LA ATENCIÓN CLÍNICA DE VIRGINIO BAIO Y SU TRANSLACIÓN ÉTICA
Por Éric Laurent
2022-03-07
La atención clínica de Virginio Baio es inseparable de una ética rigurosa sobre la cual se apoyó y la cual transmitió. Así como no hay en psicoanálisis clínica sin transferencia, hay, en la apertura por la cual Virginio nos guio hacia la clínica que produjo, la necesidad de una ética rigurosa que supo formular en una lengua poética de una fuerza particular.
Una translación ética y el pase
Virginio logró una verdadera translación ética -un pase entre el discurso de la religión que había lo había formado, que lo había apasionado, y el discurso del psicoanálisis.
Así pudo formular una ética destinada a aquellos que quieren ocupar el lugar de operadores junto a niños autistas y psicóticos. Las virtudes que él pedía a aquel que quería ocupar ese lugar de operador, las hemos escuchado hoy en día enumeradas: la humildad, la voluntad de ser del montón, el pedido de destitución. He ahí virtudes que son virtudes eminentemente religiosas, que son una suerte de horizonte de una experiencia ética. Al mismo tiempo, esta reanudación por Virginio permite constatar que sus virtudes se relacionan con una parte de la enseñanza de Lacan quien designaba a esos términos como horizonte de la experiencia psicoanalítica.
Antes de hablar de atravesamiento del fantasma, Lacan hablaba de la abolición del yo como experiencia del psicoanálisis. El psicoanalista, antes de ser el lugar de la separación entre el sujeto y el objeto causa de su fantasma, era aquel que se libraba de su yo. La consecución del análisis era una experiencia de abolición del narcisismo, una medida de ilusión del yo ante la fuerza y la presencia del goce. Así, esta palabra de destitución figura en la proposición del pase de Lacan[1], así como la de del montón. La humildad es tal vez menos frecuente en Lacan, pero no obstante está presente en esa voluntad, esa ironía que Lacan tiene para deshacerse y hacer a aquel que quiere ser psicoanalista por los prestigios de su yo. La paradoja de la ética de Virginio es que pide al operador del montón virtudes que son aquellas que se obtienen al fin de la larga experiencia psicoanalítica. Y ahí, para poder pedir eso, no como ideal, sino como brújula ética, tal vez sea necesario el pase de Virginio que extrae, en una especie de cortocircuito, lo que es la culminación de la experiencia analítica y una experiencia ética ofrecida a cualquiera que se quiera prestar a ello.
Del discurso religioso a la institución
El pase ético del discurso religioso al discurso institucional es un pase que interesó a nuestros colegas y amigos que fueron formados primeramente en el discurso religioso. Cuando ellos fueron hacia el psicoanálisis, llevaron con ellos una preocupación original sobre lo que puede ser la institución. Antonio Di Ciaccia, Virginio Baio, Alfredo Zenoni llevaron con ellos una interrogación tomada del discurso religioso acerca de lo que puede ser la institución. Las utopías institucionales religiosas están marcadas por una paradoja. A partir del momento cuando está situado el lugar de la trascendencia, el lazo social no es piensa en términos de poder y del miedo que esparce. Es el meollo de la tradición formada alrededor del temor de Dios, como lo hizo ver Lacan en su Seminario Las psicosis. El temor de Dios permite afrontar el poder humano y ahuecar el semblante.
“Ese famoso temor de Dios lleva a cabo el pase de prestidigitación de transformar, de un minuto a otro, todos los temores en un perfecto coraje. Todos los temores […] son intercambiados contra lo que se llama el temor de Dios, que, por obligatorio que sea es lo contrario a un temor.”[2]
Virginio hizo escuchar lo que era separarse del fantasma o de todo lo que puede estar contaminado, tocado por el narcisismo, para no soltar en nada un deseo, ese deseo de deshacerse del viejo hombre, ese deseo de alcanzar una cierta santidad. En efecto, “el amor de lo real”, tal que Virginio supo formularlo, era esa vía hacia una santidad, pero una santidad transformada por el psicoanálisis -Lacan así no retrocedió delante la calificación del psicoanálisis como un santo. Se trata de una cuestión que va más allá la cuestión de la creencia. Por ejemplo, en el momento en el que fundó su Escuela, Lacan había aconsejado la lectura no de especialistas de grupos en sociología, sino más bien de un historiador del derecho canónico. Había pedido a Pierre Legendre -que había hecho una reflexión acerca del discurso de la institución religiosa y que había sacado un gran libro de ella, El amor del censor– que comente acerca de lo que era ese nuevo amor. También, en otra religión, pero siempre inspirada por Lacan, la manera en la cual Jean-Claude Milner leyó lo que Benny Lévy llamó “la experiencia del Sinaí”. Comentó el lazo entre Moisés y el pueblo como un lazo social que pasa de la dominación del todo y del líder para ir hacia el no-todo de la relación que instaura la palabra divina.
Con el pase ética que realizó Virginio Baio en sí mismo, nos abrió toda una nueva clínica por la atención extrema que podía portar a este humilde entre los humildes, el niño en desamparo.
*Laurent, É., «L’attention clinique de Virginio Baio et sa translation éthique», in L’Hebdo Blog, nº 263, 2022-03-07, [en línea]: https://www.hebdo-blog.fr/lattention-clinique-de-virginio-baio-et-sa-translation-ethique/. Extractos de la intervención de Éric Laurent en la jornada de homenaje a Virginio Baio organizada por la Antenne 110. 2022-01-29.
[1] J. Lacan. “Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela”, in Otros escritos. Buenos Aires: Paidós, 2012, p. 270
[2] J. Lacan. El Seminario, libro 3, Las psicosis. Buenos Aires: Paidós, 2017, pp. 381-382.

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