FALO SIMBÓLICO Y FALO IMAGINARIO[1]
Por Patricio Álvarez
2020-08-17
Hola, ¿cómo están? Soy Patricio Álvarez Bayón. El tema que vamos a trabajar es la diferenciación que establece Lacan entre el falo simbólico y el falo imaginario. Lo hace en varios textos, pero los que vamos a tomar acá son el escrito La significación del falo[2] y tres capítulos del Seminario V[3]. Todos estos no son bibliografía obligatoria que son el capítulo 14, 15 y 19 que están bajo el apartado “La significancia del falo”. Vamos a ver qué diferencia hay entre el significante del falo, la significación del falo y la significancia del falo.
Voy a empezar por el final de la película. ¿Qué es el falo simbólico? ¿Qué es el falo imaginario? El falo simbólico es el significante del deseo. Es una función en el sentido de la función matemática. Por ejemplo, la función de y=x2. Pongo cualquier valor en x y el resultado es que y es el cuadrado de x. Pongo 2 en x y y es 4; pongo 4 en x y y es 16, etc. La f(x) es justamente la característica de una función que afecta a una determinada variable pero que se mantiene constante. ¿Cuál es la constante del significante fálico o falo simbólico? Ser el significante del deseo. Es decir que no importa cuál es el significante que actúe como fálico en cada caso, no importa qué palabra pongo en ese lugar, qué elemento pongo en ese lugar, lo importante es que ese significante da la razón del deseo, como plantea Lacan, en relación con el significante fálico. O sea que cualquier significante que sea tocado por la dimensión del significante fálico va a tomar la connotación de un deseo.
La característica que tiene todo significante, para Lacan, es que el significante es vacío, no quiere decir nada. Con cualquier palabra que tengamos, como ustedes saben, cualquier significante se define por su oposición y combinación con los otros significantes. O sea, un significante como lo plantea Lacan en un capítulo del Seminario III que ustedes verán, un significante como tal no significa nada. O sea, el significante solo no significa nada. Ahora bien, hay ciertos significantes en la enseñanza de Lacan, por ejemplo, el Otro, el Nombre-del-Padre, el significante fálico, determinados significantes que tienen este carácter de tener una función matemática. Así, por ejemplo, el Nombre-del-Padre tiene la función de ser el significante de la ley. Todo lo que tenga que ver con la ley va a estar regulado por el Nombre-del-Padre. Bueno, el falo es el significante del deseo, entonces todo que tenga que ver con el falo va a estar en relación con la dimensión del deseo. ¿De qué tipo de deseo se trata? De todo lo que tenga que ver con la dimensión del deseo en todos los sentidos, en el sentido de lo que se pueda desear como metas, como objetivos, como ideales hasta lo que pueda tener que ver con el deseo sexual, con el deseo en el sentido de la dimensión corporal puesta en juego en todo lo que tenga que ver con la atracción, la pasión, con la calentura, con la dimensión del deseo en todos sus rangos. Eso es lo que se pone en juego a través del significante del deseo que es el falo. Y justamente en medida en la que se trata de una función significante, el falo no se pone a nivel de algo que se pueda nombrar, que se pueda representar. El falo funciona como un elemento que se desliza bajo la cadena significante. O sea, el significante fálico toca determinados significantes y los vuelve significantes del deseo, pero en sí mismo el falo no es nada.
