¿UNA ÉTICA DE LA TOPOLOGÍA?[1]
Por Thatyana Pitavy
2020-08-28
Me dejé tomar por la asociación libre para tratar este tema apasionante de la ética de la topología en psicoanálisis. Para decir verdad, no tan libre, ya que hay siempre una pregunta de fondo que me habita, que orienta mi práctica, aquella de saber ¿cómo hacer? ¿Cómo hacer? -del lado analista- es una pregunta que compete a la técnica, Técnica, tekhné, “el arte del saber-hacer”, arte y técnica son la misma cosa, siempre esa idea de “un oficio o una forma especializada de técnica como la carpintería, la alfarería o la cirugía”. En todo caso, lo que puede interesarnos en la etimología de la palabra, es que el arte-técnica evoluciona en el dominio de lo contingente, de lo que podría ser de otra manera de lo que es. Eso introduce una cierta idea de progreso, de movimiento, de transformación, noción grata para la topología. La techné se interesa en el cómo hacer, inclusive, se interesa en hallar el saber cómo hacer, y eso nos interesa también… Pues, es de ese saber cómo hacer del cual se trata en la dirección y en el final de la cura.
Solamente, nos damos cuenta muy rápidamente que saber cómo hacer no se limita a una aplicación del dispositivo de la técnica, que eso no es suficiente y que, está lejos de ser una garantía para que una cura encuentre una dirección, inclusive un fin. La técnica psicoanalítica no es una ciencia aplicada. El psicoanálisis no es una ciencia tampoco. Sabemos que hay veleidades científicas del lado de Freud y de Lacan pero, sea la una o la otra, rápidamente se encontraron con límites. ¿Cómo probar la ek-sistencia de lo inconsciente pasando por los ratones de laboratorio? La verdad del parlêtre sale por la boca (Boca della Verità) y que yo lo sepa, la ciencia no ha logrado, hasta ahora, hacer hablar a las ratas…. Lacan incluso va más lejos:
“El psicoanálisis no es una ciencia. No tiene estatuto de ciencia y no puede sino esperarlo, tener de ello la esperanza. Pero es un delirio del cual esperamos que conlleve a una ciencia. Es un delirio del cual esperamos que se vuelva científico. Es lúcido y continúa: El psicoanálisis no es una ciencia, porque es irrefutable. No necesita una puesta a prueba ya que su eficacia es indiscutible.
El psicoanálisis toma una dirección, orienta, toma partido cada vez que se abre la boca, aun cuando no diga nada, dice ya bastante. Entonces, ¿de dónde partimos? Lacan nos pone en guardia, el deseo del psicoanalista es un “no deseo de curación”, sobre todo no se trata de buenas intenciones que apunten hacia el Bien del sujeto. Curar no es la finalidad de una cura, “la cura viene por añadidura”, dice Lacan. Vendría además, como suplemento. Y luego, ¿curar de qué? Lacan retorna a ese no-deseo de curar y añade que se trata, no obstante, de curar al sujeto de sus ilusiones “que lo retienen en su vía de su deseo”. Curar al sujeto de sus ilusiones, es muy bonito…. No creer ya en las historias que se nos cuenta, sí. Pero una vez curado y ante la vía libre que lleva a su deseo, ¿cómo hacer?¿qué hacer? Y, ¿qué llamamos DESEO en ese momento? Podemos decir que un deseo desembarazado de las ilusiones es un deseo listo para la prueba de lo real, un deseo advertido, es decir, un deseo responsable listo para pasar al acto. Ante ese posible que se abre al final de una cura, ¿nos arriesgamos? No siempre. El miedo está ahí. Y, no obstante, Laca es categórico en ese seminario: “no ceder en su deseo”. Hay una dificultad aquí, ya que el soporte de las ilusiones es también la posición deseante del sujeto. Y nuestra posición deseante es aquella de nuestro fantasma… Entonces, ¿al final de la cura, se trata más bien curarse del fantasma o de realizarlo? Realizar el fantasma, ¿es actuar su deseo? No lo creo. Pero ¿cómo hacer para tomar la vía de ese deseo a prueba de lo real sin caer en la tragedia, sin venir para nada a realizar el fantasma? El atè.
