estructura o de ese modo de funcionamiento subjetivo. Entre la mayoría de los especialistas en autismo existe un consenso entre la falta de pasaje del autismo a la esquizofrenia. El autismo no evoluciona hacia la psicosis, sino hacia el autismo. La sintomatología del autismo presenta trastornos del lenguaje, de la identidad y del goce, que pertenecen a la clínica de la forclusión del Nombre-del-Padre, por lo que puede confundir al clínico que intenta realizar este diagnóstico y animar a pensar el autismo como una psicosis. No obstante, ella es tan diferente de todos los otros que incita a interrogar la estrechez del lazo entre forclusión del Nombre-del-Padre y psicosis. Los Lefort no dudaron en distinguirla y hacer del autismo una cuarta estructura. Mientras la psicosis puede tener cierta movilidad y evolución, por ejemplo, un esquizofrénico puede evolucionar hacia una paranoia y seguir evolucionando hacia otros cuadros clínicos, el autismo sólo evoluciona hacia el autismo. Los autistas de alto rendimiento -más estabilizados- jamás consideran que han escapado de su funcionamiento autístico. Todos insisten en el hecho de que su autismo persiste, aunque bajo una forma atenuada.

Bien, y el último punto para hacer esta discriminación entre autismo y psicosis: Maleval toma la especificidad de los escritos de los autistas. Yo les decía que ha recogido muchos testimonios de autistas que, finalmente, son sujetos de alto rendimiento que han podido hacer algo con su autismo. Y en estos escritos, Maleval dice que todos estos sujetos escriben para hacer conocer como seres inteligentes y para demandar una mejor toma de consciencia de su diferencia. Y, en este punto, hay una diferencia con los escritos de psicóticos donde la mayoría de ellos no sólo no se reivindican psicóticos, sino que suelen rechazar fuertemente este diagnóstico. La mayoría de autistas escriben para anunciar buenas noticias, demandar justicia, pueden escribir para dar a conocer algún descubrimiento o algún cambio decisivo en el mundo o en los sistemas simbólicos. Los autistas suelen hablar de su autismo y de sus invenciones, también.

Para concluir esta primera parte del texto, tomé dos testimonios de dos autistas de alto rendimiento que me parecen grafican bastante bien esto que venimos conversando. En primer punto, Jim Sinclaire dice:

“El autismo no es una enfermedad… no es algo que una persona tiene o una caparazón en la que se encuentra una persona encerrada. No hay un niño normal detrás del autismo. El autismo es una manera de ser. Es invasor, tiñe toda experiencia, toda sensación, percepción, pensamiento, emoción, todo aspecto de la vida. No es posible separar el autismo de la persona, y si eso fuera posible la persona que quedaría no sería la misma persona que la del punto de partida.”

Por el otro lado, Temple Grandin, otra autista de alto rendimiento, dice:

“Si pudiera a través de un chasquido de dedos dejar de ser autista no lo haría porque no sería más yo misma. Mi autismo es parte integrante de lo que soy.”

Bueno, como les decía, para mí el texto está dividido en dos partes. Esta es la primera parte y para la segunda parte, Maleval produce una pregunta que introduce un poco lo que va a venir. Dice: ¿existe alguna manera de arreglárselas con la hiancia del Otro sin pasar por el fantasma neurótico, el fetiche perverso o el delirio psicótico?”. Y aquí comienza, entonces, la segunda parte del texto donde va a desarrollar su hipótesis de que es una estructura por sí misma. Hay dos elementos por los cuales fundamenta esta tesis y son, por un lado, que en el autismo hay una retención del objeto -principalmente del objeto voz y mirada- y el segundo punto es el retorno del goce sobre el borde. Estos dos elementos son los principales para pensar en una estructura autística.

El primer punto: la retención de la voz y el primado del síntoma. En este punto comienza a aludiendo a una fotografía que es la que ven en la pantalla de Timothy Archibald, un fotógrafo que tomó varias fotografías a su hijo con autismo, hizo una colección con eso y están publicadas en un libro. Estas fotografías se muestras distintos momentos, distintas características de estos sujetos. Dice Timothy que esta serie que hizo le permitió entrar en contacto con su hijo, conocer un poco, entrar en ese mundo. Me pareció muy interesante.