Y ahí tenemos la oposición entre el falo imaginario o significación fálica. O sea, lo que acabamos de hablar o es falo simbólico o significante fálico. Lo que vamos a hablar ahora es significación fálica o falo imaginario. En todo lo que tenga que ver con el falo imaginario, hablamos de la dimensión representacional del falo. Es decir, todo aquello que se puede representar, imaginar, fantasear, es decir, poner en una imagen pictórica que puedo imaginar y justamente por eso está en el plano de lo imaginario. En esa medida, todos los elementos que sean tocados por el significante del deseo en el punto donde se imaginarizan, sufren lo que Lacan ubica como una degradación. O sea, cuando yo puedo decir “Lo que quiero es tal cosa”, “Lo que me haría feliz es tal cosa” o “¡Cómo me gustaría lograr tal cosa!” o “¡Cómo me encanta cuando pasa tal cosa!”, en ese punto estoy en el plano de la significación fálica porque la puedo representar, la puedo imaginar, la puedo alcanzar, la puedo tocar. Y ahí tenemos todas las posibilidades de las imágenes de la realización fálica. Tenemos ahí toda una serie de imágenes que en la obra de Freud se ponen en juego a través de lo que él llama las ecuaciones simbólicas fálicas en lo que hace a la representación del pene, lo que en una ecuación de esa representación puede ubicar el lugar del hijo, lo que puede ubicar el lugar del dinero, lo que puede ubicar el lugar de las joyas, lo que puede ubicar el lugar de las vestimentas; todos los modos de representación de lago deseable, imaginarizable, está en el plano de la significación fálica y no en el del significante fálico. O sea, hay que diferenciar por completo ese punto.
Cuando se trata del significante fálico, no lo podemos nombrar, no sabemos qué es, simplemente es el funcionamiento del deseo. Es decir, es solamente el funcionamiento del deseo. Es decir, cuando estamos en el plano del significante fálico no podemos decir qué es lo que nos produce deseo sino decir que algo produce el movimiento del deseo, entonces nos levantamos mañana, vamos a trabajar, o estudiamos, estudiamos para el parcial, o estamos en pareja, nos enamoramos, o esto o lo otro, en ese punto -cuando eso funciona- no podemos nombrarlo, no sabemos lo que nos causa. Simplemente funciona como significante del deseo y se desliza metonímicamente bajo la cadena. Cuando lo podemos nombrar y decir: “Esto es lo que yo quiero”, estamos en el plano de la significación fálica, es decir, el falo imaginario.
Ahora bien, ¿por qué falo? -porque oímos todo el tiempo hablar de falo y no de significante del deseo-. Esto justamente tiene una raigambre freudiana y una lectura de Lacan en relación con el recorrido que hace Freud sobre la diferencia sexual. Hay cuatro textos que son bastante tardíos en la obra de Freud en relación con el falo que están plenamente ubicados en relación con la diferencia sexual y al punto fundamental del complejo de Edipo -que hemos trabajado en relación con los tres tiempos del Edipo- que es el complejo de castración. Freud plantea en el primero de estos cuatro textos que es La organización genital infantil[4] de 1923 la dimensión que el propone como una continuación de Los tres ensayos de 1905, o sea 20 años después, él plantea que sus tres ensayos se continúan con ese texto. Básicamente plantea que lo que había llamado las etapas oral, anal y genital en Los tres ensayos, propone modificar esa etapa genital en relación con la etapa fálica por considerar, a través del análisis de niños y adultos, mujeres y hombres, la dimensión de un símbolo que tiene una prevalencia única -única en el sentido que no tiene un correlato, de que no hay uno opuesto a otro, sino que es la presencia del símbolo fálico-. Ese símbolo, que justamente Lacan eleva a la calidad de significante, pone en juego en Freud de lo que ya desde los antiguos, antiguo Egipto, desde Grecia, desde Roma, se encontraba ya sea bajo la forma de un dios, ya sea bajo la forma de un demonio, ya sea bajo la forma de estatuillas o pinturas, bajo la forma del símbolo de la potencia, el símbolo de la fertilidad y el símbolo de la turgencia vital, o de la vida. Entonces, ese símbolo que Freud encuentra desde épocas tempranas, desde épocas antiguas, en culturas que sí tienen características patriarcales, ese símbolo del falo está puesto a nivel del inconsciente de los niños y de las niñas como el elemento simbólico central sobre el cual se produce la diferencia anatómica entre los sexos.