Lacan retoma a Antígona, ¿qué nos enseña ese mito? Hija de Edipo, Antígona es aquella que no cede a su deseo ni a su deber ya que, para ella, están absolutamente en continuidad, de ahí la fuerza y la determinación de su acto. El brillo de Antígona, su bella muerte, su deseo de muerte, su ser para la muerte, su amor por los muertos, heroína trágica, todo eso es muy Bello, ciertamente. Pero, ¿qué quiere decir eso, realizar su destino? ¿Cuál es ese franqueamiento, ese rebasamiento, esa locura, el atè? Es claro que ella tiene la valentía de ir más allá…ninguna ley la detiene, ni nadie, ella desafía y no cede, no es más de este mundo, inhumana, pura trascendencia. Pero ese más-allá donde ella se encuentra, entre dos muertes, ya muerta, lista para encontrarse con los suyos y la profecía: la pasión familiar. Antígona está animada por un puro deseo, un deseo puro, puramente simbólico. ella es una máquina de guerra, una terrorista. Ella avanza “sin miedo y sin piedad” y sin ninguna división. Antígona no cede en su deseo al mismo tiempo que rechaza gozar de la vida, de lo real de la vida. Antígona, ¿Sería una “anti-borromea”? Anti-borromea, ya que ella va realmente hasta el desenlace, no hay margen para maniobras, ni aires de metáfora que le permitan operar, negociar sea lo que sea…La irreversibilidad de su acto termina por la desanudarla a ella misma. En el instante en que ella se realiza, donde ella realiza la Atè, para por fin ir más allá, ya no está ahí. Su radicalidad la pone en un punto de no-retorno. Es verdad que es fascinante, quedarse como amo de su acto hasta el final, con la soga al cuello. Al precio de la tragedia, en nombre de la tragedia… Es necesario ver lo que se quiere, al menos tengo la impresión de que en la vida que eso sucede, que la aventura está ahí. Al menos es algo loco lo real de la vida, la vida que se impone. Cuando era pequeña mi abuela me decía: “mi querida, no es fácil morir, uno no se muere así nada más…”. Creo que ella ya se sentía lista. Dicho esto, ¡vivió casi 100 años! La vida se obstina en nosotros, ya que es así, entonces vamos ahí… Diría con Lacan que “la vida no es trágica, es cómica”. No ha necesidad de agravar las cosas, no hay necesidad de estar serio. No serio, sino solamente responsable de nuestra posición de sujeto, eso sí.
Una ética de la topología, he aquí la pregunta. Lo que nos interesa es saber si la topología es un progreso para nuestra técnica. Si ella aporta algo nuevo, si es el caso, qué uso se podría dar de ello. Hace algunos años tuvimos las jornadas de topología y técnica, y yo había planteado la pregunta “¿La topología es una técnica?”. Se dice que cuando uno plantea una pregunta, es que ya se tiene la respuesta. En esa ocasión, había avanzado que, no solamente, la topología era una técnica, sino que la topología lacaniana era un progreso técnico en la dirección y en el final de la cura. Entonces, ¿por qué un progreso?
Primeramente, porque permite leer y escribir la clínica que encontramos hoy en día, clínica movediza, mutante que nos deja a veces sin reparos y sin saber mucho qué hacer… De repente, una clínica menos neurótica para así decir, con toda la dificultad que ello comporta en términos de técnica psicoanalítica justamente… Una clínica de bordes, bordear, algo para interrogar el modelo de las tres grandes estructuras clínicas heredadas de la psiquiatría clásica: psicosis, neurosis y perversión. Es suficiente con ser un poco clínico para darse cuenta rápidamente que las fronteras no están ya tan marcadas como antes. Que las fronteras cerradas pueden volverse fronteras abiertas, y que cuando ellas están abiertas tenemos que vérnoslas más bien con una topología de borde. Borde, que en la clínica puede traducirse por continuidades, por confusiones de registro, por entre-dos. ¿Quién no está un poco loco? Nuestro núcleo paranoico está siempre listo para emerger a la superficie, a veces es suficiente con una palabra para arrancar. ¿Qué decir de esos sujetos atópicos, no necesariamente psicóticos, en búsqueda de amarras? Los sujetos adictos que enturbian todas las pistas diagnósticas… ¿Las fobias y su placa giratoria? Difícil no leer en esos sujetos que nos encontramos hoy en día una pluralidad de posiciones subjetivas incluso fantasmáticas que pueden cambiar, transformarse en función de lo real encontrado. Todo está menos fijo, fijado que en antaño, el declive del patriarcado se acelera, va muy rápido en lo