Bueno, en el principio del autismo está el rechazo de ceder al Otro los objetos pulsionales. A partir de los primeros meses de vida se distingue la ausencia de contacto a través de la mirada o una ausencia y rareza de la sonrisa social. No se hacen mirar ni buscan hacerse escuchar. Más adelante, cuando el niño va creciendo, se puede observar que no parecen esperar algo del Otro. El adulto suele ser utilizado como una prolongación de sí mismo para servirse de un objeto. La cesión de la mirada, de la voz o de las heces -cuando esto ocurre- suele experimentarse como una experiencia desgarradora.

Siendo la retención una característica compartida con la psicosis, en el autismo hay un cierto dominio del objeto, ya sea por su retención o por la construcción de un borde. Mientras el psicótico se esfuerza por arreglársela con un objeto no dominado que se le impone desde el exterior, el autista, cuando logra un despegue del objeto pulsional, lo capta en una imagen, en un objeto autista o en una red de signos y este dominio lo protege de la angustia.

La retención de la voz obstaculiza la inscripción del ser del sujeto en el campo del Otro. No obstante, el sujeto no está exiliado del lenguaje. Otra consecuencia de esta retención es la extrañeza en la enunciación del sujeto con autismo. Testimonian de cuatro maneras muy diferentes de arreglárselas con el acto de la palabra. El más radical es el rechazo absoluto. Otra forma es la verborrea, lo que no permite la comunicación. Algunos que tienen intención de comunicarse suelen utilizar una lengua factual que implica un tono monocorde que intenta comunicar sin comprometer su voz. Y, por último, las frases espontáneas, que escapan de los sujetos mudos en momentos de angustia. Se trata de una holofrase, “una palabra que sale de las tripas” dice Miller, con carácter imperativo, testimonio del goce vocal que las moviliza. Es decir que el uso del significante se encuentra borrado en provecho del signo. El autista que busca comunicarse se orienta hacia un lenguaje que describa los hechos, sin que tenga él mismo que interpretarlos usando un código que conecta palabras de manera constante y rígida con objetos o situaciones determinadas.

Yo recuerdo que en la película de Temple Grandin que se llama Pensando en imágenes, ella da cuenta de esto mencionando que, para pensar en cada palabra, ella tenía en la cabeza una especie de fichero. Entonces, para pensar en la palabra “perro”, por ejemplo, le pasaban todos los perros que había visto en su vida: el perro de la tía, el perro que había tenido cuando era más chica. Me parece que grafica un poco esta cuestión.

Lo ideal para el sujeto autista sería un sentido, una palabra. Es decir que cada palabra tenga un solo sentido. Para el autista, el lenguaje no hace dejar de existir aquello de lo que se hable. La palabra no es totalmente la muerte de la cosa y, cuando un referente no existe, se encuentra obligado a inventarlo para satisfacer la necesidad de pensar por los signos transformando en íconos aquellos conceptos abstractos. Por ejemplo, para la palabra «paz», pensar en una pipa o en una paloma. Los signos que forman el Otro de síntesis del autista poseen dos diferencias con el significante que constituye el inconsciente: permanecen parasitados por el referente, es decir no borran la cosa representada y no tienen la propiedad de funcionar como condensador de goce, representado la pulsión. Para los autistas, hay una desconexión entre la palabra y la vida emocional.

Bien, el próximo punto por el que Maleval indica que se trata de una estructura singular es el retorno del goce sobre un borde conformado tres elementos: el objeto autista, el doble y los intereses específicos.