El segundo texto es Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos[5] donde Freud examina cómo se produce la inscripción de ese símbolo fálico en hombres y mujeres. Este texto es de 1925. El primero era de 1923, el segundo de 1925 y luego dos textos de 1931 y 1933 que son: Sobre la sexualidad femenina[6] y La femineidad.[7] En ellos, Freud sitúa un recorrido de la mujer en relación con el Edipo que tiene ve con lo que él no había considerado, por considerar a las mujeres como equivalentes de los hombres, y él se corrige en ese punto, diciendo que las mujeres tienen un decurso edípico diferente, que es el decurso de una etapa que él no había considerado, la etapa preedípica. En esa etapa preedípica, el primer objeto de amor es la madre y la niña, en esa etapa, tiene una ligazón que Freud llama “ligazón madre”, es decir poner a la madre como objeto de amor. Y dice Freud que, por efectos de una decepción, la niña pasa al plano de la ligazón-padre, es decir, pasa a poner al padre como objeto de amor. Ahora, esa decepción es una decepción fálica. La niña, en el primer tiempo edípico, espera el falo por parte de la madre. Por decepción, pasa a la ligazón-padre y a la espera del falo por parte del padre. Y luego, por decepción también, pasa a desear el hijo por parte del padre. Como tampoco lo recibe, también se decepciona y pasa a esperar el falo por parte del hombre. Y luego pasa a esperar el hijo por parte del hombre. Lacan lo dice así en la página 284 del Seminario V: “En la decepción es donde ve Freud el motor de la entrada de la niña en su posición femenina. A través del disgusto, de la desilusión de esa fase fantasmática, es así como la niña pequeña se introducirá en el complejo de Edipo”.
Ahora, el punto es en relación con esto que Freud llama ‘estaciones’, en relación con que la niña espera el falo por parte de la madre, luego el falo por parte del padre, luego el hijo por parte del padre; la tercera etapa es la salida exogámica, pasa a esperar, por decepción, el falo por parte del hombre y luego el hijo por parte del hombre. Justamente en ese punto, en cada una de esas estaciones se trata de la dimensión del falo imaginario, en el sentido en que la niña puede imaginar, representar una imagen de aquello que realizaría su deseo. Y ese punto es donde entra en juego ese niño que nace en relación con la sexualidad femenina de esa madre. Es decir, el niño que entra en el Edipo, en su primer tiempo del Edipo, en ese lugar de ser el falo de la madre. Entonces, el niño realiza ese punto, la última de esas estaciones a nivel del pasaje por la ecuación fálica en la madre siendo ese falo imaginario, por lo cual el niño entra en el Edipo en esa tríada, que describimos en el audio sobre los tiempos del Edipo, que está referida al niño como falo imaginario materno. Entonces, en la medida en el que el niño quiere ser deseado por esa madre, en ese punto, su juego de espejo es en relación con el falo imaginario. Dice Lacan: “el deseo infantil, el deseo esencial que es el deseo del Otro o el deseo de ser deseado, así es como el niño entra en relación con el Edipo siendo la búsqueda del deseo por la madre”. Dice: “lo importante es lo que el sujeto ha descubierto y que le ha echado el ojo, el deseo del Otro, que es el deseo de la madre”.[8] Con lo cual en cada una de las estaciones del deseo femenino en que luego deviene esa madre, cada una de las estaciones es una representación imaginaria del falo; el niño entra al Edipo en relación con esa representación imaginaria del falo de la madre, por lo tanto, el niño entra en juego en relación con el falo materno, pero al falo imaginario porque es representable, imaginarizable. Esa es la entrada del niño.
Ahora bien, todo el pasaje por los tres tiempos del Edipo consiste en la prohibición de ese lugar del falo imaginario, hecha en el 2do tiempo, y el pasaje al nivel donde el falo se constituye como significante. Es decir, significante del deseo, significante vacío, significante que desliza bajo la cadena significante y que no quiere decir nada en cuanto tal pero sí dota de un brillo fálico a cada significante al que toca, o sea, erotiza, produce deseo en relación con los significantes a los que se pone en juego.