social y fuertemente muy rápido también en la vida psíquica de cada uno de nosotros, nuestro mundo se ha acelerado. Hay una resonancia entre lo social y lo inconsciente más inmediato también, ya que la temporalidad de nuestra época es aquella de vivir en tiempo real. Al riesgo del traumatismo entonces, que es una de las grandes figuras de nuestra modernidad. Tomemos como ejemplo en nuestra actualidad: vivimos un momento fenomenal, esta pandemia no ha dicho su última palabra, un enemigo invisible que se inmiscuye en los pulmones de la humanidad. Nos ha cortado el aire, las alas y repentinamente, el mundo se ha desacelerado…va a ser interesante seguir el a posteriori de lo que nos está pasando…. Ese cambio radical de ritmo, lo que ha sido la experiencia del confinamiento, del aislamiento para algunos, el desconfinamiento…incluso nuestra manera de trabajar, un seminario de verano por Zoom mientras que deberíamos estar en Dublín…todo eso esto es increíble. Con esta particularidad, que es un virus políticamente correcto, democrático, ya que hay de él para todo el mundo, no hace distinción de razas, de lenguas, de religión o de sexo. Tenemos aquí una prueba que el sujeto evoluciona en el dominio de lo contingente, que es un sujeto en relación con toda coyuntura real que se le presenta, ¡un sujeto que debe escribirse al tiro! Lo real está siempre a la espera de escritura.
Avancemos. ¿De qué topología hablamos aquí? “El truco analítico no será matemático”, decía Lacan. Entonces, ¿en qué terreno avanzamos cuando se habla de topología? De la topología lacaniana, por supuesto, del uso que hacía Lacan de las matemáticas, uso por lo menos subversivo, ya que, sabemos que detrás del rigor y de la formalización matemática ¡estaba la libertad de Lacan de salirse con la suya! Si iba a buscar en las otras disciplinas un diálogo, era para servir mejor a su causa, la causa de su deseo, a saber, el psicoanálisis. Lacan caníbal, tenía ese apetito de ir a comer y hacer suyo mejor que había en el Otro. Un comer más-allá de una pulsión oral, ya que la incorporación es, aquí, un acto político: una manera de tomar partido.
Los últimos diez años de su enseñanza estuvieron radicalmente marcados por la topología, por el estudio de la teoría de los nudos, sobre todo del nudo borromeo. Nudo que le caía como anillo al dedo, decía, que le caía justo. ¿Justo con relación a qué? Con el nudo, Lacan encontró un soporte, una manera de dar consistencia a la teoría y a la técnica que estaba elaborando. Dar consistencia, ¿qué es? He ahí lo que interroga, ya que la consistencia es siempre cuestión de imaginario… No cualquier, ya que la topología lacaniana introduce un progreso en la dimensión imaginaria, dota a lo imaginario de una función: de una función lógica (simbólica) que le será propia. Un imaginario que se despega del eje imaginario a – a’, que se despega de lo especular para volverse un imaginario consistente, operante, operatorio, un imaginario capaz de efectuar operaciones lógicas, incluso operaciones reales. Recordémoslo, “la topología es imaginaria”, está en La topología y el tiempo. La consistencia del nudo es imaginaria, pero su ek-sistencia es real, Lacan insiste allí.
Sabemos que Lacan no hizo del nudo borromeo un modelo científico, pero está claro que hizo de ese nudo una escritura. Una escritura nodal como tentativa de una aproximación estructural del sujeto, que intenta captar y escribir un real. ¿Qué real? Lo real que nos pone a trabajar, aquel que nos viene de nuestra práctica. Me parece que siempre es ese real que se trata de captar. En todo caso, es de este real que Lacan partía para elaborar su teoría. Esto también es otro avance borromeo, ya que, con el nudo borromeo, lo real puede escribirse, no es ya lo imposible de decir y de imaginarizar. Es lo posible esperando que él se escriba, esto está en L’Insu que sait.
En su encuentro con la topología, se escucha también una esperanza de transmisión, de una transmisión que se querría “casi” integral, ya que el nudo borromeo es un condensado lacaniano, al verlo de cerca, ¡todo está ahí! Dicho esto, Lacan permanece ambivalente en cuanto al discurso de la ciencia y en cuanto al señuelo de lo que sería una transmisión “sin pérdida” y “sin sujeto”. El hecho es, que la topología no regula la cuestión de la transmisión ni de una posible cientificidad psicoanalítica, sino que se vuelve un operador fabuloso, pertinente de la práctica de Lacan.