En este punto, una vez más, Maleval denuncia la diferencia con la esquizofrenia en relación con estas características: la pérdida del impulso vital suscita un desinterés por los objetos y el cuerpo polariza la investidura libidinal en la esquizofrenia mientras que, en el autismo, se inviste todo un cuerpo. Un ejemplo de esto es la marcada sensibilidad al dolor, por ejemplo, en sujetos con autismo. Y hay una atracción marcada por los objetos. Donna Williams expresa el testimonio de que comunicarse a través de objetos era sin peligro. El objeto autista constituye una mediación entre el sujeto y el goce del Otro que lo protege. La no-cesión de los objetos pulsionales incita a los observadores a plantear una enfermedad de la volición. Por ejemplo, Joey, el niño máquina de Bettelheim, sentía que conectarse a una energía eléctrica le permitía funcionar cuando se enchufaba sobre su máquina, la máquina que él había inventado. Y al desenchufarse se volvía inerte.

La misma función cumple el doble. El doble es una ayuda, un auxilio que presenta un adulto para conseguir algún fin. Por ejemplo, he tenido experiencia de trabajar con niños autistas y suelen utilizar la mano de uno para abrir un picaporte, abrir una canilla, para tocar un teclado de una computadora, etc.

La lógica de funcionamiento autístico dio nacimiento a dos nuevos términos con los que hoy convivimos y trabajamos y entramos en relación cuando atendemos a este tipo de sujetos: el facilitador, el que permite la comunicación facilitada, y el asistente de ayuda escolar que colabora con el docente en la atención individualizada del niño. Ambos responden a la espera del autista, el poder apoyar su voluntad sobre un doble. Para esta función, algunos autistas recurren a sus objetos autísticos, algunos complejos que ellos mismos se inventan o construyen. Por ejemplo, Temple Grandin inventó una máquina de abrazar; Joey, el niño que hoy mencionaba, un alternador eléctrico. Otros cuentan con algo más discreto como un objeto de la vida cotidiana que se convierte en su objeto autístico, por ejemplo, el uso de un teléfono, auriculares, una pelotita, cualquier elemento.

El doble del psicótico es vivido como un objeto autónomo y malvado, impotente para expresar la voluntad del sujeto, salvo para destruirlo. El doble del autista lo tranquiliza puesto que puede ser dominad, no es un rival, sino un apoyo, un yo auxiliar.

Otro elemento que constituye el borde del autista son los intereses específicos. Se trata de competencias que se generalizan y a veces le permiten una inserción en el mundo laboral o profesional. Por ejemplo, Temple Grandin desarrolló un poco más esta idea de la máquina de abrazar y termina inventando un sistema para la ganadería, para el momento de matar al ganado, que no sea una instancia de mucho estrés.

Bueno, el objeto autista, el doble y los intereses específicos sirven de protección contra el deseo del Otro, atemperan la angustia, dinamizan al sujeto y permiten, a veces, avanzar hacia una inclusión en el lazo social. Laurent plantea el retorno del goce sobre este borde. Este borde posee tres características. Constituye una frontera hacia el mundo exterior, un canal hacia él y un captador de goce dinamizante. El goce no retorna sobre el cuerpo como en la esquizofrenia, no está identificado en el Otro -como en la paranoia- y no conoce las variaciones especulares del maniacodepresivo; esencialmente hace un retorno sobre el borde asegurador cuando está dominado. Un autista no puede escapar del autismo, pero puede arreglárselas con ese modo de funcionamiento específico.

Y, por último, la clínica incita a pensar que el autismo no es una discapacidad. La elección del sujeto autista, las conductas de inmutabilidad, la retención de los objetos pulsionales, la construcción de un borde, todos esos fenómenos característicos. Poseen una función mayor: proteger de la angustia.

Concluye con un párrafo el texto que para mí también es bastante controversial porque propone para el tratamiento de estos sujetos una clínica institucional. Dice que son sujetos que soportan poco la proximidad de estar frente a frente con alguien. Esto es para conversar y para discutir porque hay muchos testimonios de trabajos sobre analistas que han trabajado de manera individual con autistas y con aspectos interesantes.

Hasta aquí lo que puedo aportar de este texto.


*Intervención para el Taller de Psicoanálisis 2022 vía Zoom.

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