Habíamos hablado de que cuando se hace un pasaje del falo significante al falo imaginario hacemos una degradación, es decir, pasamos de lo innombrable del deseo a imaginarizarlo. Pero cuando lo imaginarizamos ya no es eso porque el significante se sigue deslizando en la cadena. Ahora bien, también hay otro pasaje del falo imaginario al falo simbólico que es una elevación. El término en alemán es hegeliano, es la Aufhebung, que es la anulación y la elevación de la imagen a la calidad de significante. Así dice en la página 352. La Aufhebung quiere decir esencialmente anulación. Quiere decir también elevar a una potencia, a una situación superior. Esto es importante: elevar a una situación superior. “No parece que se fijen suficiente en lo siguiente: que ser anulado, hablando con propiedad, solo hay una clase de cosa, diría yo toscamente que puede hacerlo, y es un significante. En verdad cuando anulamos cualquier cosa distinta, ya sea imaginaria o real, la elevamos al mismo tiempo al grado a la cualificación del significante”. Entonces, en esa medida lo que Lacan plantea es que esa anulación implica tachar, marcar con una barra, “cuando el significante se presenta como anulado, marcado por la barra es cuando tenemos lo que podemos llamar un producto de la función simbólica”. Entonces, esa barra, esta tachadura se produce en relación con la imagen. Y en ese punto cuando la imagen se tacha, se eleva a la calidad de significante. Esto es importante porque es una cuestión que se pone en juego siempre en relación con el debate que el psicoanálisis establece, por ejemplo, con el feminismo o los estudios de género; que es la acusación que muchas veces se produce del lado del feminismo que el psicoanálisis habla de la cuestión del falo como equivalente al pene, habla del lado de la mujer como la envidia del pene, habla de que un hijo puede representar al falo; son cuestiones que muchas veces se malentienden en relación con la cuestión del feminismo que tienen que ver con la dimensión donde se pone en juego una equivalencia en relación a lo que desde el psicoanálisis se considera como el falo imaginario, es decir, imágenes, representaciones fálicas con respecto a esta elevación a -como dice Lacan- una potencia, una situación superior de la dimensión del significante fálico. Es decir, cuando hablamos de la envidia del pene, el niño amenazado de perder el pene, etc., estamos hablando de imágenes fálicas, es decir, estamos hablando de significaciones fálicas.
Y en ese punto, justamente, cuando hablamos del falo como significante, estamos hablando del punto donde se tachan esas imágenes, donde se pierden esas imágenes, o -como dice Lacan- donde su mutilan esas imágenes. Es decir, en ese punto -para Lacan- que lo eleva, que produce la Aufhebung, la calidad de un significante, implica perder por completo la dimensión del falo como pene, como hijo, como envidia del pene, como amenaza, etc., en todo eso estamos en el dominio del falo imaginario. Cuando estamos en el dominio del falo como significante, estamos en el punto donde el falo simbólico designa una falta, designa simplemente la dimensión del deseo. No hablamos ni de pene, ni de hijo, ni de envidia del pene. Este es punto del debate en relación con el feminismo que muchas veces se malentiende por el lado de que los psicoanalistas sostenemos la cuestión del falo como pene, o como hijo, o como envidia del pene. No. No lo estamos situando en el sentido solamente de la dimensión del deseo y de la falta. Eso es el falo como simbólico.
Dice Lacan en La significación del falo página 657: “El falo aquí se esclarece por su función. El falo en la doctrina freudiana no es una fantasía, si hay que entender por ello un efecto imaginario. No es tampoco como tal un objeto parcial interno, bueno, malo, etc. -tampoco es un objeto de la función-. Y menos un -y esto es importante en relación con lo que decíamos del feminismo- órgano, pene o clítoris, que simboliza. Y no sin tomó Freud su referencia al simulacro -semblante en realidad es la traducción- que era para los antiguos.” Entonces, en ese punto, no es una fantasía, no es un objeto pulsional, no es el órgano, pene o clítoris, que lo simboliza. “Pues el falo es un significante cuya función en la economía intrasubjetiva del análisis levanta tal vez el velo de lo que tenía en los misterios pues es significante destinado a designar en su conjunto los efectos del significado en cuanto el significante los condiciona por su presencia de significante”. Esto de que es el significante destinado a designar en su conjunto los efectos del significado quiere decir esto que Lacan llama la significancia del falo, en el sentido de que cada significación fálica, o cada significado fálico -por ejemplo: el falo es el pene, el falo es el niño-, ahí tenemos lo imaginario; pero cuando dice “designar en su conjunto los efectos de significado”, o sea la significancia es que el falo va tocando cada elemento y designa en su conjunto a todos los efectos de significado, tocando cada elemento de ellos con un carácter de deseo, es decir, dándoles un brillo fálico a cada uno de esos elementos que producen en lo imaginario un deseo. Eso es la significancia del falo. Pero, ¿qué lo produce? El significante fálico que no se puede nombrar, que es vacío, que es el significante de la falta, que es el significante del deseo, y que no se puede atrapar porque se desliza metonímicamente. Cuando designa en su conjunto los efectos de significado, estamos en el plano de la significancia y estamos en el plano de lo que Freud -y esto es importante- designaba como el inconsciente que siempre tiene un sentido sexual. En Lacan, la traducción de esto -de que el inconsciente siempre tiene un sentido sexual- sería de que el inconsciente siempre tiene un sentido de deseo, es decir, un sentido del significante fálico. El inconsciente siempre es sexual podría ser en Lacan: el inconsciente siempre es propio del significante fálico.