El nudo borromeo es una escritura, un manejo a partir del cual Lacan se orienta, desde donde opera, inventa, es igualmente ese lugar al que va de ahora en adelante dirigirse, invitar… Lugar silencioso, vacío y agujereado, que va a desencantar a más de uno. Pero no cede, va a apuntar a la letra, última instancia en el borde de lo inconsciente, literal, litoral. Esa pequeña letra que va a localizar en el enchapado del nudo, pequeña letra que ahueca, letra en forma del objeto a minúscula, punto de engarce del nudo y de toda teoría que se articula a partir de allí. Teoría del objeto a, que se sostiene de allí, por allí, por ese objeto causa de deseo y de verdad en el núcleo de la cadena borromea.
Encontramos en el seminario de estudio de este año, las premisas de esta topología borromea, el boceto de ese vacío donde reside la Cosa… lugar vacío como condición sine qua non del deseo. Ese lugar vacío que más tarde tomará la forma del trisquel, de ese triple agujero central donde Lacan localiza el objeto a. Topología de la causa del deseo.
La escritura borromea es un viraje espectacular en la práctica de Lacan. Y para entrar en lo vivo de la ética de este nudo, voy a resaltar algunas observaciones esenciales:
- Relativización de la instancia paterna: Lacan pasa del nombre del padre a los nombres del padre en plural. Con esta topología que pasa del Uno al agujero.
- Las tres dit-mensiones: R.S.I., real, simbólico e imaginario se vuelven absolutamente equivalentes y solidarias desde el punto de vista de la estructura. No uno sin los otros.
- Descentralización del falo y relativización del goce fálico. Se vuelve un tipo de goce entre los otros.
- El trisquel -lugar vacío- agujero-generador de esta cadena, donde Lacan localiza el objeto a. lugar donde el psicoanálisis debe operar, lugar donde su deseo debe articularse.
- Los goces no son un mal, sino un hecho de estructura, efecto del lenguaje en el cuerpo.
- Lo real puede apoyarse de una escritura.
Helo ahí, el nudo permite a Lacan escribir su teoría del objeto a, apunta a que “ese objeto hace el núcleo elaborable del goce”. Mirando este nudo, se puede deducir efectivamente que la ek-sistencia de estos tres goces está asegurada por ese agujero-remolino generador, Heim del objeto a. Como ven, gravitan alrededor de él… Si tenemos en cuenta esta escritura, se podría plantear la pregunta de que si el objeto a minúscula, ¿no sería más bien aquí objeto causa de esos goces? Deslizamiento del deseo hacia los goces… O más bien una escritura que responde al deseo, ya que la causa del deseo y de lo que apunta no es nada más que goces. Es interesante, todas esas formas de nombrar “a”, las facetas tanto imaginarias (del fantasma), tanto simbólica (del deseo), tanto real (plus-de-goce) que se pueden atribuir al objeto a. Ustedes ven bien que es aquí un verdadero operador, todo movimiento de extensión del nudo tendrá la huella de ese objeto. Objeto que en su función causa del deseo guarda evidentemente la estructura del agujero, agujero fundamental del sujeto. Pero en su dimensión imaginariamente real se puede interrogar en cuanto a su naturaleza de objeto de/en la realidad: de objeto “positivizado”, incluso fetichizado. Otra particularidad es que no es aquí un objeto desprendido del cuerpo, cosa curiosa, Charles Melman hace a menudo este señalamiento, que está situado en ese punto mismo de engarce, de sujeción. Avanza en el Estudio crítico del seminario R.S.I. que, en la perversión, lo que permite a los tres redondeles sostenerse juntos, es justamente la calidad particular del objeto a minúscula mantenido en el centro. “La permanencia, la sustantivación, la prevalencia de su imaginarización”. Se podría también hacer la hipótesis que este mismo objeto engarzado en el neurótico cambia de naturaleza, su condición es primeramente simbólica, objeto de la falta, causa del deseo… Todo esto para decirles que la estructura borromea a la cual tenemos que vérnosla es la misma, pero la relación a cada uno al objeto da una consistencia, una forma clínica específica.