Por último, ¿qué designa ese significante del deseo? Designa el elemento innombrable. Designa una falta y se remite a lo que aparece bajo la función -que Lacan siempre hace muchas referencias a este punto- del velo. Cuando se trata de la función del velo se trata de ese elemento que vela algo que está por detrás y que justamente designa ese punto de lo que hay que espiar, de lo que hay que ir a ver qué es porque no sabemos qué es, está detrás del velo. Exactamente lo que designa Lacan en ese punto es que siempre está en juego el elemento de lo que no se muestra, que está detrás del velo, que es básicamente una falta. Uno va a ver que hay ahí, y allí no hay nada. Y esto lo designan siempre los ritos de iniciación en las antiguas culturas, están en juego en las antiguas culturas en el punto en donde el rito de iniciación consiste en i a ver qué hay detrás del velo. Esto está en juego, por ejemplo, en la Villa de los Misterios en Pompeya, del Imperio Romano en el siglo I, donde unos frescos que estaban en una habitación ponían en juego eso, una pintura que era una chica que levantaba el velo y encontraba lo que había detrás del velo puesto en una figura que había detrás, como una especie de un ángel y al mismo tiempo un demonio, y ese es demonio que se conoce como el demonio del pudor. Entonces, ¿qué se encontraba detrás del velo? Se encontraba la figura de lo que no debe mostrarse que es justamente este elemento del pudor puesto en juego. ¿Por qué? Porque el pudor designa lo que no debe mostrarse, es decir, designa la dimensión de un deseo, designa la dimensión del significante de la falta. Eso es lo que se pone en juego a nivel del significante fálico.
Bueno, con esta diferenciación entre lo imaginario del falo y lo simbólico del falo, podemos concluir esta clase. Espero que sirve como apéndice a la cuestión de los tiempos del Edipo.
Muchas gracias.
*Patricio Álvarez Bayón es psicoanalista de AMP y de la EOL.
[1] P. Álvarez Bayón. Falo simbólico y falo imaginário. [En línea]: https://www.youtube.com/watch?v=c9ZMukrw8uw&fbclid=IwAR2NUuzRTO8guGwgeslRuQ97QFVEAF6JtIkMkwRCsBFPX5vtrRp48MMq9Ic
[2] J. Lacan. “La significación del falo”, in Escritos 2. México: Siglo XXI, 2012, pp. 653-662.
[3] J. Lacan. El Seminario, libro V, Las formaciones del inconsciente. Buenos Aires: Paidós, 2014, capítulos 14,15 y 19.
[4] S. Freud. “La organización genital infantil” [1923], in Obras completas, tomo XIX. Buenos Aires: Amorrortu, 2004.
[5] S. Freud. “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos” [1925], in Obras completas, tomo XIX. Buenos Aires: Amorrortu, 2004.
[6] S. Freud. “Sobre la sexualidad femenina” [1931], in Obras completas, tomo XXI. Buenos Aires: Amorrortu, 2004.
[7] S. Freud. “Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis” [1933 (1932)], in Obras completas, tomo XXII. Buenos Aires: Amorrortu, 2004.
[8] J. Lacan. El Seminario, libro V, op. cit. p. 279.
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