En La tercera, Lacan pregunta: “¿dónde se aloja ese eso se goza?”. En los registros categóricos de lo imaginario, de lo simbólico y de lo real. “Lo simbólico, lo imaginario y lo real, es el enunciado de lo que opera efectivamente en su palabra cuando ustedes se sitúan en el discurso analítico, cuando se es analista. Pero no emergen, esos términos, verdaderamente que para y por los discursos”. En la medida en que el deseo del analista está aquí, también ceñido en esta escritura borromea, es decir, con ese objeto sostenido en el centro, el lugar de agente. De nuevo en La tercera, Lacan continúa: el objeto a “es eso lo que se atrapa en el engarce de lo simbólico, de lo imaginario de lo real como nudo. Es cuando se lo atrapa de manera exacta que se puede responder a lo que es su función: ofrecerlo como causa de deseo a su analizante. Es eso que se trata de obtener. Pero si meten la pata, no es tampoco terrible. Lo importante es que eso sucede a costa suyo.”
¿Qué diferencia aquí entre la perversión y el deseo del analista, ya que la escritura parece ser la misma en los dos casos? Ahora bien, me parece que en cada caso el analista no vendrá a sustituirse a, sustantivar o recubrir ese agujero. Su relación con el objeto a en el dispositivo de una cura permanece como letra muerta para el analista. Eso se juega ceñido, los riesgos de deslizamientos a menudo están ahí, pero la ética borromea está garantizada si uno se apoya en la estructura del agujero y no en la del fetiche.
Los goces, ustedes ven bien que ya no estamos en una relación de goce como un mal absoluto. El goce Otro no es aún nombrado como tal en el seminario de La ética, pero se escuchan que es eso a lo que se apunta en el goce de la transgresión -el goce sadiano. Los goces en el nudo borromeo están también más allá de la lógica de la tabla de la sexuación presentada por Lacan en el seminario Aún donde trabajamos goce fálico y goce Otro separados, en todo caso en campos opuestos según la posición sexuada del sujeto: hombre o mujer. El goce Otro -femenino- como siendo un goce suplementario al goce fálico. En esta escritura los goces ocupan el mismo espacio y cada uno es UNO entre los otros, con la excepción del objeto a. Ya no estamos en una lógica falocéntrica y se ve bien que nada impide acceder a estos cuatro goces según se sea hombre o mujer. La modernidad de lo borromeo es desconcertante, nudo (a)sexuado, desembarazado de la cuestión del género y de la anatomía. La posición sexuada del sujeto viene de su relación al objeto. Punto y aparte.
Miremos esta escritura, ella no es más que un agujero… Sabemos desde Más allá del principio del placer que la pendiente en nosotros es hacia lo peor, el goce no es el placer, es el dolor… Lacan es cortante en este tema: “¡el deseo del hombre es el infierno!”. Estamos aquí en el límite entre deseo y goce. Entonces, ¿cómo hacer para limitar un cuerpo que no piensa sino en gozar? “Gozar a todo precio”. Dicho de otra manera, ¿cómo cada uno se las arregla para no quemarse en su infierno? Diría que todo es una cuestión de dosificación.
Porque después de todo, ¿en nombre de qué limitarse a uno de esos goces y o franquear ciertos bordes? Goce de la transgresión. Después de todo, ¿en qué no sería posible visitar esos goces sin por lo tanto zambullirse, descarrilarse, sin perderse? Un rasgo perverso, veamos, puede ser para un sujeto un recurso, la clínica nos demuestra eso, que permite ciertos franqueamientos, actings dichosos, desdichados también… ¿Y ahora? También está ahí la vida, con sus pequeños rasguños…
El saber cómo arreglárselas con el nudo borromeo es aquel de no dejarse atrapar por uno de esos agujeros, como si ir a tocar el fondo del agujero no tendría que ver con la pérdida. El aplanamiento de ese nudo permite justamente ver que los goces son varios y que, si uno se paga a uno, ¡no gozamos de los otros! Tendría ganas de decir que uno se sostiene mejor en movimiento, caminando al borde de los agujeros antes que sumergido en ellos. Ya que, si vamos hasta el final de la ética borromea, de la herejía lacaniana, de su R.S.I., es sin duda para sobrepasar, para ir más allá. Cómo autorizarse, utilizarlo, si no se quiere ir más allá del padre, “ir más allá del padre para servirse de él”, dice Lacan a propósito del nombre del padre y del fin del análisis.
*Thatyana Pitavy es psicoanalista A.M.A. de la Asociación Lacaniana Internacional.
[1] T. Pitavy. Une éthique de la topologie ? [En línea] : https://www.freud-lacan.com/getpagedocument/28663
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